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lunes, 1 de marzo de 2021

LOS TEMPLOS SOLEB Y TIYA



El Templo Soleb era el mejor templo egipcio en territorio sudanés. La región de Nubia en Sudán estuvo bajo el dominio anglo-egipcio desde 1896 hasta su independencia en 1956 y los egipcios dejaron su huella histórica. Era un templo de piedra arenisca, rodeado de palmeras próximas al río Nilo. Altas columnas doradas con capiteles truncados se recortaban en el cielo azul. Contamos nueve columnas. Fue construido por el Faraón Amenhotep III en el 1300 a.C.  Dedicado al dios Amon-Ra, el dios solar, con una planta copia de la de Luxor.

Se distinguían muy bien los pictogramas y jeroglíficos grabados en la piedra, como la cruz de Ankh, que representaba la vida, el dios Horus representado como un halcón o un hombre con cabeza de halcón. Horus era el dios de la realeza en el cielo, la guerra y la caza. Había figuras de faraones con sus altas coronas oblongas del Alto Egipto, propias del sur,  inscripciones… Otras figuras que debían ser esclavos tenían los brazos atados. Era el sueño de un arqueólogo. 




Nos alojamos en una casa nubia tradicional, cercana al templo. Al atardecer fuimos caminando hasta las ruinas y allí contemplamos la puesta de sol totalmente solos. El sol se ocultó entre las columnas en una geometría perfecta, que seguro haría sonreir al dios Amon-Ra.

Cerca estaba el Templo dedicado a la Reina Tiya Sadinga, la esposa de Amenhotep III. Apenas una columna se mantenía en pie, entre multitud de grandes piedras. Lo interesante era la necrópolis descubierta entre 2009 y 2012, que tuvo unas 80 pequeñas pirámides de las que quedaban ruinas de ladrillos de adobe. Leímos que tenían miles de cámaras funerarias con ofrendas, que databan de la época del Reino de Kush meroítico. La sorpresa fue encontrar unas enormes caras de piedra sonrientes, con nariz y labios gruesos. Con esa sonrisa nos despedimos de los templos milenarios.











jueves, 8 de octubre de 2009

LOS TEMPLOS CAMBOYANOS DE ANGKOR


Estas sonrisas son del s.XIISonrisas de piedra que nos hablan de un gran imperio del pasado, el Imperio KhmerEra impresionante observar de cerca los detalles de la piedra labrada, expuesta a lluvias y soles. Sólo la decadencia del imperio las sumió en el olvido, y permanecieron durante siglos escondidas entre la vegetación,hasta que en 1860 fueron descubiertas por el explorador francés Henry Mouhot.


La visita de los templos de Angkor se queda grabada para siempre en la memoria. Pasamos tres días enteros recorriendo los templos, en dos motos alquiladas. Boram y Chetra fueron nuestros simpáticos conductores. La moto era el transporte ideal porque van a poca velocidad, puedes disfrutar del paisaje y alivias el calor.











La primera visita fue el impactante Angkor Wat. Un amplio foso de agua lo rodeaba. La civilización khmer tenía un complejo sistema de regadío. La avenida que conducía hasta el templo era larguísima; leímos que tenía 475 de longitud y 9,5m. de anchura. A lo largo de toda la avenida había una balaustrada de piedra con forma de serpiente, la mitológica Naga, y a ambos lados estaban dos estanques con nenúfares flotantes. Al fondo aparecían las tres torres principales, de piedra oscura, y el resto de torres asomando por los laterales. El entorno era muy húmedo y verde. Era un templo enorme, nos sorprendió su gran tamaño.
Recorrimos durante horas el laberinto de galerías. Había muy pocos turistas, y de vez en cuando nos cruzábamos con un monje de túnica azafrán. Las paredes de las galerías tenían bajorrelieves muy bien conservados, considerando que eran del s. X. Representaban escenas de la mitología hindú: guerreros luchando, figuras en elefantes, hombres en barcas…En las paredes había muchas apsaras, una especie de capillas esculpidas en la piedra con bailarinas de pechos redondos y descubiertos, y aretes en los tobillos. Cuando salía el sol iluminaba las figuras y bajorrelieves dándoles una tonalidad dorada.

Seguimos visitando el Angkor Tom, que es una ciudad fortificada con cinco puertas. Las puertas impresionaban porque parecían una entrada a la selva, y delante tenía cincuenta y cuatro estatuas de dioses y demonios, casi todas decapitadas por el expolio que sufrió Camboya después de la guerra. Dentro de la ciudad de Angkor Tom recorrimos los templos Bayon, Bapturon y la Terraza de los Elefantes.
El Templo de Bayón, pese a lo leído, fue otra gran sorpresa. ¿Cómo no va serlo encontrar en la jungla doscientas caras de piedra sonrientes? Las caras estaban esculpidas en los cuatro lado de las cincuenta y cuatro torres góticas que formaban el conjunto. Como había varios niveles podías acercarte junto a ellas. Cada cara tenía la altura de una persona. Los labios eran gruesos, sonriendo, y las orejas alargadas. Decían que las caras representaban a su constructor, Jayavarman VII. Por todas partes había perfiles y rostros observándonos. Eso convertía al templo en único.

Vimos la salida del sol frente al Bayón. La luz iluminó sus caras de un tono amarillo pálido. Todo estaba en silencio, estábamos prácticamente solos (solo había diez guiris más, dispersos entre las piedras) y se oía el canto de algún pájaro en la jungla.
El Bapturon tenía forma de pirámide y representaba el Monte Meru. Caminamos por la Terraza de los Elefantes, de 350m. de longitud, donde celebraba las ceremonias el rey del imperio Khmer. Pasé todo el día preguntándome cómo una cultura capaz de construir aquellos templos tan magníficos había pasado del esplendor a la decadencia y destrucción.
Visitamos muchos más templos de forma relajada, entrando en las pequeñas capillas done un monje quemaba incienso, sentándonos en las antiguas piedras para leer, charlar, tomar frutos secos y simplemente contemplar el espectáculo. Encontrábamos algunos niños, o a algún guía oficial y guardián del templo, vestidos con un uniforme gris con un brazal blanco en la manga. Pero eran muy discretos y no imponían sus servicios.
Mi templo favorito fue Ta Prom, una simbiosis entre la naturaleza y la arquitectura. Había más árboles de lo que pensábamos creciendo sobre muros y puertas, abrazándolos, desplegando sus tentáculos. A veces parecían resquebrajar las piedra, y otras apuntalarlas. Creo que había sido un acierto no talar aquellos magníficos y altos árboles de gruesos troncos, que embellecían el conjunto del templo y le añadían encanto. Era salvaje. Esa es una de las imágenes que me quedaron grabadas con más fuerza.



© Copyright 2017 Nuria Millet Gallego

lunes, 30 de diciembre de 1996

RETRATOS Y SONRISAS BIRMANAS

En el viaje por Myanmar vimos algunas mujeres que llevaban una crema amarillo pálido en las mejillas. Encontramos una chica joven con esa crema que formaba el dibujo de una hoja, pero otras se la aplicaban de un modo menos uniforme. Leímos que lo utilizaban tanto hombres, como mujeres y niños. La crema o polvo se obtenía moliendo la corteza del árbol thanaka, mezclado con agua. Era un cosmético que ofrecía protección para los rayos solares Una pasta refrescante y aromática con olor a sándalo, que se aplicaba realizando diseños en las mejillas, y también por todo el cuerpo. También lo vimos en Mozambique.


Nos llamó la atención la placidez de la siesta de un niño, en un banco de piedra con los caracteres circulares de la escritura birmana. Siempre nos quedará la curiosidad de lo que ponía en el banco.

En la ruta por las aldeas alredor de Kalaw, encontramos mujeres transportando sus cestas con las asas en la frente yendo al mercado, y a este niño que llevaba un sombrero especial hecho con hojas. Una muestra de la creatividad  y simpatía de los birmanos.


Esta chica de larguísimo pelo la encontramos en una peluquería birmana. Las peluquerías asiáticas y africanas son mi debilidad. Como siempre, las sonrisas de la gente que encontramos en Myanmar forman parte importante del viaje.