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domingo, 28 de febrero de 2021

JARTUM Y SUS MERCADOS



Jartum (o Khartoum), la capital a orillas del río Nilo, fue nuestra entrada en Sudán. Es una gran ciudad africana de más de ocho millones de habitantes, con museos, cafés y restaurantes, avenidas arboladas, edificios bajos y un discreto skyline a orillas del río, en el que destaca el edificio ovalado del Hotel Corinthia. Pero también mantiene el estilo árabe, en sus mezquitas y sobre todo en sus coloridos mercados. Cruzamos el río para ir a Omdurmán, la antigua capital del país. 

Primero vimos el mercado de pescado, un recinto no muy grande, al aire libre. Exhibían los pescados en cestas y sus escamas brillaban al sol. Algunos tenían básculas antiguas. Los hombres vestían sus largas túnicas blancas tradicionales con turbantes, y las mujeres sus vestidos estampados con velo.




El mercado de Omdurmán fue el más animado y colorido que vimos en el viaje. Más adelante nos gustó mucho el de Karima. Nos gustaron especialmente los puestos de hortalizas, las carnicerías con sus piezas colgando, las pirámides de grano, dátiles y otros frutos secos. Compramos cacahuetes tostados. La gente nos acogía con simpatía y amabilidad.






El llamado Al Mogran es el punto de encuentro entre el Nilo Blanco y el Nilo Azul. El Nilo con sus 6.853km es el mayor río de África y el segundo del mundo tras el Amazonas. Fertilizaba las áridas tierras del país, transformándolas en franjas de verde vegetación y cultivos.  

Visitamos la Tumba de Mahdi, el héroe nacional que derrotó al coronel británico Charles George Gordon en el asedio de Jartum. La historia completa la cuenta la película “Kartum”, con Charlton Heston en el personaje de Gordon y Laurence Olivier como Mahdi. Era un bonito edificio amarillo con tres cúpulas plateadas, entre jardines.

En la ciudad se ven muchos tuk-tuks, los motocarros que también se utilizan como transporte en Asia. El viaje por Sudán acababa de empezar.









domingo, 7 de febrero de 2021

EL ENCANTO DE JEONJU

 



Una de las poblaciones coreanas con encanto era Jeonju, con más de 800 hanok, las casas coreanas tradicionales de madera con tejadillos triangulares. Tenían un sistema de calefacción bajo el suelo para mantenerse cálidas en los crudos inviernos. Nos alojamos en una de esas casas tradicionales. El pueblo era muy coqueto con casas bajas, puertas de madera adornadas con hierro, y rodeadas por árboles, macizos de flores y tinajas en patios interiores ajardinados. 

El barrio histórico estaba junto al río. Callejeamos entre casas de té, de dulces, artesanía, floristerías, heladerías, galerías y talleres artesanales. Fue el lugar de nacimiento de la dinastía Joseon, y allí se celebraba el Festival Internacional de Cine. Visitamos varios museos: el Museo del Papel, el Museo del Vino, de la Caligrafía y otro de cámaras fotográficas.

 




En un ambiente festivo las mujeres vestían el hanbok, el traje tradicional con miriñaques y faldas abultadas de gasa o seda, de colores y floreadas. Los hombres iban conjuntados con sus parejas, con túnicas largas y altos sombreros negros. Las tiendas alquilaban esos trajes para los turistas coreanos. El atardecer tiñó las casas de color miel. Las calles eran un festival de color y parecía que habíamos retrocedido a los tiempos históricos de la dinastía Joseon.








Visitamos las Academias Confucianas Hyangyo, las escuelas de barrio fundadas por aristócratas en el s. XVI para preparar a sus hijos para el seowon, el examen gubernamental más importante. Eran pabellones entre patios rodeados de jardines boscosos. En uno de ellos se mostraban los pupitres con tablillas, presididos por una imagen de Confucio. Fueron consideradas Patrimonio de la Humanidad. Nos gustó pasear por aquellos recintos llenos de historia.





































© Copyright 2021 Nuria Millet Gallego

 


viernes, 28 de febrero de 2020

SANTO DOMINGO

Cuando viajamos a República Dominicana en febrero de 2020 no imaginamos que una pandemia mundial iba a interrumpir la vida y los proyectos de tanta gente, ni las consecuencias que tendría. Pero eso es otra historia.

La capital Santo Domingo era una de las ciudades coloniales más antiguas y mejor conservadas del continente, fundada en el s. XVI. Era Patrimonio de la Humanidad. Callejeamos por su casco histórico. En la Plaza España visitamos el Alcázar Virreinal de Colon, el gran Palacio donde vivió Diego, el hijo de Colón. Tenía grandes arcos. Nos sorprendió porque tenía muchas estancias con mobiliario original del s. XVI y muchos objetos. Había candelabros, armarios, vasijas y calderos en la cocina, los dormitorios de don Diego y su esposa con camas con dosel, el despacho, y bonitas galerías grandes con vistas al río Ozama.



Las calles tenían encanto y los edificios albergaban pequeños museos. Visitamos el Museo del Ron y la Caña. Tenía alambiques antiguos de cobre y objetos que utilizaban para la destilación. Había fotos de los ingenios de caña de azúcar, de la que se obtenía el ron, y menciones al trabajo de los esclavos, que permitió la producción. Para elaborar el ron primero prensaban la caña, hervían la pulpa en grandes caleros para obtener la melaza y la dejaban reposar unos días.

En el Museo del Ámbar explicaban que el ámbar no era una piedra ni un mineral, sino una resina fósil acumulada de forma anormal por circunstancias climáticas. Tenía millones de años de antigüedad y en República Dominicana se había hallado mucho ámbar. El museo exhibía muestras de ámbar fósil donde se habían quedado atrapados insectos, hojas de plantas y flores. El color era precioso, translúcido, variaba del amarillo, al anaranjado y rojo oscuro, según el reflejo de la luz y la densidad de los insectos atrapados. También vimos Larimar, la piedra azul cielo, autóctona de la República Dominicana.




Luego visitamos el Museo de las Casas Reales, con sala de música, del trono y Audiencias, sala de los Juzgados. Seguimos por la calle Isabel la Católica hasta el Parque Colon, con grandes higueras de Indias, árboles nudosos que ofrecían sombra. 

En la plaza estaba la Catedral Primada, la más antigua del continente; la primera piedra la puso en el s. XVI Diego Colon. La bóveda era gótica, los arcos románicos y la ornamentación barroca. Nos gustó su piedra arenisca dorada, como la del Alcázar y las Casas Reales. Leímos que era piedra coralina, porosa con restos de fósiles, y pudimos comprobarlo in situ.






Seguimos callejeando y vimos el Fuerte y Capilla Santa Bárbara, la patrona de los militares. Era una capilla castrense con bonito interior con arcos. Como curiosidad encontramos el Sabina Bar, dedicado al cantautor Joaquín Sabina. En el exterior tenía una estatua suya, con el inconfundible bombín.




La Fortaleza Ozama del s.XVI era el edificio colonial más antiguo. Fue guarnición militar y prisión. Estaba construida con piedra coralina entre blanca y dorada, como la Catedral y otros edificios. Subimos a la Torre del Homenaje para contemplar las vistas de 360º de la ciudad, con el río Ozama, el Puerto y el mar Caribe.

El Polvorín estaba en el edificio Santa Bárbara, la patrona protectora de los militares. En la esplanada se exhibían varios cañones coloniales oxidados, que defendieron la ciudad. En la entrada de la Fortaleza estaba la estatua en bronce de Gonzalo Fernández de Oviedo, que escribió “La Historia General y Natural de las Indias”.




Otro día visitamos el Museo de la Familia Dominicana, en la Casa de Tostado, construida en el s. XVI. Reflejaba el estilo de vida de una familia bien en el s. XIX-XX, con muebles, adornos y objetos que pertenecían a diferentes generaciones. Había dormitorios, biblioteca, salón de música, comedor, sala de costura y cocina con sus utensilios y horno de carbón. Nos encantaron las galerías de los porches y los patios con jardines tropicales con plantas exuberantes. Fue una visita muy completa e interesante. Como los días que pasamos en la preciosa Santo Domingo.

martes, 15 de octubre de 2019

TIMBHU, LA CAPITAL DEL REINO

Timbhu era la capital del reino de Bután. Los edificios tenían puertas y ventanas de madera tallada, y la fachada decorada con dibujos de animales: tigres, carneros, dragones y serpientes.

En una rotonda había un guardia urbano uniformado y con botas blancas, dirigiendo el tráfico. Decían que era el único "semáforo" del país.





 

El traje tradicional de los hombres era el “go”, una especie de batín corto de cuadros, que llevaban con calcetines largos y zapatos. Todos los funcionarios y los que trabajaban para el turismo debían vestir por ley el traje tradicional. Las mujeres vestían la “kira”, una chaquetilla de seda y falda larga.

La Biblioteca Nacional conservaba textos y manuscritos budistas antiguos. El edificio era bonito, en el primer piso estaba la biblioteca de consulta de libros, con poca gente. En la planta superior estaban los libros sagrados, rectangulares, con tapas de madera y cubiertos con telas amarillas y verdes para protegerlos, como en las bibliotecas de los monasterios budistas. No pudimos fotografiarlos.


 

Visitamos la Escuela de Artes y Oficios entramos en clases donde los alumnos trabajaban la madera, piedra, metales y textiles. Dibujaban, esculpían la piedra con cincel, tallaban la madera o bordaban y cosían con máquinas Singer o de marcas chinas. En cada aula había un panel con los nombres de los alumnos y emoticones para expresar su evolución. Nos dijeron que todas las clases eran gratuitas. La educación y la Sanidad en Bután eran gratuitas. 

                                



          

Por la tarde visitamos el Museo Folklórico, una casa tradicional en tres niveles: la planta baja para el ganado (vacas y cerdos), la segunda para la familia, con cocina y dormitorios, y la tercera para almacén de granos y provisiones. El museo reunía toda una colección de objetos tradicionales, textiles y calzado. Interesante. Y para acabar el día vimos una competición de tiro al arco, el deporte nacional en Bután.