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lunes, 26 de mayo de 2025

LA FIESTA EN LA ALDEA


El tranquilo pueblo de Jana Soh conservaba casas de madera de dos pisos, con tejados de pizarra. Alrededor de las casas había pajares y campos cultivados. Por las ventanas se asomaban mujeres y niños. 

En la plaza del pueblo encontramos una celebración con danzas. Un grupo de 12 bailarines con un señor que hacía de animador y un poco de teatrillo, provocando las risas de los espectadores  especialmente los niños.




Todos iban ataviados con coloridos trajes, y las mujeres se adornaban con pañuelos rojos en la cabeza y joyas de plata. Los hombres llevaban gorros de lana con cenefas bordadas Unas vestimentas festivas, de pueblos de montaña.

         


             

Algunas bailarinas eran señoras muy mayores y arrugaditas, que se movían con suavidad. Entre los espectadores también había gente anciana, disfrutando del espectáculo. 


         

Al acabar la función nos hicimos fotos con todos y ellos nos hicieron fotos a nosotros, los únicos espectadores occidentales. Fue un regalo encontrar aquella celebración.



Luego seguimos paseando por la aldea y encontramos a dos mujeres acarreando a la espalda pesados sacos con leña y forraje. Un duro trabajo.




           

Nos despedimos de aquella encantadora aldea y fuimos a ver las cercadas Cascadas de Jana. Llevaban poco caudal de agua, pero el entorno verde y boscoso era bonito. Lo curioso es que habían instalado al pie de la cascada unas mesas donde comía una familia, con los pies en el agua. Una comida refrescante.

domingo, 8 de septiembre de 2024

NAVEGANDO EL RÍO CONGO

Desde Luanda cogimos un avión hasta Soyo, una ciudad petrolera, al norte de Angola. Fue un trayecto corto de 45 minutos, y desde el aire pudimos ver por primera vez los meandros del río Congo, rodeados de verde vegetación.

El río Congo, también conocido como Zaire, era el más largo de África (después del Nilo) y el séptimo del mundo, con 4.700m de longitud. Además era el primero en África y el segundo del mundo en volumen de agua. El mítico río de "El corazón de las tinieblas" de Conrad.





Partimos a las diez de la mañana del Puerto Fluvial Manel Antonio de Soyo, con el barquero Santos, por la desembocadura, el Delta del Congo en el Atlántico. La barca era muy precaria, con tres tablones como asiento para pasajeros.

El agua del río era marrón con los sedimentos, y con zonas de plásticos acumulados y suciedad por los residuos de las petroleras. Era de gran anchura y las orillas estaban llenas de manglares y vegetación.



Vimos pescadores con sus redes y alguna embarcación de vela blanca.

Pasamos varios controles militares de Guardia Costera, que nos pidieron el pasaporte, ya que la frontera con República Demócratica del Congo estaba muy próxima, y la marcaba el propio río.


Fuimos a la Ponta Pedrao, una isla con una cruz de piedra, rodeada de palmeras. Un monumento erigido por navegantes y exploradores portugueses. El primero en llegar fue el portugués Diego Cao en 1482, iniciando la conquista de Angola. La cruz tenía un simbolismo político, de ocupación colonial, y religioso.

Cerca, habia un proyecto de conservación de tortugas, con zonas de arena parceladas, donde anidaban. La playa era alargada, solitaria y salvaje. El Atlántico alli tenía oleaje y fuertes corrientes.




Luego nos metimos por canales más estrechos con manglares con las raíces aéreas a ambos lados, reflejándose en el agua. Era un trayecto precioso y plácido. 

Pasamos por pequeños poblados de pescadores, muy modestos. Cabañas de cañizo entre palmeras y otros árboles que se reflejaban en la superficie del río. Algunos pescadores estaban arreglando sus redes, había niños jugando y ropa colgada. La vida en las orillas del río Congo. 





miércoles, 28 de agosto de 2024

TRIBUS DEL SUR DE ANGOLA

Desde Lubango fuimos en ruta hacia el sur de Angola, para conocer sus tribus. Llegamos a Oncocua, a 347km, por pistas llenas de baches. Oncocua era un pequeño pueblo con casas de construcción pintadas de rosa. Desde allí fuimos a una aldea de Muhimbas, con la luz del atardecer. Vivían en chozas con tejadillo cónico de cañizo.

Las Muhimba tenían un aspecto similar a las Himbas de Namibia, en sus peinados, vestimenta y ornamentos. Pero tal vez estaban menos embadurnadas de la pasta rojiza con la que se untan en la piel en Namibia. Las mujeres llevaban a sus bebés en brazos. Algunos niños llevaban grandes collares metálicos en el cuello y transportaban cuencos de arroz sobre la cabeza.




Vimos mujeres de la tribu Muhacaona, con un peinado con una especie de visera abultada. Vestían telas estampadas y cubrían sus pechos, a diferencia de las Muhimbas. Y se adornaban con abalorios de colores en collares, brazaletes y tobilleras.






Eran pueblos seminómadas que vivían del pastoreo de rebaños de cabras y algo de agricultura. La zona estaba muy despoblada, pero por el camino encontramos algunos chicos en moto transportando dos cabras en cada moto. También nos salieron al paso algunas Muhimbas con sus trenzas untadas en la pasta rojiza y el adorno de cuernos de cabra en la cabeza. Sus peinados eran espectaculares.

Otras mujeres Muhimba que vimos en mercados y en el camino, llevaban como adorno cuernos de cabra sobre la cabeza. Vestían faldas y elaborados peinados con trenzas acabadas en grandes plumeros.


Los niños llevaban dos trenzas cayendo sobre la frente, y también se adornaban con coĺlares y brazaletes. Y algunas mujeres Muhimbas llevaban un cinturón ceñido sobre el pecho. Nos dijeron que lo llevaban las mujeres casadas.