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miércoles, 8 de febrero de 2017

EL NIÑO DE DJIBOUTI Y EL BIDÓN OXIDADO



Paseando por el tranquilo muelle de Tadjoura vimos un niño asomado a un bidón oxidado. Estaba encaramado en una tabla y parecía distraído contemplando el interior. Nos acercamos con curiosidad por saber el contenido del bidón y vimos dos crías pequeñas de cabras. Una negra y la otra blanca. El pueblo estaba repleto de cabras que campaban a sus anchas por las calles y en la playa. 




El niño miraba como las dos cabritillas saltaban e intentaban subir por las paredes del bidón. Y cuando llegaban a su altura las acariciaba. Estuvimos un rato viendo sus juegos. Cuando el observador se sintió observado nos ofreció la mejor de sus sonrisas. El sol del atardecer bañó Tadjoura de una bonita luz dorada, pero la mirada brillante y la sonrisa del niño del bidón sería uno de nuestros mejores recuerdos de aquel pueblo costero de Djibouti.




© Copyright 2017 Nuria Millet Gallego

domingo, 31 de agosto de 2014

RETRATOS DEL TIBET

 

 

Siempre me han gustado los retratos de gente, porque dicen mucho sobre el lugar y sobre la vida. Los rostros de los tibetanos tenían la piel curtida por el sol, rasgos de pómulos marcados y ojos rasgados.

Encontramos a la anciana por las calles de Shigatse, a unos 247 km. de Lhasa. Le sorprendió que una occidental mostrara interés por ella. La fotografié con su sonrisa pícara y cómplice, y me dijo por gestos que fotografiara también su calzado nuevo. Eran los botines de lana que fabrican los monjes del Monasterio de Tashilumpo. Su rostro estaba surcado de arrugas, pero mantenía los pómulos tersos y la sonrisa joven.

La niña de las trenzas llevaba a su hermano a la espalda, entre juegos. También se sorprendió al vernos. Tenía la expresión seria y las mejillas coloreadas por el frío tibetano.


 
El monje vestía la túnica granate de los monjes tibetanos, con el hombro al descubierto, pese al fresco del ambiente. En otros países budistas del sudeste asiático la túnica es de color naranja azafrán, en todas sus tonalidades. Descansaba junto a un árbol en una de las plazoletas de su monasterio. No le molestó que le hiciera la foto, tal vez porque percibió mi curiosidad respetuosa.


 

 
El personaje flaco del sombrero y barba canosa era un peregrino tibetano, con cierto aire hippy y bohemio. Llevaba pendientes de turquesa, la piedra autóctona de Tibet, y coral. Deambulaba entre los monjes con un morral cargado de quién sabe qué. Me quedé con las ganas de mantener una conversación con él, qué edad tenía, qué hacía en la vida, hacia dónde iba. Pero él intuyó todas mis preguntas no formuladas, y me regaló otra sonrisa.

Todos ellos, y muchos otros, formaron parte de mi viaje a Tibet.


© Copyright 2010 Nuria Millet Gallego


domingo, 31 de octubre de 2010

CURIOSIDADES CHINAS



 
En nuestro viaje por China encontramos estas coloridas sillas de mimbre transportadoras de bebés. No eran muy ergonómicas, pero los niños parecían sentirse a gusto trasladándose en las espaldas de sus madres o abuelas.
 




Este era el equipo de incendios en épocas antiguas. Palas y cubos para el agua, para combatir el fuego, colocados con una cuidada simetría. Los encontramos en una de las casas museo, propiedad de un mercader rico, de la ciudad de Pingyao, que era Patrimonio de la Humanidad.

 

El Estadio Olímpico de Beijing (Pekin), conocido como El Nido por su estructura de entramado metálico de acero, que recuerda esa forma. Los recién casados se hacían fotos ante el estadio.



Una destilería de vinos y licor de arroz, con grandes tinajas de cerámica esmaltada con caracteres chinos. Encontramos muchas de ellas, esta es de la ciudad de Fenghuang.
 
 
 
Y para terminar, la sonrisa de las tejas milenarias de la ciudad de Xian, la de los guerreros de piedra. ¿Por qué sonreirán? Tal vez puedan ser un símbolo de la nueva China.
© Copyright 2010 Nuria Millet Gallego