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jueves, 16 de septiembre de 2021

PERAST Y LA COSTA ADRIÁTICA

 

Perast era una villa marinera con 17 elegantes palacios barrocos del s. XVII y 16 iglesias en una única calle principal. Era la mayor atracción de la Bahía de Kotor. La guía de la Lonely Planet decía que parecía “un trocito de Venecia arrastrado por el Adriático hasta la bahía, y rezumaba melancólicos recuerdos de su época de riqueza y poderío”.



El pueblo era precioso con casas de piedra blanca, palacios con balcones con balaustradas y el puerto lleno de pequeñas barcas. Lo primero que hicimos fue ir a los dos lugares más emblemáticos de Perast, las dos islas frente al pueblo. El barco nos llevó hasta Gospa od Skipdja (Nuestra Señora de las Rocas). Era una isla artificial en torno a un escollo, donde se halló una imagen de la Virgen en 1452. En esa fecha todos los años los lugareños llevaban piedras en botes para proseguir la labor. Construyeron una iglesia con la cúpula azul en 1630. 



En el interior tenían pinturas venecianas y estaba repleta de exvotos de plata, ofrendas de marineros agradecidos. Imaginaba brazos y piernas, como en otros lugares, pero eran objetos de todo tipo: platos, candiles, planchas de hierro, llaves,,, La pieza más inusual y famosa era un icono de la Virgen y el Niño bordado por una mujer que empleó sus propios cabellos como hilos en parte del mismo.



La otra isla, Sveti Dorje, era de menor tamaño y surgió de un arrecife natural. Albergaba un Monasterio Benedictino entre cipreses y un cementerio. Los barcos no desembarcaban en ella, la vimos desde cerca con el barco y desde tierra.





miércoles, 15 de septiembre de 2021

EL MONASTERIO OSTROG

El Monasterio de Ostrog, del s. XVII, estaba adosado a una pared rocosa a 900m sobre el Valle del Zeta. Dedicado a San Basilio de Ostrog, era un monasterio de la Iglesia Ortodoxa Serbia. Para los cristianos ortodoxos era el lugar de peregrinación más importante de Montenegro. En realidad, eran dos monasterios: el inferior y el superior.

El Monasterio Inferior tenía una gran fachada incrustada en la roca, con casi veinte arcos y pinturas religiosas en los arcos superiores. Entramos en una pequeña capilla con frescos en la roca, donde un monje vestido de negro leía y vigilaba. No estaban permitidas fotos. Al lado, otra estancia estaba llena de las velas que ofrecían los fieles. Una señora con pañuelo en la cabeza, apagaba y retiraba las velas más consumidas para reciclarlas. 



El Monasterio Superior era de fachada blanca y parecía más incrustado en la roca. Lo llamaban “el milagro de San Vasilije” (San Basilio). Lo construyó el arzobispo de Herzegovina en 1665, dentro de dos cuevas. San Vasilije trajo allí a sus monjes después de que los otomanos destruyeran su monasterio. Las cuevas tenían mosaicos de figuras ortodoxas pegadas a la roca. Había obispos y pastores con corderos.

Hicimos cola para entrar en el santuario, una pequeña capilla-cueva con frescos en la roca, donde un monje joven vestido de negro leia y vigilaba. No estaban permitidas fotos y las mujeres debíamos vestir cubriendo hombros y piernas. El suelo de la cueva estaba decorado con círculos geométricos florales. Había una cruz, protegida por un vidrio, en el suelo. Los fieles se agachaban, besaban la cruz y hacían ofrendas de dinero. Decían que el monasterio recibía un millón de fieles al año.





Pasamos por Podgorica, la capital de Montenegro, y vimos su bonita Catedral Ortodoxa con cúpulas y cruces doradas.




martes, 14 de septiembre de 2021

SVETI STEFAN

Desde Budva fuimos en bus hasta Sveti Stefan, en un trayecto corto de media hora. Sveti Stefan era un pueblo isla fortificado, unida a tierra firme por un estrecho puente. El pueblo era un fotogénico conjunto de villas de piedra del s. XV con playa a ambos lados. La isla fue nacionalizada en los años cincuenta, era parte y propiedad de un lujoso centro vacacional. Sólo los huéspedes de pago podían acceder.


La isla era como una bonita maqueta, con las casas de piedra apiñadas y los tejados rojos escalonados entre pinos, olivos y cipreses. Pero estaban sin vida, todas las contraventanas blancas cerradas, el complejo hotelero estaba cerrado. Era en septiembre de 2021 y todavía seguían las secuelas del covid.

Habíamos leído que las playas junto a la isla eran de pago, pero tal vez había cambiado porque nos bañamos sin que nadie nos pidiera nada en la playa Sveti Stefan a ambos lados del puente. El agua estaba deliciosa, con tonalidades de azul y verde, la arena era suave y teníamos vistas de la isla.


Luego caminamos por el sendero entre pinares hacia la playa Milocer, descubriendo rincones con preciosas vistas del mar Adriático y la isla. Había una peña rocosa que caía en vertical hacia el mar. Salimos del sendero y bajamos entre las matas hasta llegar a la roca para hacer fotos panorámicas. Desde cerca se veían los estratos de la roca y parecía que estábamos en un barco en medio del mar. Fue otro de los bonitos rincones de Montenegro.




lunes, 13 de septiembre de 2021

BUDVA

 

Leímos en la guía que Budva era la ciudad más visitada de Montenegro. Llegamos en bus desde Kotor, en un trayecto de 40 minutos. El casco antiguo (Stari Grad) amurallado, era como un mini Dubrovnik junto al Adriático.

En la Puerta principal de las murallas podía verse el emblema de Venecia, el león alado de San Marcos. Gran parte del Stari Grad quedó destruido por los terremotos en 1979, pero fue reconstruido.




La Ciudadela era la Fortaleza junto al mar. Las playas estaban junto a sus muros, especialmente la playa Ricardova Glava, con restaurantes y bares con divanes. Una parte de la playa era privada. El lujo era bañarse con las murallas como telón de fondo.

Entramos en la Citadela que tenía una Biblioteca preciosa y grande. En otra sala mostraban maquetas de barco. Lo mejor eran las vistas con una isla verde frente a ella.



Las calles estrechas tenían encanto, con pavimento de mármol, casas de piedra y contraventanas pintadas de colores, arcos y plantas. Los bares y restaurantes eran muy coquetos y apetecía sentarse en muchos rincones. También se veían muchos gatos, como en Kotor. Paseamos por la Marina curioseando los enormes yates de lujo.







Cenamos en una de las terrazas. Pedimos pasta con calamares, gambas y pulpo, y el plato sorpresa fue un armazón de madera con lonchas de jamón ahumado colgadas de un cordel con pinzas, surtido de quesos croatas. No podía negarse que era original.