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sábado, 10 de abril de 2010

LOLITAS Y OTRAS TRIBUS JAPONESAS

 



 
Pasear por el barrio de Harajuku en Tokio es un espectáculo inolvidable. El parque estaba lleno de gente curiosa. Unos chicos aguantaban un cartel anunciando “Abrazos gratis”, otros ofrecían besos gratis, o conversación gratis. Abracé a unos, besé a otros y conversé con el otro. Le pregunté si venía al parque cada fin de semana y dijo que sólo una vez al mes, ya que vivía fuera de Tokio. Conversamos y nos reímos juntos. Gente extraña y entrañable.
Allí vimos las llamadas lolitas o chicas cosplay. Eran adolescentes con indumentaria siniestra, gótica, o vestidas de colegialas, princesitas rosas o de estética manga. En realidad era un juego exhibicionista o un disfraz, y ellas disfrutaban exhibiéndose. Se vestían y maquillaban allí mismo. Leímos que muchas eran chicas que sufrían acoso escolar, y que después del fin de semana se quitaban su disfraz y regresaban a sus vidas comunes.
Su indumentaria era también una mezcla increíble y un derroche de imaginación. Zapatos nunca vistos, medias rotas con ligas enaguas superpuestas, peinados locos, ojos siniestros con lentillas…Era un mundo de fantasía.
 


Algunos grupos tenían estética rockabilly, con tejanos ajustados, camisetas negras y cazadoras de cuero, y con tupés estilo Elvis. Los tupés eran tan altos que podían esconder cigarrillos entre el pelo. Todos eran delgados, bailaban rock en grupo durante horas, y lo hacían bien. Resultaban graciosos en su estilo de Elvis japoneses.



 
Otros tenían estética Travolta, ellas con faldas almidonadas con enaguas y aire retro. Bailaban en grupo sin cansarse. Y luego estaban los hippies con rastas, cantando y tocando tambores, los modernos con pintas y peinados increíbles…Había una variedad de gente tremenda. Pensé que todo aquello era un juego, pero también era una forma de rebelarse ante la rigidez y exigencias de la sociedad actual japonesa. Era una declaración de principios contra lo que me pareció un ejército de cucarachas, los miles de ejecutivos trajeados de negro con jornadas laborales extenuantes. Era un alegato contra la uniformidad y a favor de la imaginación y fantasía.
 
 
 
© Copyright 2010 Nuria Millet Gallego