sábado, 26 de mayo de 2012
LA ESCUELA HIMBA
lunes, 16 de octubre de 2006
HIMALAYA, MONASTERIOS Y CASCADAS
Desde Pelling
hicimos una excursión en jeep recorriendo las montañas de alrededor. Vimos los picos
nevados del Himalaya. El sol iluminaba las cumbres blanquísimas y se
distinguían las aristas que formaba la nieve, dejando sombras en la ladera. El
blanco luminoso contrastaba con el azul del cielo. Cruzamos algún puente
colgante muy bonito, sobre el río de aguas verdes. Cataratas, lagos y monasterios
fueron el resumen del día.
El Lago Kchecheolpari
estaba rodeado de montañas y repleto de banderolas de oración. Las banderolas
más viejas, desgastadas por el tiempo y la climatología, se mezclaban con las
de colores vivos. Era un lugar muy tranquilo. Un entarimado de madera con
ruedas de oración a ambos lados, conducía a un pequeño mirador. Durante el
Festival de Luminarias toda la superficie del lago se llenaba de lamparillas de
mantequilla flotantes.
En el pueblo de Yuksom vimos el lugar llamado Trono de la Coronación, donde tres lamas tibetanos coronaron al primer chogyal de Sikkim en 1641. Eran tres piedras con inscripciones, frente a las que había una gran stupa blanca.
Dentro del recinto había una pequeña escuela de monjes. Los niños no tendrían más de cinco años. Estaban sentados en el suelo sobre cojines granates, con sus libros delante y atendiendo al maestro, que nos dejó fotografiarlos. Luego los alumnos siguieron con su recitado en voz alta.
Vimos tres cascadas.
Las más altas eran las cascadas de Khanchendzonga, la seguían las cascadas de
Pharmong. El chorro caía con fuerza entre la verde vegetación y nos empapaba el
vapor de agua. Eran realmente bonitas.
Fuimos al Dubdi
Gompa, el monasterio más antiguo de Sikkim, de 1701. La última etapa fue el
Tashiding Gompa de 1661. Estaba sobre una colina, a 2,5km de ascensión
escarpada. Llegamos casi sin fuerzas para hacer girar las ruedas de oración. Los
murales interiores eran bonitos y estaban bien conservados. En este monasterio
nos dejaron subir al piso de arriba, donde un grupo de hombres se dedicaba a
enrollar papel en forma de cilindros, posiblemente para escribir oraciones.
Regresamos a Pelling cansados y contentos del día por las montañas del
Himalaya.
sábado, 14 de mayo de 2005
EL ARCHIPIÉLGAGO LOS ROQUES
El archipiélago Los Roques de
Venezuela tenía el arrecife de coral más grande del Caribe. Era Parque
Nacional Maríno, formado por un conjunto de islas y cayos de las Antillas
Menores. Llegamos en una avioneta de 19 plazas de la compañía Aerotuy. La vista
del archipiélago de islas coralinas desde el cielo era precioso. El
vuelo fue suave, sin turbulencias, aunque otros viajeros nos habían contado
historias sobre incidencias por los fuertes vientos. Aterrizamos en la Isla
Gran Roque, la única habitada. El aeropuerto era mínimo, con una torre de control
que parecía casi provisional.
En la isla había poca vegetación, pero
algunas palmeras y árboles de poca altura ofrecían sombra, y daban un toque de
verdor. El pueblo lo formaban tres calles arenosas, paralelas al mar,
con casas de colores de planta baja. Subimos al Faro de la colina, para
contemplar las vistas. Luego dimos un paseo y vimos bastantes niños en una escuela.
No había vehículos de ningún tipo y las calles eran de arena, se podía ir
descalzo todo el día. Las casas eran bonitas, con porches y plantas, y algunas
estaban adornadas con barcas en las puertas. La mayoría de las casas eran de
estilo marinero, y quedaban algunas casas coloniales con rejas en las ventanas.
Era un lugar bonito y tranquilo.
Las playas de arena blanca eran preciosas.
El color del mar Caribe era una combinación de franjas azules y verde
transparente. Disfrutamos de los baños y de la puesta de sol. Contemplamos el
espectáculo de los pelícanos que se lanzaban en picado al mar para
atrapar los peces. Vimos como se les ensanchaba el cuello al tragar. Algunos
parecían kamikazes, y vimos uno que en la rapidez de la bajada chocó contra el
lateral de una barca. Nuestra presencia cercana les era indiferente, debían
estar acostumbrados y no huían. Al día siguiente alquilamos una barquita para
hacer excursiones por otras islas del archipiélago.
miércoles, 4 de noviembre de 1998
LA ESCUELA ETÍOPE
Todos tenemos límites en nuestra libertad. Occidente también los tiene. Pero todo es cuestión de geografía. Una vez leí que los derechos humanos eran cuestión de geografía. Y la educación es el pasaporte para cambiar de vida. Sí, todo es cuestión de geografía.
jueves, 5 de diciembre de 1996
EL MONASTERIO DEL LAGO Y LA ESCUELA
En el centro del lago Inle
había una isla donde estaba el Monasterio Nga Pha Kyaung,
construido en madera sobre pilotes, tipo palafito. En su sala principal había
una colección de imágenes de Buda de estilo san, tibetano y bagan. Hablamos con
el abad, que nos pareció muy joven para su cargo; nos explicó que había pasado
un examen para serlo. Estaba pintando una mandala en una pizarra en el suelo.
Tenía todos los botes de pintura por el suelo, y se inclinaba a dibujar
mientras le observaba uno de los monjes. Nos mostró la biblioteca, con alguno
de los libros sagrados del monasterio. Las tapas de los libros eran de madera
de teca, con los bonitos caracteres birmanos redondeados.
Había varios gatos por
allí y los monjes les habían enseñado a saltar por el aro. Ya se conocía como
el monasterio de los gatos saltadores. Nos hicieron una demostración en un
rincón, donde se colaban los rayos del sol.
En el monasterio vivían
sólo cinco monjes, en la época que fuimos. Nos invitaron a tomar té y nos
enseñaron sus habitaciones, con vistas al lago. Tenían cortinillas naranjas en
las ventanas y almanaques con paisajes de otros países en las paredes. Como mobiliario,
camas con dosel y mosquiteras, y un armario donde guardaban los libros. Una
pasarela de madera sobre pilotes en el lago comunicaba con otras habitaciones.
Allí tenían unas hamacas donde nos tendimos a tomar el sol, charlar con los
monjes y disfrutar de la paz del monasterio del lago.
En otro monasterio encontramos una escuelita de monjes. Los pequeños monjes vestían sus túnicas granates y azafrán, con el brazo al descubierto. Los estudiantes escribían aplicadamente en sus pizarras negras, en sentido vertical. Un maestro tenía a su alumno abrazado por detrás, mientras le enseñaba la escritura. Alteramos un poco el orden de su clase. Una escena inolvidable.