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domingo, 31 de agosto de 2014

LA BELLEZA DE LOS LAGOS TIBETANOS


 

La primera visión que tuvimos del lago Namtso fue una gran mancha de aguas turquesas rodeado de montañas con picos nevados. El azul intenso contrastaba con la aridez del terreno. El lago estaba a 4.500m. de altitud. Era uno de los tres lagos sagrados del Tibet, y el segundo mayor de agua salada en China.

Tenía una superficie de 1.940m2, y una isla llamada Tashi en la parte central. Junto al lago había dos piedras enormes con inscripciones y dibujos, y cientos de banderolas de oración de colores, ondeando al viento en hileras. Yaks blancos con sillas de montar descansaban en las orillas; los ofrecían para dar un paseo por 10 yuanes. También ofrecían paseos a caballo.








Como hacía viento se veía oleaje en la superficie del lago y las orillas parecían una playa pedregosa. Unos monjes paseaban por allí. Lo que no esperábamos encontrar fue una pareja de novios haciéndose un reportaje fotográfico. Ella llevaba traje un vestido largo con volantes y con los hombros al descubierto, con escote bañera. Y él un fino traje de hilo. Nosotros llevábamos camisetas térmicas, forro polar y anorak de gore-tex. Eran de Beijing. A la novia se le mojaron los bajos del vestido. Cuando acabaron vimos que se levantaba de las rocas, se recogía el vestido de novia y debajo llevaba tejanos y bambas. Seguro que para ellos también fue un día inolvidable.
 
 
© Copyright 2010 Nuria Millet Gallego

domingo, 7 de abril de 2013

BUCEANDO EN EL ÍNDICO


 
Desde Vilankulo, en Mozambique, un pequeño dhown, la embarcación árabe tradicional de vela, nos llevó hasta el Archipiélago de Bazaruto. El archipiélago era un Parque Nacional Marino, y estaba formado por cinco islas: Bazaruto, Benguera (San Antonio), Magaruque (Santa Isabel), Santa Carolina y Bangue. La tripulación la formaba el piloto y el cocinero. Llevábamos además a un pescador que al alejarnos de la orilla se tiró al agua con una boya y se quedó allí sólo pescando, en medio del mar.




Las aguas del Océano Índico eran de color verde-turquesa. La barrera del arrecife era visible desde la superficie del mar, y las olas rompían en espuma por detrás de las rocas. El dhown echó el ancla en la parte tranquila y nos sumergimos en el agua para bucear con tubo y aletas.


 
Muchos corales estaban al alcance de nuestra mano. Había corales verdes, rosados, ocres y violetas, entre rocas que formaban dibujos de laberintos o cerebros marinos. Los peces tropicales nadaban entre ellos. Los más abundantes eran azules y amarillos, o rayados blancos y negros, tipo cebra; otros eran multicolores. También había estrellas de mar azules. Al aproximarnos al final del arrecife el mar se había más profundo y con más olas, y noté que succionaba. Retrocedimos a la parte tranquila. Era una sensación fantástica nadar en aquellas aguas transparentes, en un silencio absoluto, contemplando la vida submarina.
El cocinero preparó la comida a bordo de la barca. Tenía un cajón de madera con arena, y sobre ella hizo fuego. Preparó un gran pescado quitándoles las escamas y troceándolo con un machete, luego lo asó. Lo comimos en la orilla de la playa y nos supo a gloria.
 
© Copyright 2013 Nuria Millet Gallego

martes, 6 de diciembre de 2011

CABO POLONIO Y LOS LOBOS MARINOS




Dicen que el paraíso existe. Para algunos está en Cabo Polonio, Uruguay. Para llegar al pueblo en la costa atlántica, la única manera durante años era en un carro de caballos a través de las dunas. Ahora hay camiones que te llevan en el tramo final.
El pueblo lo forman casitas dispersas alrededor de un faro que inmortalizó Jorge Drexler en su canción “Doce segundos de oscuridad”, el tiempo que tarda el faro en dar la vuelta.

Por detrás del faro, en una zona rocosa, habita una colonia de lobos marinos. Estaban muy tranquilos, tumbados al sol, y no se inmutaban ni por los embates de las olas que rompían en espuma. Había un león marino enorme, el macho, de pelo rojizo. Los lobos eran algo más pequeños y oscuros. Alguno se mimetizaba con la roca. Despedían un fuerte olor.





De vez en cuando dos de ellos se peleaban y emitían ruidos fuertes levantando el morro. Hubo un momento en que se sobresaltaron y se levantaron todos alzando el morro puntiagudo, como olfateando en el aire la presencia de dos extraños.
Se distinguían sus bigotes blancos y los ojillos negros brillantes. Vimos alguno caminar oscilante sobre sus aletas para arrojarse al mar, emergiendo con la piel reluciente.

El origen de Cabo Polonio fue una base para la explotación de lobos marinos, por la piel y otros subproductos. Actualmente está suspendida y la última captura fue en el invierno de 1991.
Estuvimos un par de tardes observando a los lobos entre un silencio sólo interrumpido por sus gruñidos esporádicos y por el sonido de las olas. Fue un lujo poder contemplarlos desde tan cerca en su hábitat natural. Drexler decía que lo importante del faro no era la luz, sino la oscuridad; es un poeta. Lo importante de Cabo Polonio es que estando en él todo parece perder importancia, y la Naturaleza cobra importancia allí.


© Copyright 2015 Nuria Millet Gallego