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martes, 4 de junio de 2013

EL BESO DEL HIPOPÓTAMO






Imaginar dos hipopótamos frente a frente. Se rozan, abren sus bocas, parece que se besan. Pero en realidad se están retando, se enfrentan, o juegan, quien sabe. Sus bramidos pueden expresar ambas situaciones. Enseñan sus colmillos amarillentos. Tal vez es una rivalidad por una hembra. Y nosotros somos los espectadores curiosos.





Desde el barco que partía del embarcadero de Santa Lucía, los contemplamos. Estábamos en el Parque de los Pantanos Santa Lucía en Sudáfrica, considerado Patrimonio de la Humanidad. En las orillas había grupos de hipopótamos con sus crías, tomando el sol y descansando. Tenían aspecto de elefantes y eran pesados y lentos, aunque leímos que podían correr. Su piel parecía lisa y áspera, aunque era suave. Podían pesar entre 1,5 y 3 toneladas, y pese a su apariencia imponente y fiera eran herbívoros.





Abrían sus grandes y rosadas bocas uno frente al toro, y se sumergían con un bramido curioso, como un fuerte croar de ranas. Más allá encontramos un grupo de veinte hipopótamos medio sumergidos. Estábamos muy cerca, con el motor detenido, y se distinguían sus ojos saltones con la piel más rosada alrededor y las orejas. Dejaban asomar el lomo grisáceo por encima de la superficie del agua, y nadaban. Estaban bastante activos. Algunos tenían crías pequeñas a su lado y se mostraban protectores. Nos dejaron observarles un buen rato y después caminaron lentamente hacia el interior, a resguardarse de las miradas ajenas.

 

© Copyright 2013 Nuria Millet Gallego