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lunes, 30 de diciembre de 1996

RETRATOS Y SONRISAS BIRMANAS

En el viaje por Myanmar vimos algunas mujeres que llevaban una crema amarillo pálido en las mejillas. Encontramos una chica joven con esa crema que formaba el dibujo de una hoja, pero otras se la aplicaban de un modo menos uniforme. Leímos que lo utilizaban tanto hombres, como mujeres y niños. La crema o polvo se obtenía moliendo la corteza del árbol thanaka, mezclado con agua. Era un cosmético que ofrecía protección para los rayos solares Una pasta refrescante y aromática con olor a sándalo, que se aplicaba realizando diseños en las mejillas, y también por todo el cuerpo. También lo vimos en Mozambique.


Nos llamó la atención la placidez de la siesta de un niño, en un banco de piedra con los caracteres circulares de la escritura birmana. Siempre nos quedará la curiosidad de lo que ponía en el banco.

En la ruta por las aldeas alredor de Kalaw, encontramos mujeres transportando sus cestas con las asas en la frente yendo al mercado, y a este niño que llevaba un sombrero especial hecho con hojas. Una muestra de la creatividad  y simpatía de los birmanos.


Esta chica de larguísimo pelo la encontramos en una peluquería birmana. Las peluquerías asiáticas y africanas son mi debilidad. Como siempre, las sonrisas de la gente que encontramos en Myanmar forman parte importante del viaje.


jueves, 26 de diciembre de 1996

LOS TEMPLOS DORADOS DE BAGAN


Un carromato de caballos nos llevó durante todo el día por los templos de Bagan. La otra opción era alquilar bicicletas y hacía mucho calor. La calesa nos protegió del fuerte sol. Parecía un carromato del oeste y traqueteaba un montón por los caminos de tierra rojiza.

Bagan era conocida como la ciudad de los mil templos. Fue capital de varios reinos de la antigua Birmania. En una gran explanada junto al río Ayeyarwady (antes llamado Irrawaddy) con más de 2000 templos y pagodas medievales, de los s.XI-XII. La Unesco los reconoció como Patrimonio de la Humanidad, aunque cuando fuimos todavía no lo eran. Una zona arqueológica fantástica.

















Primero fuimos a la Pagoda Shwezigon, la más reconocida y una de las más impresionantes. Era un conjunto de santuarios por los que perderse y pasear descalzos pisando las frescas losas. La stupa central tenía paneles con escenas de la vida de Buda, y en los laterales cuatro leones de oro custodiándola. 

Los templos más altos y prominentes de la explanada eran Thatbyinnyo Patho, con 61 m de altura y Hitlominlo Patho, con 46m de altura, y varias imágenes de Buda en su interior. Ananda Patho, era otro de los mejores y más conservado. Tenía dos pasillos cuadrados concéntricos con hornacinas, y en cada una de sus paredes cuatro Budas enormes. Sulami Patho tenía forma más piramidal, con frescos en su interior y a lo largo de todo el muro un Buda reclinado.




Subimos a varias terrazas de los templos para contemplar las vistas. Dhammayangyi Patho tenía varias terrazas superpuestas en forma piramidal, subimos a su terraza superior por unos estrechos pasadizos, con escalones verticales que casi no permitían apoyar la planta del pie ni de lado. Desde la terraza del Mingalazedi, cerca del río, vimos otra panorámica.

Y finalmente en el Shibinthalyaung, encontramos otro Buda reclinado de 18m de largo. Desde la cima contemplamos toda la explanada salpicada de templos. Todos eran parecidos y ninguno era igual. Algunos eran de piedra rojiza y otros de un blanco deteriorado por las lluvias y el paso del templo. Acabamos el día en este último templo contemplando la anaranjada puesta de sol.






 



domingo, 15 de diciembre de 1996

EL TEMPLO MINGÚN Y OTRAS PAGODAS
























Desde Mandalay cogimos un barco por el río Ayuyarwedi hasta Mingún. Era un trayecto corto, de 11km. En las orillas contemplamos los grupos de chozas aisladas, canoas y algunos pescadores echando las redes. Mingún era una de las ciudades antiguas conservadas en los alrededores de Mandalay, y fue la que más nos impresionó.

La Mingún Paya era el monumento budista (o zedi) más grande del mundo. Era imponente, de piedra rojiza. Miles de esclavos empezaron a construirlo en 1790 y debería haber tenido 150m, pero su construcción se interrumpió y quedó en los 50m de altura. Aún así resultaba majestuoso.. En la fachada principal, a un lado de la puerta de entrada, se abría una gran grieta, como una herida de las sagradas piedras. La grieta se abrió tras el terremoto de 1839. La puerta era enorme, daba acceso a una capilla que nos pareció pequeña en comparación con la mole de piedra. Un monje nos ofreció té y bananas, que tomamos sentados a los pies de un Buda. Luego subimos la escalinata hasta la cima de la stupa y contemplamos lo que quedaba del esplendor de la antigua ciudad bordeada por el río. 













Cerca estaba la gran campana de bronce, construida para el templo en 1808, de 90 toneladas de peso. Sólo había otra de tamaño parecido en el mundo, en Moscú. Estaba suspendida del techo y podías meterte en su hueco interior, grabado con inscripciones con caracteres birmanos. Con un tronco tañimos la campana, que resonó por todo el lugar.

La Pagoda Pondawpaya estaba junto al río, custodiada por dos grandes leones que miraban pasar las barcas. La Pagoda Hsibyume de 1816, con estructura circular era otra de las que recordaremos. Sus stupas blancas resplandecían al sol, entre las verdes palmeras. Tenía siete terrazas que representaban la siete montañas alrededor del Monte Maru, que era el origen del Cosmos, según la mitología budista. Después visitamos las tres ciudades sagradas más antiguas: Sagaing, Amarapura y Ava. En Sagaing la verde colina estaba totalmente salpicada de stupas. Las viejas piedras sagradas de Mingún y las otras ciudades nos hablaron de otros tiempos míticos de esplendor en Myanmar. 

 












jueves, 12 de diciembre de 1996

EL LAGO INLE







En el viaje por Myanmar, la antigua Birmania, alquilamos una pequeña canoa para recorrer el Lago Inle. Salimos temprano y el lago estaba envuelto en una fina neblina que difuminaba las figuras de los pescadores que se veían a lo lejos, como dibujos chinos. Más tarde el sol iluminó el paisaje.

El Lago Inle estaba a a 1328m. sobre el nivel del mar, y tenía 22km. de largo y 11km. de ancho, Estaba repleto de plantas acuáticas flotantes sobre la superficie del agua formando islotes verdes. Los agricultores juntaban esos trozos de tierra formando estrechas franjas, y cultivaban huertos de hortalizas o flores. También transportaban tierra en las canoas para trasladarla cerca de sus casas y crear más huertos, ganando terreno al agua.





Leímos que había unos cien monasterios alrededor del lago y unas mil stupas budistas. Visitamos uno de los monasterios, ubicado en una isla centro del lago, y también fuimos con la canoa a un mercado flotante. Pasamos junto a los pescadores y vimos como remaban con el pie, sujetando el remo con el dedo gordo, con mucha habilidad. Introducían las redes en forma de armazón cónico al fondo, removían con el palo, y luego subían la cesta con el pie, cogiéndola con la mano cuando asomaba. Algunos pescadores transportaban las redes vertical u horizontalmente. Era un espectáculo único.

 




lunes, 9 de diciembre de 1996

LAS CASAS COMUNALES BIRMANAS

 




En los alrededores de Kalaw visitamos varias aldeas caminando por los senderos de tierra rojiza. El paisaje era precioso: valles cultivados entre montañas y colinas. Había laderas llenas de girasoles, algunos de casi dos metros de altura. Otros cultivos eran de semillas de sésamo, terrazas de arroz, plantaciones de té verde. Los campos formaban mosaicos de gran colorido.

Encontramos gente que iba o volvía del mercado. Las mujeres llevaban cestas a la espalda, ciñendo las asas a la frente, con la compra del día. Las saludábamos y una de ellas nos enseñó su compra: algo de pescado, vegetales, tomates y palomitas de maíz caramelizadas para los niños. Las mujeres casadas llevaban unos aros en la cintura como indicadores de su rango, y vestían longhis de colores hechos a mano, con chaquetillas de tela adornadas con lentejuelas. Muchas llevaban enrollada en la cabeza una toalla china de colores, a modo de turbante. Un niño llevaba un sombrero especial hecho con hojas.




En una de la aldeas ellas vimos lo que llamaban “long-house”, la casa comunal de varias familias. Era un largo palafito, levantado sobre pilotes, la parte inferior se utilizaba como almacén o para el ganado. Vimos cerdos negros como jabalíes y gallinas. Cuando fuimos estaba medio en penumbra porque las ventanas estaban cerradas, pero se filtraba algún rayo de sol que iluminaba el humo del interior. Se podía saber el número de familias por los fuegos que ardían






Vimos una anciana sentada en cuclillas frente a su fuego, fumando el tampat, el cigarro tradicional birmano. Del techo colgaban unas mazorcas de maíz, y había sacos de arroz y cereal alrededor. Más allá había otra familia comiendo, y mecían a un niño en su cuna-hamaca. Una mujer esta tumbada porque tenía una herida en la rodilla y no había podido ir al mercado.

Los niños correteaban por allí y se acercaban a nosotros con curiosidad. Nos presentaron al anciano de más edad de la comunidad. Tenía 85 años y once hijos, según nos contó. Nos invitó a un té, y nos miraba sonriendo con sus encías desdentadas.