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domingo, 31 de agosto de 2014

DETALLES TIBETANOS


 
Las mujeres tibetanas tradicionales llevan un peinado con diminutas trencitas anudadas en la espalda y sujetas por pasadores de plata con adornos de pedrería. Algunas llevan el pelo untado con mantequilla de yak, y trenzado en 108 tiras finas y largas. Según leímos, el 108 es un número sagrado para los budistas.

El coral rojo y la turquesa, que utilizan en los pasadores y cinturones, son piedras autóctonas. En los puestos de artesanía de Lhasa se venden muchas de estas joyas, que adornaron en sus mejores tiempos a las mujeres nómadas tibetanas.

 
 


Los niños llevan una abertura en el trasero del pantalón para que hagan sus necesidades sin mancharse la ropa. Algunos llevaban pañales que se veían a través de la obertura. Encontré uno de ellos en una calle, y seguí a la madre y el hijo entre la muchedumbre, pero me resultó difícil conseguir la fotografía entre el gentío, y la logré pero borrosa. Habíamos visto aquello en otros países asiáticos, pero en el clima frío del Tibet nos sorprendió más.


 


 

En los mercados tibetanos pueden verse esqueletos de animales colgando y aireándose en espera de comprador. La carne de yak, seca y de sabor fuerte, es la más gustosa, pero no se suele servir mucha cantidad en las raciones habituales. El consumo de carne de los tibetanos es reducido comparado con el de un occidental. Siglos de carencias y austeridad todavía son determinantes en su dieta.


 
 

Las mesas de billar están en las calles al aire libre. Hay una auténtica afición por este juego, introducido por los chinos. Por la noche las tapan con un plástico sujeto con piedras, que las protege algo del polvo y de las escasas lluvias. Los niños eran unos entusiastas espectadores.

 
 

© Copyright 2010 Nuria Millet Gallego


sábado, 25 de agosto de 2012

DETALLES DE MONGOLIA

Un supermercado asiático puede ser un sitio tan bueno como cualquier otro para encontrar curiosidades que nos hablen de los hábitos de los habitantes del país. En las estanterías había abundante oferta de diferentes marcas de Vodka como la llamada Chinggis, en honor del mítico héroe nacional Genghis Khan. El alcoholismo, aunque ha disminuido, continúa siendo un problema entre la población de Mongolia, del mismo modo que en la vecina Rusia, de donde es originaria esta bebida de alta graduación.



El complemento del atuendo tradicional, tanto en hombres como en mujeres, son unas botas altas de cuero repujado con adornos coloridos. Eran bonitas y elegantes, y daban singularidad a sus portadores.




La religión mayoritaria es el Budismo. Los fieles se arrodillan y tocan el suelo con la frente en señal de devoción y respeto. Para facilitar la postura y no ensuciarse, en los templos hay plataformas de madera en la que los fieles rezan, del mismo modo que los peregrinos tibetanos.



Las puertas rojas de los monasterios tienen como picaportes a leones de bronce dorado, guardianes de los templos. De sus bocas cuelga un aro con un pañuelo azul, el color tradicional del país, que representa el color del cielo y está presente en la bandera nacional. El azul también es símbolo de eternidad y lealtad.

 
Un águila con las alas desplegadas puede medir dos metros de longitud. Esta la encontramos en Karakorum, en los alrededores del templo Erdene Zuu. Desde tiempos inmemoriales, en Mongolia las adiestran y las utilizan para la caza de aves. Un espectáculo digno de verse.
 
© Copyright 2012 Nuria Millet Gallego
 

domingo, 31 de octubre de 2010

CURIOSIDADES CHINAS



 
En nuestro viaje por China encontramos estas coloridas sillas de mimbre transportadoras de bebés. No eran muy ergonómicas, pero los niños parecían sentirse a gusto trasladándose en las espaldas de sus madres o abuelas.
 




Este era el equipo de incendios en épocas antiguas. Palas y cubos para el agua, para combatir el fuego, colocados con una cuidada simetría. Los encontramos en una de las casas museo, propiedad de un mercader rico, de la ciudad de Pingyao, que era Patrimonio de la Humanidad.

 

El Estadio Olímpico de Beijing (Pekin), conocido como El Nido por su estructura de entramado metálico de acero, que recuerda esa forma. Los recién casados se hacían fotos ante el estadio.



Una destilería de vinos y licor de arroz, con grandes tinajas de cerámica esmaltada con caracteres chinos. Encontramos muchas de ellas, esta es de la ciudad de Fenghuang.
 
 
 
Y para terminar, la sonrisa de las tejas milenarias de la ciudad de Xian, la de los guerreros de piedra. ¿Por qué sonreirán? Tal vez puedan ser un símbolo de la nueva China.
© Copyright 2010 Nuria Millet Gallego

viernes, 23 de abril de 2010

DETALLES JAPONESES

 





En uno de los viajes en tren por Japón vi a una chica con zapatos rosas, con los tacones en  forma de corazón. No hace falta decir que no paré hasta conseguir fotografiar un calzado tan peculiar y de  comodidad dudosa.

Otra chica combinaba medias negras hasta la rodilla con un gran lazo rosa, en puro estilo lolita, aderezado por otros complementos.

Las camareras de algunos bares ofrecían propaganda callejera vestidas de conejitas o sirvientas, con medias, lazos y delantales. Los bares o cafés de sirvientas (meido café) proliferaban en Tokio. Incluían actuaciones musicales en directo y atención por una sirvienta que llama ojo-sama o goshujin-sama (ama/amo) También había “bares de chicos” con fotografías en el exterior. Era la ley del mercado, de la oferta y la demanda. Un loco afán por disputarse todo tipo de clientela, de la que no quise formar parte.




Las tazas del W.C tenían un mando lateral que podeis ver en la foto (casi parecía el mando del asiento de un avión) y que ofrecía posibilidades dignas de sibaritas. Por ejemplo un bidé incorporado con chorros a presión directos a la intimidad del usuario. Y un dispositivo que mantenía el asiento caliente y que podía graduar la intensidad. Muy práctico para los inviernos fríos.



El llamado tren bala Shinkansen, el tren de alta velocidad tenía el morro en forma de pato o delfín, según el modelo. Podía alcanzar velocidades de 300km/h, más rápido que nuestro AVE. En el tren los revisores y las camareras saludaban con una reverencia cada vez que entraban y salían del vagón. No se saltaban ni una reverencia, aunque hubiera pocos pasajeros y nadie les mirara. En la televisión, los presentadores de los noticiarios y otros programas también saludaban con una reverencia, una muestra de respeto y herencia de la cultura tradicional.

Japón era mucho más que estos pocos detalles, pero me apetecía reunirlos aquí, como una curiosidad del país que me atrapó, metafórica y literalmente.


© Copyright 2010 Nuria Millet Gallego

jueves, 22 de abril de 2010

LA SONRISA DE LAS GEISHAS


Por delante.. .Y por detrás...Encontramos estas jóvenes geishas en el barrio de Gion en Kyoto. Tal vez eran aprendizas, las llamadas maiko. Las seguí unos metros hasta preguntarles en japonés si podía hacerles alguna foto. El “onegai shimas” (por favor) de la occidental curiosa  fueron las palabras mágicas. Se pararon amablemente y posaron con paciencia, creo que aprovecharon para escrutarme y saciar su curiosidad conmigo, mientras yo miraba maravillada por el objetivo.

Su maquillaje blanco impoluto destacaba sus rostros perfectos, sus pómulos y labios carnosos. Eran preciosas, con una belleza de otro tiempo. Llevaban moños con el pelo empolvado, adornado con flores y colgantes. Los kimonos tenían un cinturón ancho abultado en la espalda, que llamaban obi, y calzaban sandalias de madera con calcetines blancos. El maquillaje formaba un dibujo en la nuca, mostrando el verdadero color de la piel. Era uno de los múltiples detalles de su cuidado atuendo.
 

 
Por la noche volvimos a verlas. Estaban en un restaurante acompañando a sus clientes trajeados. La escena podía verse perfectamente porque era un segundo piso, la habitación estaba iluminada y los paneles de madera descorridos. Primero los vimos cenando sentados. Luego una geisha tocó el shamishen, una especie de laúd tradicional del s.XVI. Otra geisha bailó con un abanico, con movimientos lentos. De su figura destacaba el gran moño negro, y el kimono de anchas mangas.
Había leído que cada vez era menos frecuente ver geishas, que era un oficio en extinción; apenas quedaban unas cien en la ciudad de Kyoto, y unas mil quinientas en todo Japón. La crisis económica del país en los años 90, los altos precios de los kimonos (que pueden llegar a costar hasta 10.000 euros) y los cambios en la sociedad japonesa eran las principales causas. Las jóvenes dan la espalda al oficio de geishas y prefieren otras opciones de la vida moderna. Pero las sonrientes y misteriosas geishas que encontré no pensaban así.
 

 
 

© Copyright 2010 Nuria Millet Gallego