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sábado, 13 de noviembre de 1993

EL GRAN ZIMBABWE


          

Desde Masvingo fuimos a visitar el Gran Zimbabwe, los restos de una antigua ciudad del reino de Zimbabwe, en los s. XIII-XV d. C. Estaba situada sobre una colina. Fue la capital del reino bantú de los Shona en el s. XIV y llegó a tener una población de 20 000 habitantes.​ 

Las ruinas arqueológicas estaban rodeadas de grandes formaciones rocosas. Destacaba una gran torre cónica. En la parte alta estaba la llamada Acrópolis por los arqueólogos, y en la parte baja había construcciones de piedra restauradas. Había una muralla de muros concéntricos de 10m de altura, con piedras apiladas, escaleras y pasadizos. Coincidimos con la visita de un grupo de escolares uniformados, nos saludamos y luego nos dispersamos por el recinto y lo vimos en soledad. 


Lo recorrimos con una niebla espesa y una fina llovizna que nos fue empapando. No lucían tanto como con un cielo azul, pero la neblina envolvía las ruinas en un aire de misterio. La única nota de color la aportaba algún bonito flamboyán de flores rojas, como los que vimos en la ciudad de Masvingo.

Leímos en la guía que las causas del abandono de la ciudad fueron el declive en el comercio, el agotamiento de las minas de oro, la inestabilidad política, el hambre y la escasez de agua. 


Otro día visitamos un poblado etnológico, un museo al aire libre con chozas que reproducían el estilo de vida tradicional de los primeros pobladores de Zimbabwe. Eran chozas circulares con tejadillos cónicos, algunas decoradas con dibujos geométricos. En el interior había recipientes de barro, utensilios y cestería. 

Había algún granero construido en alto para proteger el grano de los animales. Una escalera de troncos permitía el acceso. También había una choza dedicada al curandero de la aldea. Vimos como unas mujeres elaboraban los cestos a la manera tradicional. 



          






sábado, 6 de noviembre de 1993

LAS CATARATAS VICTORIA


Impresionante es un calificativo que se queda corto. Eso escribí en mi cuaderno de viaje por Zimbabwe, después de haber visto tres veces las Cataratas Victoria, paseando, haciendo rafting, y desde el aire en ultraligero.

Las Vic Falls tienen 1700 metros de ancho y caen por un desfiladero de más de 100 metros de altura. Su nombre original era Shongwe, que significa "el humo que ruge". Fueron "descubiertas" en 1855 por Livingstone. Entrecomillo descubiertas porque como observa lúcidamente Moravia "en el verbo descubrir se condensa toda la presunción del colonialismo. Los europeos, desde los tiempos de Herodoto, son los que descubren el mundo, los otros pueblos se limitan a visitarlo." Alberto Moravia y su libro “Paseos por África” fue mi otro compañero de viaje.



Vimos las nubes de vapor de agua que formaba la caída, y nos dejamos refrescar por las gotas pulverizadas, la llovizna de millares de gotas que arrastraba el aire. El camino estaba empedrado y corría paralelo al frontal de las cataratas. Los principales puntos eran el Salto del Diablo, la isla de Livingstone y el Punto Peligroso. La isla de Livingstone marcaba la mitad de las cataratas y la frontera con Zambia, aunque la orilla de tierra desde donde se podían ver pertenecía a Zimbabwe.

Espuma, nubes de vapor condensado, el verde exuberante de la vegetación de las zonas siempre húmedas, la negra roca tallada del cañón, y el rugido perenne del agua. Livingstone debió alucinar cuando se encontró todo esto. Eran un merecido Patrimonio de la Humanidad.

          

 

         

Estuvimos caminando paralelos al río Zambeze, por un camino de tierra roja en plena jungla. No exagero. Teníamos que apartar las ramas, lianas y hojas de palmeras a nuestro paso, y se oían cantos de pájaros y ruidos de animales desconocidos para nosotros. Caminábamos absolutamente solos, en medio de esos sonidos tropicales, y de vez en cuando se movían las ramas de algún arbusto, y veíamos correr algún animal.

No creíamos que íbamos a encontrar tantos animales y tan cerca del Parque de las Cataratas, pero vimos a muy corta distancia impalas, monos y grupos de búfalos. Llegamos hasta el llamado “big tree”, un baobab de más de 1500 años, con un tronco enorme, de unos 16m de diámetro. Al volver, encontramos un grupo de búfalos comiendo la hierba seca tranquilamente y clavando su mirada curiosa en nosotros. Silencio y los búfalos y nosotros mirándonos a una distancia de tres metros. Aquello era África. Y sobrevolar las Cataratas Victoria en ultraligero fue espectacular.