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sábado, 26 de octubre de 2019

MUSTANG 3. MARPHA


Ruta Kagbeni-Jomsom-Marpha. 16km / 5h 30'
Amanecía a las seis, la hora que nos levantábamos. Desayunamos tortillas de queso, french toast, y tés. Y emprendimos la marcha bien abrigados. El cielo estaba azul intenso como siempre y los picos tenían un manto blanco deslumbrante. 

El paisaje era árido, pero no monótono, y los colores de las montañas tomaban todas las tonalidades ocres posibles, del amarillo al marrón. Pasamos por Jomsom, a solo 6km de Kagbeni, y continuamos caminando. Seguimos el curso del río Kali Gandaki, cuyo cauce veíamos abajo y llegamos a su altura. Pasamos por otro largo puente colgante con coloridas banderolas de oración.





Marpha era un pueblo histórico de Mustang, apiñado tras una cresta montañosa que lo protegía del viento. Arquitectura tradicional con casas de piedra pintadas con cal, tejados planos y calles estrechas adoquinadas. Caminando por el empedrado oíamos el sonido del agua bajo las losas; era el sistema de drenaje medieval, construido bajo las calles. 



El pueblo era conocido por sus huertos de manzanos y por el licor que elaboraban con ellas. Probamos un pastel de manzana con canela y lassi, el yogur líquido.

Callejeamos viendo las bonitas casas de dos plantas, con puertas y ventanas de madera rojiza. La calle principal tenía tiendas de artesanía y textiles. En un camino dos personas transportaban grandes haces de cebada, cargados a la espalda.




Subimos hasta la Stupa blanca en lo alto de la colina. Tenía la parte inferior pintada de un ocre anaranjado con inscripciones y había otras pequeñas stupas alrededor. Desde arriba se tenían vistas de Marpha y de los tejados planos de sus casas y azoteas para apilar leña o secar el grano.



Unas empinadas escaleras subían hacia el Monasterio. Los monjes estaban cantando sus rezos, acompañados de las largas y graves trompetas, tambores y gongs. Nos sentamos en las colchonetas del suelo y el encargado de servir a los monjes nos ofreció un té. Nos quedamos un buen rato contemplando la hipnótica ceremonia.





El patio del monasterio tenía columnas rojas y coloridas pinturas murales. Por la noche tuvo lugar allí una celebración con danzantes portando máscaras y sombreros de penachos con plumas. 

La música empezó en las calles del pueblo. Los vecinos siguieron a los danzantes en procesión hasta que pararon, se hizo un círculo de gente y comenzaron sus danzas en la oscuridad, con la tenue iluminación de la calle Encendieron una hoguera, quemaron unas hierbas y lanzaron granos de arroz a los danzantes. Luego subimos todos al monasterio y danzaron de nuevo en círculo, en el patio rodeado de gente. Fantástico.





jueves, 10 de octubre de 2019

EL CENTRO HISTÓRICO DE KATHMANDÚ

 

El centro histórico de Kathamandú seguía siendo un museo arquitectónico al aire libre con callejuelas repletas de templos, pagodas, pabellones, patios interiores y talleres. Tras los daños sufridos en el terremoto del 2015 habían hecho mucha labor de restauración.  La Plaza Durbar era el corazón del casco antiguo y Patrimonio de la Humanidad. Durbar significaba “palacio”. La mayoría de sus edificios eran del s. XVII y XVIII, algunos originales y otros más antiguos, reconstruidos tras otro terremoto en 1934. En realidad, eran tres plazas interconectadas.


La plaza con sus templos en forma de pagoda, estaba repleta de palomas. Algunos santones paseaban por allí con sus túnicas amarillas y la cara pintada. En uno de los templos había una gran campana. Decían que su tañido alejaba los malos espíritus, per solo se tocaba durante la puja (ofrenda). Cerca estaban dos tambores enormes en un pabellón, que se usaban para avisar a la ciudad de un peligro inminente.



Frente a los tambores estaba el Kala Bhairab (Bhairab negro), una estatua de piedra negra con un aspecto temible: con seis brazos, una guirnalda de calaveras y pisoteando un cadáver, acto que simbolizaba la ignorancia humana. Contaban que mentir ante su figura causaba la muerte instantánea y se usó como ordalía en los juicios. Los nepalíes le ofrecían flores y arroz.



Entramos en la la casa de la Kumari (Kumari Bahel), un edificio de ladrillo rojo y estuco blanco de tres plantas, con patio ajardinado con una estupa budista en miniatura, rodeado de balcones y ventanas de madera oscura, labrada con mucho detalle. 

La kumari era una diosa viviente de la ciudad y símbolo del devi, concepto hinduista de la energía espiritual femenina. Se elegía a los 6 años, debía tener un cuerpo perfecto y presentar 32 signos distintivos. El proceso de elección era parecido al del Dalai Lama en el Tibet, pues debía reconocer prendas y objetos usados por su predecesora. Vivía en la casa hasta alcanzar la pubertad. A partir de entonces podía llevar una vida normal, pero a pesar de tener una rica dote, pocas se casaban, pues a los nepalís les daba respeto casarse con una diosa. Mientras viven en la casa solo salen a la calle unos diez días al año, en festividades, y solían asomarse a la ventana y mostrar su rostro a los visitantes. En otro viaje a Kathmandú en 1992 pude verla. Esta vez no se asomó, pero si lo hizo alguna niña de visita con sus padres.




Entramos en el Palacio Real Hanuman Dhoka, fundado en los s. IV-VII y ampliado en el s. XVII. La fachada estaba apuntalada, tal vez por los daños del terremoto. El rey mono Hanuman custodiaba varios accesos. El Palacio era un museo desde que asesinaron en grupo a toda la familia real, en una masacre en el 2008, cunado Nepal se convirtió en República. Tenía diez patios con los aposentos privados de los reyes y la cámara de audiencias. Exhibía el trono real y los palanquines que transportaban a la reina y las princesas. En uno de los patios había un estanque de aguas verdosas, con una columna central.

           


En la Plaza Kot había un árbol de tronco nudoso, en cuyo interior habían colocado un altar. Alrededor se sentaban mujeres con sus saris coloridos, a orar y descansar. Por las calles se veían rickshaw, los típicos vehículos asiáticos de bicicleta, para alquilar.




viernes, 27 de abril de 2018

LOS TEMPLOS DE AYUTHAYA

 

En el Parque Histórico de Ayuthaya estaban las ruinas y templos de la antigua capital de Siam, declarados Patrimonio de la Humanidad. Era un complejo con nueve estupas budistas (o chedis): una central, más grande, y ocho estupas alrededor. El recinto tenía avenidas y jardines, entre los que paseaban los visitantes.

El Wat Mahathat fue uno de los más importantes de Ayutthaya, con el rostro de un Buda tallado en las raíces de un árbol. Era un rincón especial. Allí se celebraban las ceremonias reales.



Encontramos un grupo numeroso de jóvenes monjes budistas de túnica azafrán, que adornaron nuestra visita a los templos. Nos preguntaban de dónde éramos y les decíamos “Sapein”, tal como lo pronuncian los thailandeses.

El Wat Phra Ram y el Wat Chaiwatthanaram tenían altas torres de ladrillo rojizo, con escalinatas. Tenían influencias Khmer, que recordaban a los templos de Camboya. 


Leímos que la ciudad fue fundada en 1350 por el rey U-Thong, que la hizo capital del Reino de Ayutthaya, también llamado Siam. En el s. XVII la ciudad llegó a tener 400 templos y fue un importante puerto comercial. Comerciaban con madera de teca y de sándalo, azúcar, marfil, pieles, sedas, artesanía local, y artículos de Japón y China. Pero en 1767 la ciudad fue invadida y destruida por el ejército birmano. La ciudad nueva fue fundada a solo unos kilómetros al este de aquella, a unos 80 km al norte de Bangkok. 



En el interior del templo Wihan Phra Mongkhon Bophit, había un Buda de bronce sobre un pedestal. Lo visitaba un grupo de pequeños monjes de túnica naranja.

El Wat Phra Sri Sanphet fue el templo más importante y grande de Ayutthaya. Estaba ubicado en el complejo del viejo Palacio Real de la antigua capital, destruido por completo con la invasión birmana en 1767. Sirvió como inspiración para el Templo del Buda de Esmeralda de Bangkok. 

En su día albergó un enorme buda de oro de 16 metros de alto. Era el principal objeto de veneración dentro de la capilla real. Solo se restauraron los tres estupas budistas (chedis), uno de los iconos de Ayutthaya.




Entre los templos paseaban chicas jóvenes tailandesas visitando el recinto, vestidas con sus mejores galas. Algunos elefantes, adornados con telas de colores y con parasoles, ofrecían un paseo a los turistas.







Vimos un gran Buda Reclinado, blanco con túnica amarilla. Medía 37m de largo y 8m de altura. Sus pies eran enormes, desproporcionados. Al atardecer contemplamos la puesta de sol entre las torres doradas de los templos.