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viernes, 19 de septiembre de 2014

NIDA Y CURLANDIA

 


Nida en la costa báltica de Lituania tenía una atmósfera especial. Sus casas de madera de colores con tejados triangulares, y con veletas con formas peculiares nos encantaron. En aquella región histórica se asentaron daneses, germanos, Caballeros de Lituania (más tarde los Caballeros de la Orden Teutónica), polacos y rusos. En 1919 pasó a formar parte del estado independiente de Letonia. Pero posteriormente formó parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas entre 1944 y 1991. 

En el paseo marítimo había varias veletas de madera de colores azul, blanco y rojo, que indicaban la procedencia del dueño de la casa. Las veletas eran originales y muy imaginativas, representando barcos, iglesias y caballos. 







Nida estaba en el Parque Nacional del Istmo de Curlandia. El Istmo de Curtlandia era un estrecho brazo de arena con majestuosas dunas en la parte sureste del Mar Báltico. Paseamos por el lado sur de Nida, junto a la Laguna de Curtlandia. Había muchas gaviotas, patos y cisnes.






Luego visitamos un Museo Etnográfico, que mostraba la vivienda antigua lituana en una cabaña de madera. Mostraba mobiliario antiguo en comedor, dormitorios y cocina, y objetos variados: ruecas, jofainas, cunas, cacharros de cocina. Nunca me cansaré de ver ese tipo de museos, con multitud de detalles de épocas históricas diferentes. Son interesantes y nos hablan de otros tiempos.




En Nida estaba la Casa Museo donde veraneó el escritor alemán Thomas Mann durante tres años, junto a su mujer y su hijo. Estaba en una colina, con buenas vistas a la laguna. Vimos su escritorio y el mobiliario de diferentes habitaciones. Imaginé lo agradable que sería escribir allí, tal vez algún fragmento de “La montaña mágica”. Después tuvo que huir a Alemania con la II Guerra Mundial, y nunca regresó. Nida fue una colonia de artistas. Sartre y Simón de Beauvoir también pasaron unos días allí, con un permiso de Jruschev.



Fuimos a la zona de las dunas, algunas de 50m de altura. Estaban en la orilla de la Laguna de Curlandia. Se subía a ellas por unas escaleras de madera con pasarelas. La arena era blanca y estaba fresca. Recorrimos las dunas descalzos, y nos sentamos a resguardo para hacer un picnic. Llegamos casi a la frontera rusa, marcada por un bosquecillo verde al pie de las dunas.






En el Puerto cogimos un barco para hacer una pequeña travesía por el litoral, viendo las dunas desde el agua, y acercándonos más a la frontera rusa.




sábado, 23 de agosto de 2014

VILNIUS

Vilnius (o Vilna), la capital lituana, es una ciudad amurallada conocida como la joya barroca del Báltico. Su casco antiguo es el mayor de Europa, considerado Patrimonio de la Humanidad. Callejuelas empedradas con casas con buhardillas y chimeneas, iglesias, patios interiores, y muchos rincones con encanto. 

La muralla tuvo diez puertas y la única que se conservaba intacta era la Puerta de la Aurora. Era un gran arco con un cuadro en el exterior de una Virgen negra rodeada de oro. Había gente rezando en la calle y ofreciendo cirios. 






Nos alojamos en el Domus Maria Hotel, un convento del s. XVII de las monjas teresianas, un lugar histórico. junto a la Puerta de Alba. Desayunamos en el antiguo Refectorio de las monjas, con techos abovedados con arcos de crucero. 

La Catedral tenía una fachada peculiar con seis columnas clásicas y un campanario blanco independiente, separado del cuerpo de la catedral. Junto a la catedral estaba el el Palacio Real de los Duques de Lituania, un gran edificio blanco del s.XV. Cerca estaban las Iglesias barrocas de Santa Teresa y del Espíritu Santo (ortodoxa). Esperamos a las cinco de la tarde para escuchar los cantos de los monjes ortodoxos.


Otro gran arco eran las llamadas Puertas Basilianas, por las que se accedía al Monasterio Basiliano de la Sagrada Trinidad. Vimos la Filarmónica y seguimos hasta la Plaza del Antiguo Ayuntamiento, donde se celebraba una fiesta medieval. Había herreros, curtidores de piel, hilanderas con ruecas, artesanos de piel y escribidores con su scriptorium.






Nos metimos por las estrechas y sinuosas callejuelas del guetto judío: Antoniovski, Gaono, Zydu, Stikliu…Habían sido testigos de mucho dolor y lo recordaban en una placa conmemorativa. Ahora estaban llenas de vida, repletas de pastelerías, tiendas coquetas, tabernas y restaurantes. Un contraste con lo que vivieron en el pasado.





Luego fuimos al Museo de las Víctimas del Genocidio, ubicado en un gran edificio clásico que había sido la sede del KGB y de la Gestapo. Los sospechosos de ser anti-soviéticos eran espiados, interrogados, enviados a campos de trabajo, deportados o ejecutados. Hubo miles de víctimas en Lituania. Los deportaban a Siberia y zonas alejadas, y muchos morían allí por el frío y las condiciones extremas. Había muchas fotos, historias de partisanos que lucharon contra el comunismo, testimonios de deportados y de víctimas de todo tipo.

En la segunda planta vimos los despachos de los oficiales y torturadores, con sus uniformes, y el mobiliario con radios y teléfonos. En otra sala espiaban las conversaciones de sospechosos con micros camuflados. El sótano fue lo más impresionante, con las celdas de los prisioneros, sala de torturas. Bajar por aquellas escaleras era descender a un inframundo. Asesinaron a muchos inocentes: profesores, escritores, artistas y sacerdotes. Una visita impactante.

Subimos a la colina Gadimenas, un lugar simbólico por ser donde se fundó la ciudad de Vilnius. Estaba coronada desde el s. XIII por un torreón circular de ladrillo rojo con la bandera lituana. Desde allí había vistas panorámicas de la ciudad. Sus muros fueron destruidos durante la ocupación rusa (1665-1661) y fueron restaurados posteriormente. En el interior estaba el Museo del Castillo Alto, que visitamos gratis por ser festivo. Celebraban los 25 años de la cadena humana que atravesó Lituania, Letonia y Estonia, pidiendo la independencia, que consiguieron en 1991. Había sido un hito histórico.



Otro día paseamos por el Barrio de Uzupis, el barrio bohemio, donde se instalaron artistas, soñadores, borrachos y okupas. El barrio tenía una placita con una columna con el Ángel de Uzupis, tocando una trompeta. Habían declarado una República Independiente. Tenían su Presidente y una Constitución propia festiva, con derechos como el de ser único, ser feliz o infeliz, amar, derecho a ser libre o a ser un perro. Concluía con un “No te des por vencido. No contraataques. No te rindas”. Estaba escrita en una placa en un muro, en varios idiomas. Una curiosidad. 



                

                                                     

Vimos varias parejas de novios lituanas, con sus damas de honor, que iban en limusinas y se fotografiaban allí. Los novios dejaban candados en el puente que cruzaba el río Neris. Vilnius era una ciudad con mucha historia y mucho encanto.