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lunes, 2 de junio de 2025

MONASTERIOS THIKSEY, CHEMREY, TAKTOK Y HEMIS

Desde Leh hicimos dos días de excursiones para ver los monasterios budistas de los alrededores. Un día visitamos los Monasterios Thiksey, Chemrey, Taktok y Hemis. Y al día siguiente vimos los Monasterios Alchi, Spituk, Lamayuru y Likir.




El primero que visitamos fue el Monasterio Thiksey, del s. XIV, a sólo 19km de Leh.  La primera visión fue espectacular, se erigía sobre una colina, con múltiples edificaciones encaladas, con ventanas trapezoidales. Pertenecía a la rama del Budismo tibetano Gelug-pa, conocida como "escuela de los gorros amarillos" . Leímos que era el más parecido al Palacio del Potala en Lhassa, y nos lo recordó, aunque no tan impresionante. 

En el patio interior, con un alto mástil con banderola, había otros muros amarillos y de color rojo terracota con balcones, y porches con columnas de madera. 




Nos descalzamos para entrar en los interiores. La sala de oración con mesas bajas para los monjes, colgaban las telas bordadas de colores llamadas thangkas. y había pinturas murales y timbales verdes. Una gran Estatua de Maitreya, de 15m de altura presidía las oraciones. Nos gustó la Biblioteca, con libros de tablillas colocados en anaqueles y envueltos en seda naranja. 
 



Estuvimos más de una hora subiendo y bajando escaleras, atravesando pasadizos a distintos niveles y curioseando las estancias y rincones. Nos dijeron que en el monasterio vivían 65 monjes, aunque variaba según la época del año. Desde la parte alta del Monasterio había unas bonitas vistas del verde valle y las montañas áridas con cumbres nevadas. 



El Monasterio Chemrey del s. XVII se levantaba majestuoso sobre otra colina. Al entrar giramos las hileras de ruedas de oración. Tenía varios edificios encalados con balcones de madera. En su interior la gran Estatua Padmasambhava, ocupaba dos pisos.




La Biblioteca tenía 29 manuscritos budistas con letras de plata y oro. En la sala de oración fotografiamos las mesas de los monjes con una campanilla, el molinillo de oración de latón dorado, un libro envuelto en seda y un rosario. Había címbalos, estatuas y pinturas murales. 

En el comedor del monasterio un monje y su amigo lugareño, con un sombrero de ala ancha, nos invitaron a tomar el té. El monje era de la rama Dugpa Kargud-pa, con túnica granate y bonete del mismo color.








El Monasterio Taktok estaba adosado a la pared de roca, construido en la cavidad de una cueva y con techado de roca. También tenía edificaciones encaladas con ventanas trapezoidales ribeteadas de negro y cortinillas amarillas. Nos gustaron sus balcones de madera roja.

En todos los monasterios se respiraba misticismo, paz y tranquilidad. Estaban ubicados en lugares bonitos y todos eran un laberinto de edificaciones a diferentes niveles, con escaleras y pasadizos. Los pocos monjes que encontramos estaban dispuestos a charlar y responder a nuestras preguntas.





El Monasterio Hemis del s. XVII  era el más grande, con 300 monjes, aunque se reunían miles en las ceremonias y festivales. En su gran patio se celebraba el Festival de máscaras el 5 y 6 de Junio. Era complicado seguir las fechas de los festivales porque utilizaban el calendario lunar, pero nos lo indicaron los propios monjes. 

En el patio estaba el Templo principal y el Templo de Buda. Ambos tenían en la puerta de entrada dos cortinas blancas con el dibujo de la Rueda de la Fortuna en negro. En las salas había estatuas, imágenes, murales, telas colgantes, los asientos y mesas bajas de los monjes. 






La galería del patio, con columnas rojas y la parte superior de madera policromada. tenía hileras de ruedas de oración, para hacerlas girar en el sentido de las agujas del reloj.

Vimos el Museo con más estatuas, imágenes, amuletos y objetos tibetanos. La fotografía estaba prohibida en el interior de las salas, como en otros monasterios. Pero pudimos fotografiar alguna sala desde el exterior y las pinturas murales representando escenas del infierno, con escenas de castigo y los pecadores en un caldero, y la Rueda de la Fortuna.



jueves, 22 de agosto de 2024

LUANDA, EL INICIO DEL VIAJE ANGOLEÑO


Luanda, la capital de Angola nos gustó más de lo esperado. El Palacio do Ferro era uno de los edificios más singulares. Era una estructura de hierro con filigranas y una galería circundante, pintado de amarillo intenso y con tejado rojo. Habia una doble escalinata central en la fachada. Se atribuía a la escuela de Eiffel.

Tenía una curiosa historia pues se construyó en París en 1890 para la Exposición Universal. Lo trasladaron en barco hasta Madagascar, pero por un temporal el barco paró en Angola y allí se quedó.


La ciudad conservaba algunos edificios coloniales de la época portuguesa. Destacaba el gran edificio del Banco Nacional de Angola, con una gran cúpula rojiza, porches y pintado de color crema y rosado.


En una colina dominando la ciudad estaba la Fortaleza de Sao Miguel, de piedra dorada. Tenía buenas vistas de Luanda y su gran bahía. La entrada tenía forma de estrella, con murales laterales, y encontramos un grupo de escolares que hacían la visita.

La Fortaleza albergaba un Museo Militar, exhibiendo cañones y otras armas. Había una gran estatua de la angoleña Njinga Mbanda, que en 1622 negoció la paz del reino con Joao Correia de Sousa, el Gobernador de Angola, y se bautizó con el nombre de Ana de Sousa.  Había otras estatuas de Vasco de Gama, Luis de Camoes (el poeta portugués), Agustinho Neto (el padre de la Independencia y primer Presidente de Angola) y otros personajes históricos.




Visitamos el Museo de Antropologia, con una colección de máscaras para rituales de iniciación, de fertilidad, de curanderos y vudú. En otras salas exhibían instrumentos musicales, pipas de madera, lanzas, fusiles, cestería, sandalias de piel de antíĺope, calabazas, peines o una silla con figuras talladas. 


También fue interesante el Museo de la Moneda, que exhibía billetes, una colección de monedas de la época portuguesa y de la Independencia. Lo mas curioso fue un lingote de oro de 12 kg, expuesto en una vitrina con unos orificios para introducir lss manos y levantarlo. No pudimos.

La Marginal era el nombre del paseo marítimo frente a la Bahía de Luanda y el Océano Atlántico. Se veía el sky-line de los rascacielos de la zona moderna de la ciudad. En el paseo estaban las típicas letras "Eu love Luanda". Viajamos por Angola de forma independiente, y aunque solemos ir solos Javier y yo, en esta ocasión fuimos con nuestros amigos Francisco y Merche, y Antonio y Trini, buena compañía. Unas chicas modernas paseaban por allí y accedieron a que las fotografiáramos. Angola nos recibía con sonrisas. Nuestro viaje acababa de empezar.