sábado, 7 de junio de 2025
SHIMLA
domingo, 10 de septiembre de 2023
SUBÓTICA, EL MODERNISMO EN SERBIA
La ciudad de Subótica
era una maravilla del Modernismo en Serbia. Callejeamos admirando su
arquitectura. Los edificios tenían las fachadas adornadas con estatuillas,
caras, relieves de yeso y cenefas. Había una gran variedad de ornamentos.
El Raichle Palace era un precioso edificio modernista, construido por el arquitecto Ferenc Raichle, donde vivió y tuvo su estudio. La fachada era espectacular, blanca decorada con cenefas azules, relieves en piedra y balcones verdes. Un derroche de diseño y de imaginación.
En la Plaza de la
República, también llamada Plaza de la Libertad, estaba el Ayuntamiento
(Gadska Kuca), construido en 1908. Era un edificio monumental con arcos,
torres, tejados triangulares y pintado de granate oscuro. Precioso y muy
peculiar. En el interior había una interesante exposición de fotografía.
Cerca estaba el Teatro, amarillo, con frontispicio triangular y seis enormes columnas. La Biblioteca tenía la fachada amarilla y blanca, con grandes cariátides, unos Hércules barbados con perros, sosteniendo el balcón, y unas ninfas n la parte superior.
Seguimos por la Ulica
Korzo, una calle noble peatonal llena de edificios a cual más bonito
arquitectónicamente. Eran de dos plantas, con arcos en la planta baja y
pintados de colores granate, verde, crema, amarillo, blanco y ocre. Uno de
ellos era el Palacio Vojnic, de tres plantas y fachada granate
terracota. Al lado estaba el Zgrada Zlatno Jagnje (Cordero Dorado). Otros
era la Casa de la Alabarda o el Hotel Adolf Halbrar.
Las calles tenían
mucho encanto, con plazas arboladas, kioskos, terrazas, patios interiores,
plantas, flores, estatuas y muchos detalles modernistas. En un antiguo tranvía habían instalado un acogedor café.
Fue la Sinagoga
más bonita que habíamos visto nunca (y habíamos visto unas cuantas). Y por último
disfrutamos de la iluminación nocturna de las calles. Subótica era una joya modernista
en Serbia.
viernes, 9 de diciembre de 2022
ST. PIERRE Y EL VOLCÁN PELÉE
El pequeño pueblo
de St. Pierre era tranquilo, apenas cuatro calles paralelas junto al
mar, y con la silueta imponente del Monte Pelée (Monte Pelado) al final de cada
calle. El Monte Pelée era un volcán semiactivo y la montaña más alta de la
isla Martinica.
Las guías decían que
tenía el honor de ser el tercer volcán más letal del planeta, y en su última
erupción el 9 de mayo de 1902 arrasó el pueblo de St. Pierre. El volcán
empezó a dar señales de actividad, pero los mandatarios las desoyeron y no
alertaron a los ciudadanos. Murieron sus 30.000 habitantes. Sólo
sobrevivieron dos personas, uno de ellos un preso encarcelado en la pequeña
prisión. Un Museo Memorial lo recordaba.
El pueblo
conservaba algunos edificios coloridos de dos plantas, con contraventanas
de madera pintada de color granate, verde, azul. Algunas casas tenían buhardillas. Lo más destacable era el edificio del Ayuntamiento con porches y
un reloj, el mercado de frutas con estructura metálica. Vimos alguna tienda de
artesanía de cerámica y algún un café con porche agradable. La playa del pueblo
era estrecha con arena negra volcánica.
Visitamos las
ruinas de la prisión y del antiguo Teatro del s. XVIII, que se construyó
para entretener a la población y las tropas francesas. Tenía capacidad para 800
espectadores, con altas columnas y un lujoso interior diseñado por el mismo
artista que decoró la Ópera de París. Quedaba poco del esplendor de lo que fue, la escalinata
doble y unas pocas piedras ennegrecidas entre vegetación verde. El dolor y la destrucción formaban parte del pasado.
La playa del
pueblo era estrecha con arena negra volcánica. Comimos en un agradable
restaurante abierto al mar. Pescado asado con mandioca, banana y ensalada. Era
inevitable sentir la presencia del volcán dormido, con su cima envuelta en una
corona de nubes. Esperemos que no vuelva a despertar.