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domingo, 12 de febrero de 2023

JEDDAH, LA CIUDAD DE LOS BALCONES

Jeddah, o Yeda, fue nuestra primera etapa en el viaje por Arabia Saudí. Era una ciudad con encanto a orillas del Mar Rojo. Nos alojamos en su casco histórico Al Balad. Era un laberinto de callejones con casas hechas con piedra coralina y balcones con celosías de madera llamados masharabiya, pintados de colores marrón, verde, azul o naranja. Además de estéticos, permitían ver lo que ocurría en la calle manteniendo la privacidad, sobre todo de las mujeres árabes, y dejaban pasar el aire para refrescar el interior de las casas. Admiramos la gran variedad de balcones y celosías, era un gusto pasear por sus calles. Un merecido Patrimonio Mundial.


Había varias puertas históricas, con arcos de piedra, como la Bab Makkah, Bab Sharif o Bab Abu Inabah, las antiguas entradas a la ciudad árabe. 



Quisimos visitar la casa museo Nassif, pero estaba cerrada, aunque en Google constaba como abierta. Fue construida a finales del s.XIX para Omar Nasseef Efendi, gobernador de Jeddah, y en ella vivió el rey Abdul Aziz, padre fundador del país. Era conocida como la “Casa del Árbol”, por su gran árbol de neem que fue el único en Jeddah hasta la década de 1970.

La Matbouli House era otra de las casas-museo históricas. Estaba más deteriorada y en proceso de restauración. Tampoco pudimos visitarla; nos hubiera gustado ver sus techos de madera y los viejos gramófonos y teléfonos que albergaba. 


Curioseamos las tiendas del zoco Al Alawi y el mercado beduino. Las tiendas tenían portones de madera y cerraban varias veces al día por las horas de oración. Muchas eran de dátiles y frutos secos, otras de perfumes, jabones, miel, lámparas de latón, joyas de oro o de textiles y venta de abayas.

Los lugares de interés en la ciudad estaban a gran distancia. Fuimos en Uber hasta la Meaquita Al Rahma, a 12km del centro histórico. Era conocida como la Mezquita Flotante, por estar construida sobre unos pilares y parecía flotar sobre el Mar Rojo. Se inauguró en 1985 y estaba pintada de blanco, con una cúpula verde y un estilizado minarete. Sus arcos de herradura eran muy fotogénicos. El blanco deslumbrante contrastaba con el mar verdoso. La gran sala circular era muy luminosa, con ventanas abiertas al mar. Tenía una alfombra verde, estanterías con coranes y mosaicos andalusíes.




Al atardecer fuimos al Paseo Marítimo la Corniche, junto al Mar Rojo y con mucho ambiente. La brisa aliviaba el calor. Había kioscos y cafés modernos lujosos, como el del Yatch Club. La King Fahd Fountain tenía un chorro que se elevaba 200m de altura, pero el día que fuimos no funcionó. Las familias paseaban y los niños correteaban como en cualquier lugar del mundo. Grupos de mujeres se sentaban en los bancos del paseo o sobre pañuelos en la hierba, tomaban té y hacían pequeños picnics. El viento agitaba las abayas negras de las mujeres y las túnicas blancas de los hombres. Disfrutamos varios días de la ciudad, fue un gusto pasear por sus calles.




miércoles, 18 de septiembre de 2013

BRINDIS EN GEORGIA


 
Un pequeño pueblo de tejadillos rojos y casas bajas, entre viñedos y altos cipreses. Podría ser la Toscana, pero estábamos en el Cáucaso, en Georgia. De Sinaghi decían que era la población más bonita de la región vinícola de Kakheti. Estaba repleta de arquitectura de los s. XVIII-XIX con aire italiano y conservaba restos de su antigua muralla. Las casas tenían balcones de madera labrada que formaban filigranas, eran como encajes de carpintería.
 




La zona estaba llena de bodegas que ofrecían degustación de vinos. Hasta los monjes tenían tradición de elaborar vino en las bodegas de sus monasterios, como la famosa Catedral de Alaverdi. Fue construida en el s. XI y con sus 50m. de altura fue la construcción más alta en Georgia durante milenios.  Todavía era el principal centro espiritual de la región de Kakheti. Estaba amurallada y rodeada de vides, pero las bodegas del monasterio no podían visitarse.





El vino fermentaba en los llamados qvevri, recipientes de arcilla subterráneos que podían alcanzar los tres metros de profundidad y almacenar el equivalente a 1300 botellas de vino. Como fuimos en la época de la vendimia tuvimos oportunidad de ver los viñedos repletos de racimos, y el pisado de las uvas en un tronco vaciado. Recogimos en una copa el primer mosto, de un fuerte sabor dulzón.


© Copyright 2014 Nuria Millet Gallego