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domingo, 13 de febrero de 2022

SAN JUAN CHAMULA

Desde Sancris cogimos una combi o colectivo, las furgonetas compartidas, que por unos pocos pesos nos llevó hasta San Juan Chamula. Estaba a solo 10km de distancia y tardamos media hora. Fuimos un domingo, el día de mercado cuando se montaban los puestos en la plaza. El día estaba nublado y lluvioso. Había puestos de flores, frutas apiladas, hortalizas y algunos gallos y gallinas vivos.

 


Era la población principal de los chamulas, un grupo indígena txotail muy independiente. Decía que era el centro de alguna prácticas religiosas singulares, que había que respetar las sensibilidades locales y que era una visita interesante. Lo fue y mucho.



Los hombres llevaban anchas túnicas de lana negra de borrego para protegerse del frío y la lluvia, y las mujeres vestían faldas largas de lana negra con chales de colores. Pero me llamó la atención que las mujeres usaban chanclas y sandalias, y algunas iban descalzas. Le pedí permiso a una de ellas para fotografiar sus bonitas sandalias de cuero, con adornos de plata y ámbar.






Lo más impactante fue el Templo de San Juan, una iglesia blanca con el arco de entrada pintado de verde y azul, y decorado con aspas, estrellas y círculos El interior era oscuro, sin bancos y con el suelo cubierto de pinaza. Estaba repleto de parpadeantes velas con devotos arrodillados, entre el humo del incienso de copal. Alrededor había imágenes de santos con vestiduras sagradas, encerrados en vitrinas y venerados por grupos de fieles que rezaban ante ellos. En el altar principal estaba San Juan Bautista, al que los chamulas veneraban por encima de Jesucristo.



Algunos fieles sentados en el suelo de pinaza bebían refrescos de cola o naranja, porque se creía que los eructos expulsaban a los espíritus malignos. También bebían pox, el alcohol destilado de caña de azúcar y maíz. Ofrecían velas delgadas, que colocaban directamente en las baldosas de mármol del suelo. Oraban y cuando se derretía la cera unos hombres la retiraban con rasquetas.

Leímos que podía haber curanderos que canturreaban mientras frotaban el cuerpo de los pacientes con huevo o huesos. Eso no lo vimos, pero sí como una mujer restregaba un ramo de hojas sobre la cabeza y los hombros de otra mujer, para limpiar las energías malignas, al estilo chamánico.

Otros hombres oraban en dialecto indígena y ofrecían velas pagadas por los fieles. Vimos un hombre con la túnica de lana de borrego blanca y con un pañuelo blanco en la cabeza. Le pregunté cual era su función y dijo ser un mayordomo de Santa Rosa. Había otros mayordomos e Guadalupe; eran como cofradías o hermandades, que se agrupaban de pie junto a sus imágenes. Los otros fieles estaban arrodillados o sentados.

 


Lo más sorprendente que vimos fue el sacrificio de gallos y gallinas, dentro del mismo templo. El curandero los bendecía sobre las velas. Y los hombres quebraban el cuello del animal, que aleteaba fuertemente en su agonía. Una vez muerto el animal, las mujeres lo metían en bolsas de plástico. Vimos el sacrificio de cinco gallos de ese modo.

Fue un espectáculo ancestral e hipnótico, una ceremonia indígena con siglos de tradición y una atmósfera muy especial. No era un templo habitual y nos sentimos muy privilegiados de poder contemplar aquellas escenas.


lunes, 19 de julio de 2021

MONASTERIOS DE METEORA





Meteora era un valle con peñascos rocosos sobre los que se construyeron varios monasterios en el s.XIV. Albergaron a monjes ermitaños, que huían de los invasores turcos. Todos los monasterios estaban construidos en la cima de altos pináculos de 600m. de altura, con difícil acceso. Parecía imposible que se hubieran construido en aquella época, transportando y elevando los materiales. Los monjes utilizaban cuerdas para acceder a la cima. Con el tiempo, las cuerdas se sustituyeron por escalones tallados en la roca, a partir de 1920. Llegaron a ser 24 monasterios, muchos fueron destruidos en la II Guerra Mundial, y quedaban seis monasterios activos, que podían visitarse, y otros dos abandonados.

Kalambaka y Kastraki eran los pueblos base para visitar Meteora. Llegamos a Kalambaka en un trayecto de cuatro horas de tren desde Atenas. Estuvimos dos días recorriendo el valle, contemplando los monasterios y visitando el interior de cuatro de ellos.



















El Monasterio Agias Triadas o Holy Trinity, era famoso por aparecer en la película “Sólo para sus ojos”, de James Bond. Se subía por una escalera de 130 peldaños y atravesando un túnel en la roca, pero estaba cerrado, en restauración.

Visitamos el Monasterio Mega Meteoron, fundado por San Atanasios, sobre uno de los peñascos más altos, de 613m. Era enorme, con patios ajardinados, balcones de madera, estancias a varios niveles, una bonita Iglesia, museo y cocina. La cocina del s. XVI conservaba todos sus cacharros y vasijas de barro, y un horno de cocción. El Museo mostraba iconos, cruces, cálices, pergaminos y libros antiguos. La Iglesia ortodoxa estaba muy recargada, como todas, con iconos, lámparas doradas colgantes, velas, atriles, sillería labrada y frescos religiosos.
















El Monasterio Agios Stefanos, tenía una bonita iglesia con frescos del s.XIV y un museo religioso con iconos. Desde el exterior vimos el Monasterio de San Nicolás Vandavas, con cuevas excavadas en la roca, estructuras precarias de madera y escaleras colgantes,












El Monasterio Varlaam, de 1518, se construyó sobre una ermita anterior. Su alta torre conservaba las cuerdas con el cesto que utilizaban los monjes como montacargas. Subimos por una escalera tallada en la roca, atravesando túneles excavados. Era el segundo monasterio más grande tras Mega Meteoron. Tenía un museo histórico y religioso con iconos y cuadros de batallas. Nos dijeron que en la actualidad vivían once monjes, con algún trabajador que ayudaba en la cocina y otras tareas. Vimos alguno de los monjes barbados ortodoxos. Eran pocos los que elegían esa vida de soledad y sacrificio. Hasta los años 60 no tuvieron electricidad, y debían ser fríos en los crudos inviernos.





El último que visitamos fue el Monasterio Roussanou, habitado por una comunidad de monjas. Iban vestidas de negro con tocas en la cabeza. Atendían la tienda de objetos religiosos, y elaboraban mermeladas y miel de sus panales, que vimos. Los jardines privados estaban muy bonitos y cuidados, de un verde intenso y con muchas flores. Tenía un gran balcón con vistas espectaculares del valle.














Meteora era un lugar espiritual en una naturaleza espectacular. Merecía ser considerado Patrimonio de la HumanidadHabía que respetar el lugar y por eso se prohibían actividades como la escalada, y la visita con pantalón corto y hombros descubiertos. Paramos en varios miradores con panorámicas espectaculares de las grandes rocas negras rodeadas de verde vegetación y salpicadas de monasterios de tejados rojos, y contemplamos la puesta de sol. Un lugar especial para recordar, una maravilla.


© Copyright 2021 



domingo, 7 de marzo de 2021

LA DANZA DE LOS DERVICHES







Los derviches se reunían cada viernes en un cementerio de Jartum. Fuimos al atardecer. El cementerio tenía pequeñas lápidas de piedra con inscripciones árabes, algunas pintadas de verde claro. Al fondo oímos cánticos. Eran un grupo numeroso entre los que tocaban unos panderos y cantaban, los que bailaban y los espectadores. Estaban junto a dos bonitos templos verdes con cúpulas. Los hombres vestían sus largas túnicas blancas y turbantes o casquetes musulmanes. Nos unimos al grupo y contemplamos extasiados la ceremonia. Parecía festiva, pero tenía sentido religioso, sin ser solemne. Decían que cuando llevaban horas cantando y bailando era cuando entraban en trance y giraban.

Los derviches eran un grupo religioso musulmán sufí, de carácter ascético o místico, con origen en el s.XII. En Turquía habíamos tenido oportunidad de ver a los derviches giróvaros, que giraban sobre si mismos con sus faldas al vuelo.



Además de los derviches había un par de santones con rastas y ropajes verdes, niños y un grupo de mujeres con velos de colores. Las mujeres ululaban de vez en cuando, animando los cánticos. Los espectadores se balanceaban al ritmo. Una mujer mayor salió al centro del corro bailando rítmicamente y poniendo los ojos en blanco. Otros hombres bailaban sonriendo, levantando los brazos, les ponían billetes bajo el turbante y bailaban sin que se les cayeran. Estuvimos absortos contemplando la ceremonia, entre la muchedumbre. Fue nuestra despedida del viaje por Sudán.





 



domingo, 7 de febrero de 2021

EL TEMPLO DE LOS PINÁCULOS



 















Desde Jeonju fuimos en bus a Jinan, y allí cogimos un taxi hasta el  Parque Maisan.  Era boscoso y muy agradable para caminar con pasarelas de madera y escaleras. Llegamos a un lago rodeado de macizos de flores rojas. Tenía un kiosko acristalado que ofrecía servicio de bar, y barcas en forma de cisne.

En el Parque Maisan estaba el curioso Templo Tap Sa. Tenía 80 pináculos de piedras apiladas por el místico budista Yi Kapmyong, que vivió entre 1860 y 1957.  Los altos pináculos salpicaban la montaña formando un conjunto bastante surrealista. Sus diferentes niveles estaban comunicados por escalones de piedra, con templos y Budas alrededor. El Budismo es la segunda religión que se profesa en Corea del Sur, después del cristianismo. Los devotos coreanos peregrinaban en el laberinto de pináculos y hacían sus ofrendas. Un bonito entorno y un lugar especial.






































© Copyright 2021 Nuria Millet Gallego