Visitamos el Museo del Tibet. Empezaba con una exposición de los escritores, artistas y músicos del Tibet. Explicaban a través de fotos y vídeos la invasión del país por los chinos, la resistencia que hubo, el exilio del Dalai Lama a India y la represión del pueblo tibetano.
viernes, 23 de mayo de 2025
DHARAMSALA
lunes, 20 de febrero de 2023
LA FIESTA EN EL CASTILLO OTOMANO
Jizán (o Jazán) era
una ciudad a orillas del Mar Rojo, en el extremo
suroeste de Arabia Saudí. Estaba a 1.145km de Riad. Llegamos en avión, en un
trayecto de 1h 45. Fue el único avión interno que cogimos en el viaje por el país; el
resto lo hicimos con los autobuses de la compañía estatal SAPTCO. La guía de la
Lonely Planet le dedicaba unas pocas líneas.
Su mayor atractivo era el Castillo Otomano, en una colina. La luz del atardecer teñía de dorado sus grandes torreones y almenas. Lo encontramos lleno de gente, con ambiente festivo. Ensayaban para la fiesta del Día Fundacional de Arabia Saudí, aniversario de su fundación como Estado, el 22 de febrero de 1727. En esa fecha fue cuando el imán Mohamed bin Saud comenzó a gobernar en la ciudad de Al Diriyah, en el oeste de los que hoy es Riad, para después ir expandiendo su reino por la península arábiga. Aunque el Día Nacional se celebraba el 23 de septiembre.
En el patio había
una jaima con alfombras y telas con coloridos estampados. Unas mujeres
estaban ataviadas con sus mejores galas, maquilladas y adornadas con joyas de
oro. Siguiendo la tradición ocultaban su rostro y solo mostraban sus bonitos
ojos. Les pedimos permiso para fotografiarlas y accedieron sonriendo, con sus miradas
expresivas.
Había un grupo de niños con túnicas blancas y otro grupo de niñas y mujeres con abayas negras. Desfilaron ordenadamente y ensayaron su ceremonia con la música de los altavoces. Revolucionamos un poco el ambiente y grupos de adolescentes venían a preguntarnos de donde éramos entre risas y a pedirnos fotos.
Al salir del castillo fuimos al Farasan Island Ticket Center, una pequeña oficina donde reservamos los billetes gratuitos de Ferry para ir a las cercanas Islas Farasán, a 40km de la costa árabe. Teníamos curiosidad por conocerlas. Luego paseamos por La Corniche. Tenía un parque con una noria, a orillas del Mar Rojo. Las familias se sentaban en alfombras en el suelo, tomando té, haciendo pequeños picnics y contemplando el horizonte.
domingo, 13 de febrero de 2022
SAN JUAN CHAMULA
Desde Sancris
cogimos una combi o colectivo, las furgonetas compartidas, que por unos pocos pesos nos
llevó hasta San Juan Chamula. Estaba a solo 10km de distancia y tardamos media
hora. Fuimos un domingo, el día de mercado cuando se montaban los puestos en la
plaza.
Los hombres llevaban anchas túnicas de lana negra de borrego para protegerse del frío y la lluvia, y las mujeres vestían faldas largas de lana negra con chales de colores. Pero me llamó la atención que las mujeres usaban chanclas y sandalias, y algunas iban descalzas. Le pedí permiso a una de ellas para fotografiar sus bonitas sandalias de cuero, con adornos de plata y ámbar.
Lo más impactante
fue el Templo de San Juan, una iglesia blanca con el arco de entrada
pintado de verde y azul, y decorado con aspas, estrellas y círculos El interior era oscuro, sin bancos y con el suelo
cubierto de pinaza. Estaba repleto de parpadeantes velas con devotos
arrodillados, entre el humo del incienso de copal. Alrededor había
imágenes de santos con vestiduras sagradas, encerrados en vitrinas y venerados
por grupos de fieles que rezaban ante ellos. En el altar principal estaba San
Juan Bautista, al que los chamulas veneraban por encima de Jesucristo.
Leímos que podía haber curanderos que canturreaban mientras frotaban el cuerpo de los pacientes con huevo o huesos. Eso no lo vimos, pero sí como una mujer restregaba un ramo de hojas sobre la cabeza y los hombros de otra mujer, para limpiar las energías malignas, al estilo chamánico.
Otros hombres oraban en dialecto indígena y ofrecían velas pagadas por los fieles. Vimos un hombre con la túnica de lana de borrego blanca y con un pañuelo blanco en la cabeza. Le pregunté cual era su función y dijo ser un mayordomo de Santa Rosa. Había otros mayordomos e Guadalupe; eran como cofradías o hermandades, que se agrupaban de pie junto a sus imágenes. Los otros fieles estaban arrodillados o sentados.
Fue un espectáculo ancestral e hipnótico, una ceremonia indígena con siglos de tradición y una atmósfera muy especial. No era un templo habitual y nos sentimos muy privilegiados de poder contemplar aquellas escenas.
domingo, 7 de marzo de 2021
LA DANZA DE LOS DERVICHES
Los derviches se reunían cada viernes en un cementerio de Jartum. Fuimos al atardecer. El cementerio tenía pequeñas lápidas de piedra con inscripciones árabes, algunas pintadas de verde claro. Al fondo oímos cánticos. Eran un grupo numeroso entre los que tocaban unos panderos y cantaban, los que bailaban y los espectadores. Estaban junto a dos bonitos templos verdes con cúpulas. Los hombres vestían sus largas túnicas blancas y turbantes o casquetes musulmanes. Nos unimos al grupo y contemplamos extasiados la ceremonia. Parecía festiva, pero tenía sentido religioso, sin ser solemne. Decían que cuando llevaban horas cantando y bailando era cuando entraban en trance y giraban.
Los derviches eran un grupo religioso musulmán sufí, de carácter ascético o místico, con origen en el s.XII. En Turquía habíamos tenido oportunidad de ver a los derviches giróvaros, que giraban sobre si mismos con sus faldas al vuelo.
Además de los derviches había un par de
santones con rastas y ropajes verdes, niños y un grupo de mujeres con velos de
colores. Las mujeres ululaban de vez en cuando, animando los cánticos. Los espectadores
se balanceaban al ritmo. Una mujer mayor salió al centro del corro bailando
rítmicamente y poniendo los ojos en blanco. Otros hombres bailaban sonriendo,
levantando los brazos, les ponían billetes bajo el turbante y bailaban sin que
se les cayeran. Estuvimos absortos contemplando la ceremonia, entre la
muchedumbre. Fue nuestra despedida del viaje por Sudán.