Mostrando entradas con la etiqueta puente. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta puente. Mostrar todas las entradas

viernes, 9 de febrero de 2024

SAINT LOUIS COLONIAL

Saint Louis es una de las ciudades coloniales más históricas de África. Está en la isla Ndar, en la desembocadura del río Senegal. Es Patrimonio de la Humanidad.

Para llegar cruzamos el Puente Fardherbe, de estructura de hierro con siete grandes arcos y medio kilómetro de longitud. Era conocido como Puente Eiffel, pero lo construyeron otros ingenieros en 1865.

Conserva sus casas coloniales de dos plantas, pintadas de colores ocres y rojo terracota, con  balcones de hierro y persianas de madera.

Otros edificios notables eran la Prefectura, deteriorada y en desuso, y el Palacio de la Gobernación.





El Hotel de la Poste era uno de los hoteles históricos, que alojó a aviadores de la Aeropostal y personajes como Jean Mermaz y Antoine Saint Exupery, el autor de El Principito. Tenía la blanca fachada con puertas arqueadas, patio interior ajardinado y un bonito porche con techo de vigas de madera. En frente estaba la Oficina de Correos.




Por la ciudad todavía circulan numerosas calesas tiradas por caballos. Algunas ofrecen un paseo a los turistas, pero también se utilizan para transportar pescado y todo tipo de carga.

Paseando por las orillas del río encontramos el barco histórico Bou El Mogdad. Un navío de la época colonial que habían transformado en un barco de lujo para remontar el río Senegal. El barco estaba atracado y nos invitaron a verlo por dentro. Aceptamos encantados. Era precioso, con mobiliario de madera y adornos de latón dorado. Entramos en un camarote, curioseamos la cocina y paseamos por las distintas cubiertas. Un verdadero lujo colonial.


La Gran Mezquita de Saint Louis era blanca y verde, con dos minaretes. El viernes a la hora del rezo estaba llena a rebosar. Pero eso no era problema, los fieles
se instalaban en la calle y en las aceras con sus alfombrillas y rezaban de cara a la Meca.


Continuamos el paseo por los barrios de  pescadores  Ndar Tout y Guet Ndar, en la Lengua de Berbería, la estrecha península cone tada a la isla Ndar.
Las casas eran muy modestas, en calles arenosas, con la ropa colgada en cuerdas, y rodeadas de cabras y niños.
Las barcas eran muy estilizadas, con la proa y el casco decoradas en colores.



La playa estaba al final de cualquier calle. Estaba llena de basura, de cabras que comían basura y de niños que jugaban entre basura.
Vimos la llegada de los pescadores. Las mujeres se acercaban a las barcas con sus coloridos vestidos, llevando cubos de plástico. En la arena los pescadores repartían el pescado y lo llevaban al mercado. Allí lo colocaban en grandes cestos con hielo y lo transportaban en camiones y en carretas de caballos. Había muchísima gente, en un ambiente abigarrado. Todo un espectáculo.











 

sábado, 2 de septiembre de 2023

EL PUENTE DE VISEGRAD

 

El trayecto en barco por el río Drina acababa en Visegrad, donde desembarcamos. Visegrad era una población perteneciente a la República Srpska, una parte de Bosnia Herzegovina, ubicada en la confluencia de los ríos Drina y Rzav. Fue fundada en el s.XV y poco después la región acabó en manos del Imperio Austro-Húngaro.

El Puente Mehmed Pasha Sokolovic era una obra maestra de 11 grandes arcos y 180m de longitud, que cruzaba el río Drina. Era la imagen clásica de Visegrad y estaba considerado Patrimonio de la Humanidad. Fue construido en 1577 por encargo del Gran Visir Otomano Mehmed Pasha, era originario de Bosnia. 





Nos sorprendió la anchura del puente, unos 6m. El pilar central llamado Kapia, tenía inscripciones y frente a él había una especie de balcón de piedra con asientos, sobresaliendo sobre el río. Allí se reunían los locales antaño, a charlar y contemplar el curso del rio.

Cruzamos a la otra orilla del puente y subimos unas escaleras de piedra en la montaña hasta un mirador. Las vistas de la ciudad, del río de aguas verde intenso y el recodo del puente eran una maravilla.

Luego nos instalamos en una terraza frente al puente y contemplamos el curso del río y el paso de algunas barcas amarillas. Comimos ensaladas y burek, el hojaldre relleno de queso, que también podía rellenarse de carne.


 

Una escultura rendía homenaje al escritor Ivo Andric, Premio Nobel y autor de “El puente sobre el río Drina”, cuya lectura nos impresionó. Explicaba la historia del puente desde su construcción en el s.XVII y durante cuatro siglos de conflictos, guerras, etapas de paz, anécdotas y amoríos. El Gran Visir también tenía otra escultura de bronce verde.

Paseamos por el barrio Andriegrad, un proyecto del director de cine Emir Kusturica, que tenía previsto rodar parte de la adaptación de la novela. El barrio tenía calles empedradas, varias torres, fuertes, esculturas, la Iglesia Ortodoxa con sus cúpulas y la Mezquita Careva con un puntigagudo minarete. La mezquita fue incendiada por los serbios en 1992 y se reconstruyó tras la guerra de Bosnia, como símbolo de un nuevo comienzo.








domingo, 8 de abril de 2018

EL PUENTE COLGANTE DE MUANG KHUA

 


Después del trekking de las aldeas Akhas, fuimos en un minibús desde Phongsali hasta Muang Khua, en un trayecto de siete horas. La vegetación verde, con árboles y hojarasca, bordeaba la cinta de la sinuosa carretera.

Muang Khua era una pequeña y bonita aldea con encanto, entre palmeras, plataneros y casas de madera pintadas en color pastel. Se respiraba tranquiliadad. Estaba dividida por el río Nam Ou y la parte más bonita era la del puente colgante. El puente con tablones de madera era solo para peatones y se balanceaba al pasar. Vimos atravesarlo a varias mujeres con paraguas para el sol. 






Nos alojamos en una guesthouse a la orilla del río, una casa de madera colgada sobre pilotes. La cama tenía una mosquitera rosa y la ventana ofrecía una vista impagable sobre el río y el puente.

Paseamos por las orillas del rio, haciendo fotos de las barcas varadas con los niños jugando. Otros niños navegaban en una balsa de troncos, remando en el río. 







El pueblo tenía un mercado y un Templo Budista, donde encontramos a un pequeño monje de unos 10 años recitando sus rezos con un libro en el regazo. El templo era coqueto, lucía el sol y resaltaba la figura del pequeño monje con su túnica azafrán. 




Al día siguiente embarcamos hacia Nong Khiaw. La barca era azul, abierta en los laterales, y con un tejadillo de madera. El trayecto por el río Nam Ou se interrumpía por la construcción de una presa, así que lo hicimos en dos tramos Tardamos cuatro horas hasta Muan Ngoi Neua, donde estaba la construcción. Allí desembarcamos, cogimos un tuk-tuk hasta el otro lado de las obras y empalmamos con otra barca que en dos horas nos llevó hasta Nong Khiaw.

El trayecto fue espectacular, con altas montañas tras la jungla de las orillas. A tramos el río discurría por un desfiladero y el agua quedaba en sombra. Luego se abría y el sol lo bañaba todo. Los picos se reflejaban en la superficie del agua. Nos cruzamos con múltiples barcas que iban río arriba y nos saludaban.










miércoles, 18 de septiembre de 2013

BAJO EL GLACIAR

 
 

 

Había amanecido con sol y despejado, excepto algunas brumas alrededor de las montañas. Las torres defensivas del valle de Mestia se veían imponentes, recortándose contra el cielo azul. Se distinguían los picos nevados del monte Dalaqora hacia donde nos dirigíamos; formaba parte de la cordillera del Cáucaso, que separa Europa de Asia. Las laderas estaban repletas de bosques con algunos claros color verde esmeralda.

La ruta era hacia el Glaciar Chaaladi. Íbamos a ascender desde los 1490m. del punto de inicio hasta 1920m. Casi cuatrocientos treinta metros. A las dos horas de caminata llegamos al puente colgante sobre el río Mestiachala. Era de madera y de hierro oxidado. El río bajaba con fuerza, habíamos caminado paralelos a él, y sus aguas eran de un azul blanquecino. A la altura del puente se formaba un cañón natural.



 

La ascensión había sido bastante gradual, pero el último tramo fue el más empinado. Además era una pedrera que se hizo un poco pesada. Finalmente llegamos al pie del Glaciar Chaaladi. De las cumbres nevadas bajaba una lengua blanca que a nuestra altura se convertía en una morrena terrosa que arrastraba piedras.

El río surgía de una cueva bajo el glaciar, y hasta allí llegamos. Las paredes de la cueva era grueso hielo blanco con vetas verdosas. Nos acercamos a tocarlas. En algunas zonas el hielo goteaba derritiéndose bajo el sol y formando una ducha natural. Nos sentamos en las rocas a descansar, a comer las provisiones que llevábamos, y a contemplar el glaciar y el paisaje del valle entre cumbres nevadas. Un paisaje para guardar en la memoria.






 

Después de ocho horas de excursión la cena que nos preparó Tamila, nuestra anfitriona, fue espléndida. Una muestra de cocina tradicional georgiana: sopa con pasta y carne berenjenas guisadas, col preparada con salsa y ensalada de pepino y tomate. Y todos los platos servidos a la vez, en una mesa muy apetecible y colorida.
 
 
© Copyright 2014 Nuria Millet Gallego