sábado, 23 de mayo de 2009
LA BIBLIOTECA DE ALEJANDRÍA
martes, 19 de mayo de 2009
EL ZORRO DEL DESIERTO BLANCO
viernes, 15 de mayo de 2009
EL AGUJERO AZUL DEL MAR ROJO
martes, 12 de mayo de 2009
EL MONTE SINAÍ Y EL MONASTERIO DE SANTA CATALINA
En la Península del Sinaí fuimos a visitar el Monasterio de Santa Catalina. El paisaje era montañoso y muy árido, en algunos momentos parecía lunar. El Monasterio de Santa Catalina era una fortaleza amurallada, construida alrededor de la capilla original y tenía una basílica, además del monasterio. Las murallas eran altas, impresionantes. Había sido declarado Patrimonio de la Humanidad.
El monasterio era
un lugar sagrado y de peregrinación. Tenía una hospedería y estaba
considerado una de las comunidades monásticas de actividad ininterrumpida más
antiguas del mundo. Gran parte del recinto estaba cerrado al público.
Entramos a través de una puerta no muy grande y visitamos la Iglesia de la Transfiguración del s. VI. Allí estaban enterrados los restos de Santa Catalina. Era una iglesia ortodoxa llena de iconos, había una exposición de ellos en el recinto, y lámparas colgantes. Vimos a algún monje ortodoxo, de largas barbas y túnica negra. Hablé con uno de ellos y me dijo que la comunidad la formaban 30 monjes y que él vivía allí hacía más de quince años. Tenía ganas de conversar y nos preguntó sobre nuestras vidas.
Junto a la Iglesia estaba la zarza ardiente de Moisés, que crecía verde sobre un muro. Todos los peregrinos se hacían una foto tocando las ramas bajas de la zarza, que estaban más secas a fuerza de tocarlas.
El camino era de tierra y gravilla, ascendente y con escalones en el tramo final. Fuimos viendo el monasterio desde diferentes ángulos. Habíamos leído que el monte era muy ventoso, pero aquel día soplaba en rachas y se agradecía con el calor. Llegamos al lugar donde el profeta Elías oyó la voz de Dios, donde crecía un ciprés de más de 500 años de antigüedad, la única nota verde en aquel entorno árido.
Poco antes de la
cima paramos en un cobertizo con jarapas que vendía bebidas y snacks.
Descansamos un rato, refrescó y hasta dormimos una breve siesta tapados con unas
mantas que olían a camello.
A la una
emprendimos el ascenso del Monte Sinaí. Había dos vías de ascensión: la Ruta
de los Camellos y la Ruta del Arrepentimiento. La Ruta del Arrepentimiento
tenía 3750 escalones, la abrió un monje como forma de penitencia.
Como no teníamos interés en ser penitentes, escogimos caminar por la Ruta de
los Camellos. También había la posibilidad de subir en camellos, que vimos por
allí, con sus coloridas sillas.
En la cima había una iglesia cerrada y muy poca gente, apenas diez personas. Los que accedían de noche para ver la salida del sol dormían allí, muertos de frío sobre las rocas. Leímos que se agrupaban cientos de personas. El paisaje era de montañas rocosas. Nosotros contemplamos la puesta de sol en el Monte Sinaí, tranquilamente, envueltos en silencio. El disco solar se ocultó tras las áridas y bíblicas montañas, y estas perdieron su tonalidad dorada y se oscurecieron.
La bajada en
teoría era más fácil, pero se hizo eterna porque oscureció pronto. Llevábamos
linterna, pero el terreno era irregular con muchas piedras, bajábamos deprisa y
teníamos que fijarnos donde poníamos los pies. Era fácil derrapar con la
gravilla. Tardamos una hora y media en bajar. Y llegamos al hotel con ganas de
una ducha que nos quitara el polvo bíblico.
viernes, 8 de mayo de 2009
EL BAÑO DE CLEOPATRA Y EL FUTURO
lunes, 4 de mayo de 2009
LA MÍTICA ALEJANDRÍA
La ciudad de Justine, de Mountolive, de Balthazar, de Clea, de tantos otros personajes...La ciudad en sí era otro de los personajes de esa novela caleidoscópica.
viernes, 1 de mayo de 2009
EL VALLE DE LOS REYES
Desde Luxor fuimos a visitar el Valle de los Reyes, en la orilla occidental del Nilo. Era una Necrópolis Tebana con tumbas de faraones, de nobles y algunos templos. También habían enterrado reinas, príncipes y princesas y hasta algunas mascotas como perros, monos y aves. Formaba parte del conjunto llamado Antigua Tebas, declarado Patrimonio de la Humanidad.
El paisaje era
totalmente desértico y seco. Un pequeño tren nos acercó a la entrada para
evitar cansarse antes del recorrido. Había que pagar la entrada principal y el
acceso a cada tumba adicionalmente.
La primera que visitamos fue la nº 62, la Tumba de Tutankhamón, el rey niño de la dinastía XVIII. Aunque la guía de Lonely Planet avisaba de que no era la más grande ni la más espectacular, estaba claro que era la más mítica. Habíamos leído con interés el libro de Howard Carter sobre el descubrimiento de la tumba, financiado por Lord Carnavan. Cuando Carter estaba a punto de abandonar, descubrió la entrada y le envió un telegrama a Lord Carnavan. Y el resto era historia. El primer escalón se descubrió el 4 de noviembre de 1922.
Fue el hallazgo
arqueológico más importante del s. XIX. Se encontraron cuatro cámaras con
un auténtico tesoro, repletas de joyas, muebles, estatuas, carros, instrumentos
musicales, armas, cajas, jarrones. Gran parte de todo ello había sido
trasladado al Museo de Arqueología de El Cairo, que visitamos. La momia de
Tuthankamon se exhibía en una vitrina precintada. Era una momia delgada,
pequeña y negruzca, con los pies bastante carcomidos.
Visitamos la Tumba de Ramsés IX con una amplia entrada con un largo pasillo en cuesta. Decorada con dibujos de animales, serpientes y demonios, y dos grandes figuras de sacerdote vestido con túnica de piel de pantera.
La Tumba de Tutmosis III, estaba oculta entre altos precipicios de piedra caliza y accesible solo por una empinada escalera. Tutmosis III estaba considerado “el Napoleón del Antiguo Egipto”, y fue uno de los primeros en construir su tumba en el valle. Las paredes estaban adornadas por cientos de dioses y semidioses.
La Tumba de Tutmosis IV era una de las más grandes y profundas. Fue la primera sobre la que se aplicó el fondo amarillo. La recordaré por los vestidos adornados con cuentas de colores de la diosa Hator..
Ascendimos por
colinas para ver la panorámica del Valle de los Reyes, totalmente árido en
contraste con las orillas del Nilo con campos verdes cultivados que se distinguían a lo lejos. Las tumbas de
Amenhotep II y Horembeb, que recomendaban, estaban cerradas por trabajos de
arqueología.
El Templo de
Deir el-Bahri era impresionante, erigido bajo una montaña de roca arenisca.
Era el templo de la reina Hatshepsut de la dinastía XVIII, el más monumental del
valle, con una construcción porticada con columnas, de tres niveles. Se accedía
por una rampa central con escalinatas. Tenía hileras con figuras gigantes de
faraones coronados con los brazos en cruz.
Luego visitamos las Tumbas de los Nobles, la de Mona y Nakht, y otras cuyo nombre no recuerdo. Los nobles eran escribas y los encargados de recaudar o contar los impuestos. Estaban dispersas por una colina bastante abandonada. Algunas de las tumbas de los nobles no tenían nada que envidiar a las de los faraones. Recuerdo una en particular, con una gran sala con columnas, mucho más grande que la tumba de Tutankhamon.
Las tumbas del Valle de los Reyes permanecieron abiertas desde la antigüedad. fueron visitadas por turistas griegos y romanos. Con la conquista de los musulmanes el valle se sumió en el silencio y el olvido. Muy pocos viajeros europeos harían aparición en el Valle hasta la llegada de la expedición francesa de Napoleón en 1799, cuyo grupo de historiadores exploró y cartografió el lugar por primera vez e incluso identificó algunas tumbas que permanecían olvidadas, como la de Amenhotep III.
Después llegaron
otros arqueólogos como Champollion, Lepsius, Maspero y Carter, entre muchos
otros. Y decían que el Valle de los Reyes tal vez escondía más tesoros desconocidos.
Un lugar lleno de historia y misterio.