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jueves, 10 de septiembre de 2015

NAVEGANDO EN EL ROCKET



 

El Rocket era un mítico barco inglés antiguo, de vapor con rueda de paletas y con cabinas con paneles de madera y alfombradas. Fue construido en los inicios del s. XX y se llamó así porque era el más rápido en la época (Rocket significa cohete), aunque en la actualidad era más lento que los ferrys modernos. Quedaban cuatro de esos barcos.

Nos informamos en las oficinas del muelle de la BITWC (Bangladesh Inland Waterways Transport Corporation). El barco partía de Dakha a las seis de la tarde, paraba en Barisal a las seis de la mañana y continuaba hasta Hulahart. Nosotros queríamos hacer la última parte del trayecto para ver el paisaje diurno. Pero cuando llegó el barco al muelle comprobamos que no era  el Rocket de madera. Preguntamos y nos dijeron que también lo llamaban Rocket. Total, que nos quedamos con las ganas de navegar en el barco histórico. Aviso a navegantes: confirmar si se trata del auténtico Rocket inglés. Las fotos las tomamos en el Rocket atracado en el muelle de la capital.






El paisaje de las orillas tenía tramos de vegetación espesa y altas palmeras, campos y casas con la ropa de colores tendida. Nos cruzábamos con numerosas canoas de remo o motor, transportando gente, mercancías o pescando. El río arrastraba islotes verdes de plantas acuáticas que formaban grandes manchas verdes en el agua.

Nuestro Rocket era de metal blanco y tenía tres pisos: cubierta inferior de tercera clase, camarotes y cubierta superior. Despertamos una expectación enorme entre los pasajeros que continuamente nos pedían posar para su móviles, solos y con ellos y sus familias. El trayecto de Barisal a Hulahart duró unas cuatro horas y disfrutamos del paisaje y del paisanaje. En Hulahart cogimos un rickshaw hasta la estación, y allí un bus a Bagerhat, que tardó una hora. La ciudad histórica de Bagerhat nos esperaba.

 
 

© Copyright 2015 Nuria Millet Gallego


miércoles, 7 de abril de 2010

EL TSUNAMI Y LA BAHÍA DE MATSUSHIMA






Un año antes de que sucediera estuve en Japón en la zona afectada por el terremoto y el posterior tsunami. Dormimos en Sendai,  y al día siguiente subimos a un tren que en media hora nos llevó a la Bahía de Matsushima. Decían que era una de las tres mejores vistas de Japón, considerada Patrimonio de la Humanidad. Tenía “unas 250 islas cubiertas de pinos moldeados por el viento y sus formaciones rocosas modeladas por el incesante golpeteo de las olas han dado como resultado espectaculares monumentos creados por las fuerzas de la naturaleza”. Así la describía la guía.


Aquel día la bahía estaba envuelta en brumas y con el cielo gris y lluvioso. Cogimos un barco, como el que fue engullido por las olas, para recorrer la bahía. Miraras donde miraras aparecían peñascos rocosos de formas irregulares. Una de ellas tenía cuatro arcos horadados por las olas. Lo curioso de las rocas es que habían crecido muchos árboles sobre ellas formando un manto verde. 



 
Frente a la bahía estaba el recinto del templo zen Zugain-ji. Era un bosque de altos cedros con cuevas naturales convertidas en altares. En las oquedades habían colocado figuras de Budas. Todo aquello, todo lo que muestran estas fotos, ha quedado arrasado. Poco pudieron hacer los dioses frente a las fuerzas de la naturaleza.
Lamento la magnitud de lo sucedido y espero que todos los afectados reciban la ayuda necesaria ante este desastre natural.
 


 

© Copyright 2010 Nuria Millet Gallego

lunes, 26 de noviembre de 2007

NAVEGANDO POR LOS CANALES CHILENOS

 

Desde Punta Arenas embarcamos en el Evangelistas, de la naviera Navimag, un barco de carga que transportaba ganado y pasajeros. Embarcamos a la una de la madrugada y nos pusimos a dormir. Pasamos por el Estrecho de Magallanes y a las siete nos despertó la megafonía informando de que pasábamos por La Angostura, el paso más estrecho de todo el trayectoSalimos a cubierta y disfrutamos de un paisaje espectacular con montañas nevadas, reflejándose en la superficie del agua.


La tripulación nos informó de que íbamos a recorrer 1.500km en los tres días de travesía por los Canales Chilenos en el Océano Pacífico. Pasamos por el Golfo del Almirante Montt y a lo largo del día por los canales de Santa María, el estrecho Collingwood y el canal Sarmiento. El mar estaba muy tranquilo, al pasar entre canales, pero ya nos avisaron que después sería movido. 


Nos dejaron entrar en el Puente de Mando a curiosear. Vimos los instrumentos de navegación y pantallas de monitores que indicaban la profundidad del fondo marino. La tripulación nos enseñó un compás magnético, los cronómetros que medían la velocidad del viento y otros instrumentos que indicaban la posición y la dirección del barco. En el cuaderno de bitácora indicaban las horas en que finalizó la carga y la hora de zarpe de madrugada. Había dos pilotos y el capitán. Uno de los pilotos manejaba el compás sobre una carta marítima. Aunque tuvieran tantos instrumentos y GPS, el cálculo manual seguía siendo imprescindible.


Vimos el Glaciar Amalia, la lengua de hielo bajaba de la montaña. Las crestas del glaciar estaban manchadas de barro por la morrena. En el frente del glaciar se apreciaban los tonos azules y también las grietas. 

La tripulación nos ofreció interesantes charlas a bordo sobre los indios Kawesqar, sobre Puerto Montt y el archipiélago Chiloé y sobre los modismos chilenos. También proyectaron películas y tuvimos numerosas tertulias con otros viajeros, confraternizando con ellos y con los tripulantes en el transcurso de los días. 


Desembarcamos en Puerto Edén. Como no había un puerto grande vinieron a buscarnos embarcaciones pequeñas. El día estaba brumoso y lloviznó. Puerto Edén era una pequeña población de pescadores con una comunidad de indios Kawesqar. El día anterior nos dieron una charla interesante sobre estos indígenas, que no habían podido adaptarse al llamado “progreso”. 


El pueblo tenía unas pasarelas de madera como calle principal, y las construcciones eran de chapa y madera, muy modestas. Las mejores casas eran la escuela y la Oficina de Correos. Había un par de tiendas tipo colmado. Subimos al mirador para contemplar el entorno verde rodeado de mar. Las condiciones de vida de Puerto Edén nos parecieron bastante duras, en aquel aislamiento. Solo estaban comunicados a través del barco, un par de veces por semana. Total, que Puerto Edén ni tenía puerto, ni era el paraíso.



Pasamos por la Angostura Inglesa de unos 180m de anchura, y por el Canal Messier, que era el más profundo con unos 1300m. Allí estaba el Bajo Cotopaxi donde naufragó el barco inglés que le dio nombre. Posteriormente naufragó otro barco en 1970, el griego Capitán Leónidas, pero no se había hundido. Su casco oxidado y con musgo en la cubierta permanecía a flote en la superficie del mar, como un fantasma. La Armada Chilena había colocado un faro. Pasamos junto al pecio y lo vimos con los prismáticos desde el Puente de Mando. Lo vimos en el radar convertido en una raya amarilla. El radar también captaba las olas como pequeñas rayas.

Después pasamos por el Golfo de Penas, en mar abierto, donde el Océano Pacífico mostraba la falsedad de su nombreEra la zona austral de Chile, conocida por sus temporales y fuertes vientos y corrientes  marinas . El barco empezó a bascular, meciéndose de un lado a otro. Nos situamos en la cubierta exterior de popa, más protegida del viento. Con un grupo de pasajeros jugamos a mantener las piernas abiertas y perdía el que primero dejara el punto de apoyo. Al superar el Golfo de Penas la tripulación nos informó de que las condiciones de la travesía fueron favorables, con vientos de 30km y olas de 5m de altura, pero podían llegar a 12m o más. Evitamos el mareo tomando las pastillas, pero no fue el caso de otros pasajeros. Así que tuvimos mucha suerte. 

El último día navegamos por la Bahía Anna Pink, por el Canal Pulluche, el Canal Moraleda (uno de los más anchos, con 4km) y por el Golfo de Corcovado. Al despertar llegamos a Puerto Montt, el final de trayecto. Fue un crucero poco convencional y fantástico, donde disfrutamos de paisajes únicos y maravillosos.