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miércoles, 30 de junio de 2021

MONASTERIOS DE METEORA





Meteora era un valle con peñascos rocosos sobre los que se construyeron varios monasterios en el s.XIV. Albergaron a monjes ermitaños, que huían de los invasores turcos. Todos los monasterios estaban construidos en la cima de altos pináculos de 600m. de altura, con difícil acceso. Parecía imposible que se hubieran construido en aquella época, transportando y elevando los materiales. Los monjes utilizaban cuerdas para acceder a la cima. Con el tiempo, las cuerdas se sustituyeron por escalones tallados en la roca, a partir de 1920. Llegaron a ser 24 monasterios, muchos fueron destruidos en la II Guerra Mundial, y quedaban seis monasterios activos, que podían visitarse, y otros dos abandonados.

Kalambaka y Kastraki eran los pueblos base para visitar Meteora. Llegamos a Kalambaka en un trayecto de cuatro horas de tren desde Atenas. Estuvimos dos días recorriendo el valle, contemplando los monasterios y visitando el interior de cuatro de ellos.



















El Monasterio Agias Triadas o Holy Trinity, era famoso por aparecer en la película “Sólo para sus ojos”, de James Bond. Se subía por una escalera de 130 peldaños y atravesando un túnel en la roca, pero estaba cerrado, en restauración.

Visitamos el Monasterio Mega Meteoron, fundado por San Atanasios, sobre uno de los peñascos más altos, de 613m. Era enorme, con patios ajardinados, balcones de madera, estancias a varios niveles, una bonita Iglesia, museo y cocina. La cocina del s. XVI conservaba todos sus cacharros y vasijas de barro, y un horno de cocción. El Museo mostraba iconos, cruces, cálices, pergaminos y libros antiguos. La Iglesia ortodoxa estaba muy recargada, como todas, con iconos, lámparas doradas colgantes, velas, atriles, sillería labrada y frescos religiosos.
















El Monasterio Agios Stefanos, tenía una bonita iglesia con frescos del s.XIV y un museo religioso con iconos. Desde el exterior vimos el Monasterio de San Nicolás Vandavas, con cuevas excavadas en la roca, estructuras precarias de madera y escaleras colgantes,












El Monasterio Varlaam, de 1518, se construyó sobre una ermita anterior. Su alta torre conservaba las cuerdas con el cesto que utilizaban los monjes como montacargas. Subimos por una escalera tallada en la roca, atravesando túneles excavados. Era el segundo monasterio más grande tras Mega Meteoron. Tenía un museo histórico y religioso con iconos y cuadros de batallas. Nos dijeron que en la actualidad vivían once monjes, con algún trabajador que ayudaba en la cocina y otras tareas. Vimos alguno de los monjes barbados ortodoxos. Eran pocos los que elegían esa vida de soledad y sacrificio. Hasta los años 60 no tuvieron electricidad, y debían ser fríos en los crudos inviernos.





El último que visitamos fue el Monasterio Roussanou, habitado por una comunidad de monjas. Iban vestidas de negro con tocas en la cabeza. Atendían la tienda de objetos religiosos, y elaboraban mermeladas y miel de sus panales, que vimos. Los jardines privados estaban muy bonitos y cuidados, de un verde intenso y con muchas flores. Tenía un gran balcón con vistas espectaculares del valle.














Meteora era un lugar espiritual en una naturaleza espectacular. Merecía ser considerado Patrimonio de la HumanidadHabía que respetar el lugar y por eso se prohibían actividades como la escalada, y la visita con pantalón corto y hombros descubiertos. Paramos en varios miradores con panorámicas espectaculares de las grandes rocas negras rodeadas de verde vegetación y salpicadas de monasterios de tejados rojos, y contemplamos la puesta de sol. Un lugar especial para recordar, una maravilla.


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miércoles, 13 de agosto de 2014

LA TALLIN MEDIEVAL

 

Tallin, la capital de Estonia, nos enamoró desde la primera impresión. Llegamos en ferry desde Helsinki, en un trayecto de dos horas y media. Empezamos a callejear y una de las primeras cosas que hicimos fue subir a la Torre del Ayuntamiento para contemplar las vistas de la ciudad: tejados rojos escalonados y asomando entre ellos decenas de agujas góticas de las iglesias, con el Mar Báltico y los grandes barcos al fondo. 

La Plaza del Ayuntamiento era preciosa. Tenía algunos edificios triangulares con remates de gabletes, como Bruselas o Brujas. Los colores predominantes de las fachadas eran amarillos y rosados. En la plaza había un mercadillo con artesanía y productos locales. En una de las esquinas estaba la que había sido la Farmacia (Apoteka) más antigua de Estonia, del s. XV, reconvertida en tienda de antigüedades. 



Merecía su categoría de Patrimonio de la Humanidad. Sus calles medievales adoquinadas y las casas de dos plantas con adornos de escayola en las fachadas, arcos y pasadizos, transportaban a otra época, era como adentrarse en el s. XV. Muchas eran casas de antiguos mercaderes y tenían patios medievales transformados en bares y restaurantes con encanto, entre flores y plantas. 



Subimos a otras dos torres, la Torre de Oleviste era la más alta, de 60m contando el pináculo. Subimos 257 escalones de piedra. Las vistas lo merecían. También subimos a la Torre Halleman, de 1410. Tenía unos 15m de altura. Por la escalera de caracol ascendimos a la parte superior de la muralla y recorrimos el pasadizo de madera cubierto. Las vistas desde allí eran preciosas, con más tejadillos, buhardillas y agujas de iglesias.


Atravesamos el Pasaje de Santa Catalina, con tiendas de artesanía a ambos lados. Había artesanos del vidrio de colores, de cerámica, cuero, joyas, textiles. Todas las tiendas ofrecían productos originales, estéticos y de calidad. Tenía un ambiente y decoración medieval y algunos de los vendedores iban vestidos de época. 






El barrio de Toompea estaba sobre una colina. Subimos junto a la muralla y sus torreones hasta llegar a la Catedral de San Alejandro Nevsky. Era una catedral ortodoxa rusa, de 1900, con cúpulas de cebolla. Recorrimos otro tramo de la muralla, encontrando cuatro torres alineadas con su caparazón cónico rojo. Una de ellas era la Kiek de Kok, que en alemán significaba “dar un vistazo a la cocina” porque desde los pisos superiores los mirones del medievo podían curiosear el interior de las casas que tenían a sus pies.

El barrio de Toompea estaba sobre una colina. Subimos junto a la muralla y sus torreones hasta llegar a la Catedral de San Alejandro Nevsky. Era una catedral ortodoxa rusa, de 1900, con cúpulas de cebolla. Recorrimos otro tramo de la muralla, encontrando cuatro torres alineadas con su caparazón cónico rojo. Una de ellas era la Kiek de Kok, que en alemán significaba “dar un vistazo a la cocina” porque desde los pisos superiores los mirones del medievo podían curiosear el interior de las casas que tenían a sus pies. 




Lo que más nos gustó del barrio de Toompea fueron sus miradores sobre la ciudad de Tallin. Ofrecían una panorámica de los tejados rojos inclinados con sus buhardillas, entre altas agujas y pináculos de las iglesias góticas, y las torres de caparazón rojo. Curioseamos las numerosas tiendas de antigüedades y artesanía, encontrando cosas preciosas y poco frecuentes. También entramos en varias iglesias, una curiosa fue la Iglesia de Ucrania.








Cenamos en el restaurante medieval Old Hansa, con mucho ambiente. Hasta el baño de madera tenía encanto. Probamos la cerveza negra con miel y la rubia con canela, servidas ambas en jarras de cerámica. Lo acompañamos con combinado de ahumados y salmón con judiones. Todo muy rico.



Fuimos al Hotel Viru, que había sido el único donde los turistas podían alojarse durante el régimen comunista. Fue el primer y único rascacielos de Tallin, construido en 1972. La antigua KGB montó su base de espionaje en el piso 23 del hotel y espiaba a los visitantes. Habían reformado el hotel y una parte era Museo de la KGB. Preguntamos para visitarlo, pero había que concertar cita previa. En la población de Tartu pudimos visitar otro Museo de la KGB. Y otro día visitamos el Parque Nacional Lahemaa desde Tallin.