domingo, 7 de marzo de 2021

LA DANZA DE LOS DERVICHES







Los derviches se reunían cada viernes en un cementerio de Jartum. Fuimos al atardecer. El cementerio tenía pequeñas lápidas de piedra con inscripciones árabes, algunas pintadas de verde claro. Al fondo oímos cánticos. Eran un grupo numeroso entre los que tocaban unos panderos y cantaban, los que bailaban y los espectadores. Estaban junto a dos bonitos templos verdes con cúpulas. Los hombres vestían sus largas túnicas blancas y turbantes o casquetes musulmanes. Nos unimos al grupo y contemplamos extasiados la ceremonia. Parecía festiva, pero tenía sentido religioso, sin ser solemne. Decían que cuando llevaban horas cantando y bailando era cuando entraban en trance y giraban.

Los derviches eran un grupo religioso musulmán sufí, de carácter ascético o místico, con origen en el s.XII. En Turquía habíamos tenido oportunidad de ver a los derviches giróvaros, que giraban sobre si mismos con sus faldas al vuelo.



Además de los derviches había un par de santones con rastas y ropajes verdes, niños y un grupo de mujeres con velos de colores. Las mujeres ululaban de vez en cuando, animando los cánticos. Los espectadores se balanceaban al ritmo. Una mujer mayor salió al centro del corro bailando rítmicamente y poniendo los ojos en blanco. Otros hombres bailaban sonriendo, levantando los brazos, les ponían billetes bajo el turbante y bailaban sin que se les cayeran. Estuvimos absortos contemplando la ceremonia, entre la muchedumbre. Fue nuestra despedida del viaje por Sudán.





 



viernes, 5 de marzo de 2021

EL TEMPLO DEL LEÓN






Tras tomar un delicioso café con genjibre, algo picante, seguimos ruta por una pista arenosa. Llegamos al Templo Mussawart, dedicado al dios local Apodamak, el dios león. El recinto era la mayor construcción de la historia de Nubia. El guardián nos abrió la puerta, cuya cerradura tenía forma de cruz de Ankh, el símbolo de vida. En el interior había seis grandes columnas. Los bajorrelieves en las paredes eran espectaculares, estaban muy bien conservados. Vimos el león, carneros y hasta un elefante con colmillos.











Cerca estaba el Templo Naqa, del s. I d.C. No tenía techado. Era rojizo y tenía bajorrelieves curiosos, como una figura con ocho brazos, grandes figuras de faraones y una alta columna con una serpiente ondulante. Otros de los templos tenían un elefante esculpido, o una avenida de entrada con seis grandes carneros. Los imaginamos en sus momentos de esplendor.

Nos impresionaron los bajorrelieves de los templos Mussarawt y Naqa. Historia, arte, naturaleza y mucho más podían encontrarse en el sorprendente Sudán.










jueves, 4 de marzo de 2021

LAS PIRÁMIDES DE LOS FARAONES NEGROS

Los llamados Faraones Negros formaron un gran imperio en Nubia, la región al sur de Egipto y norte de Sudán, y llegaron a dominar Egipto. Tenían rasgos negroafricanos, pelo rizado, piel oscura y labios gruesos. Construyeron pirámides en las necrópolis de Al-Kurru, Nuri, en Karima, junto a Jebel Barkal y en Meroe, y teníamos curiosidad por verlas.

La real necrópolis de Meroe era Patrimonio de la Humanidad. Tuvo más de 100 pirámides entre su necrópolis Norte, de la época 250 a.C y 320 d.C, y Sur. Muchas se destruyeron y otras tenían sus picos truncados. La leyenda negra la escribió el explorador italiano Giuseppe Ferlini, que dinamitó más de 40 pirámides para expoliar los tesoros. En una de ellas encontró amuletos de oro, anillos de sello, collares y un sarcófago. Intentó venderlos en Europa pero tuvo problemas porque creyeron que eran falsificaciones. Y la mala fama le perseguirá para siempre.

Las pirámides estaban sobre las anaranjadas arenas de una colina, cercana al río Nilo. Fueron cámaras funerarias tras la decadencia de Napata y el traslado de la capital a Meroe en el 591 a.C. Caminamos por la arena hacia el perfil de las pirámides. Un grupo de seis camelleros nos ofrecieron hacer el paseo en camello, pero preferimos descubrirlas a pie. Fuimos de una a otra contemplándolas desde diferentes ángulos. No eran tan altas como las de Egipto, su altura máxima era de unos 30m, pero eran especiales con su forma de prisma estilizado. 

El interior de las pirámides podía visitarse. Un guardián era el encargado de abrir las puertas de madera. Entrabas en una pequeña cámara con grabados en las paredes de piedra. Había figuras, barcas, leones, jeroglíficos. En el exterior había una placa que indicaba el año de restauración y el autor. El Covid había interrumpido el trabajo de los arqueólogos, como tantas otras cosas, y había pirámides pendientes de restauración. En la parte delantera había otras pirámides más pequeñas con forma de prisma, con puertas ante ellas. Formaban un conjunto singular entre las dunas anaranjadas del desierto.




















Las Pirámides de Nuri también eran Patrimonio de la Humanidad. Los bloques de piedra arenisca se superponían escalonados. Leímos que había unas 60 pirámides, pero muchas estaban medio derruidas. Nos preguntamos sobre los tesoros que debían albergar en su interior antes de que las saqueasen.


Otro día, al atardecer subimos la montaña sagrada de Jebel Barkal para contemplar las vistas y la puesta de sol. A sus pies estaban las ruinas del Templo de Amon y las Pirámides de Barkal, también consideradas Patrimonio de la Humanidad. Las rodeamos viéndolas desde diferentes perspectivas. Eran siete pirámides, estilizadas y con una altura de 12m, de la dinastía XXV de los Faraones Negros. Desde la cima en forma de meseta, se veía la ciudad de Karima y el río Nilo con sus riberas fértiles. Bajamos de la montaña deslizándonos por una gran duna, con los pies descalzos.



































martes, 2 de marzo de 2021

EL NILO Y EL DESIERTO



Partimos de Jartum hacia el norte de Sudán, en ruta hacia Old Dongola. Atravesamos el Desierto Bayuda, el nombre que recibe el Sáhara en territorio sudanés. Al principio el paisaje tenía un extraño contraste entre sus montañas negras y las dunas doradas; era un desierto con algunos arbustos y matorrales, con grupos de camellos y cabras. Los camellos mordisqueaban las ramas de los arbustos. Luego pasó a ser totalmente arenoso con dunas onduladas. En las paradas confraternizamos con otros conductores sudaneses.



La carretera asfaltada era una larga cinta gris entre dunas, totalmente recta y sin apenas tráfico. Estaba en buen estado, nos dijeron que la habían construido los chinos hacía unos diez años. Pero la fuerza invasora del desierto se dejaba notar, y en algunos tramos la arena invadía el asfalto, tapando un carril completo. Más adelante vimos excavadoras que, a modo de quitanieves, se ocupan de retirar la arena. Si no fuera por las excavadoras el desierto acabaría engullendo la carretera.


Sabíamos de la proximidad del Nilo por las grandes franjas de verdor, vegetación y palmeras que avisaban de la presencia del río. Eran como oasis fértiles con cultivos de habas, cacahuetes, mijo y palmeras datileras.

Vimos la Tercera Catarata del Nilo, en realidad rápidos que impedían la navegación. Subimos a un montículo rocoso para contemplar las vistas. Se veían remolinos en la corriente de agua, transparente verdosa. Bajaban algunas barcas, y otras estaban varadas en una lengua de arena. Más adelante cogimos un Ferry para cruzar el Nilo y una barcaza azul para ir a la isla de Sai, donde nos esperaban otras ruinas nubias.