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sábado, 2 de octubre de 2010

GYANTSE Y EL KUMBUM

Gyantse está a 254km de Lhassa. En el trayecto vimos el Lago Yamdrok. Al llegar a Gyantse nos recibió el Dzong, la Fortaleza mejor conservada del Tibet, sobre una colina. La población estaba a 3.977 de altitud. Nos pareció muy tranquila y con encanto. Conservaba la antigua muralla rojiza y las casas tradicionales, de adobe y encaladas. Los marcos de puertas y ventanas estaban pintados de negro dándoles la forma trapezoidal. Paseamos por las calles terrosas de su casco antiguo. 

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Su nombre significaba en tibetano "cumbre de la victoria", por su colina, donde lucharon los soldados tibetanos contra los británicos. La ciudad tuvo su esplendor en los .s XIV y XV. Fue conocida por la elaboración de alfombras con lana local y actividades madereras. Empezó a decaer en el s. XV, pero continuó el comercio con India.



El Monasterio Palhkor (o Pelkor Chode) de 1427, mezclaba arquitectura tibetana y nepalí, con alguna influencia han. Sobrevivió a la invasión británica en 1904 y a la destrucción por la Revolución Cultural China en 1959. En la sala principal del monasterio, donde se reunían los monjes a rezar, había un gong enorme. No faltaban los calderos de bronce con mechas encendidas y alimentadas con mantequilla líquida. También tenían una preciosa Biblioteca con los libros de tablillas envueltos en sedas.




Alrededor del monasterio había otras stupas budistas blancas y las ruedas de oración de latón dorado. Los peregrinos, ataviados con sombreros y sus mandiles listados, las hacían girar en el sentido de las agujas del reloj.



En el interior del Monasterio Palkhor estaba el Chorten Kumbum, una maravilla arquitectónica  impresionante, con 10.000 estatuas y 77 capillas. Chorten es el nombre tibetano de las stupas budistas del Himalaya. El Kumbum era una estructura circular, de 35m de altura, con nueve niveles y diferente a otras stupas. En el último nivel había una gran estatua de bronce de Shakyamuni Budi, de 8m de alto y 14 toneladas de peso. En la parte superior tenía los ojos de Buda y estaba coronada por una cúpula de oro.
 



Las capillas eran recintos diminutos y tenían estatuas de Buda y otras divinidades protectoras, y pinturas murales coloridas del s. XIV. Una de las deidades tenía 3 caras y 8 brazos. Las estatuas dañadas en la Revolución Cultural China se sustituyeron por otras de arcilla. El conjunto formaba un mandala tridimensional que representaba el cosmos budista, y ayudaba en el camino hacia la iluminación del Buda. Una stupa impresionante. Al día siguiente partimos rumbo a Shigatse.






domingo, 1 de diciembre de 1996

LA BLANCA MANDALAY


 

Mandalay fue la última capital de Myanmar antes de la llegada de los ingleses, a orillas del río Irrawaddy. Sus templos budistas eran los más importantes del país, y la mayoría de los monjes budistas birmanos residían allí. El conjunto de pagodas blancas formaba un laberinto o mandala visto desde el aire. Los contemplamos desde la colina, rodeados de verde vegetación.

El Palacio de Mandalay fue construido en 1857 por la última monarquía de Birmania. Incluía una Fortaleza amurallada, rodeada por un lago artificial con una pagoda central. Sus muros rojos tenían 8m. de altura por 3m. de ancho.

 





Visitamos las Pagodas Kyauktawgyi y Sundamani. Ambas nos impresionaron. Estaban encaladas en un blanco resplandeciente que contrastaba con el azul del cielo. En el interior de la primera vimos un gran Buda de mármol, construido de un solo bloque, transportado por unos diez mil hombres por el río durante trece días. La parte final de la stupa central estaba coronada por un casco de oro. Alrededor hay 80 figuras de los discípulos de Buda.

En la Pagoda Sandamani había cientos de stupas blancas en cuyo interior se veían grandes bloques de mármol, que eran lápidas con inscripciones. Leímos que una persona tardaría 450 días en leerlas todas, empleando ocho horas de lectura diarias.

Como las pagodas eran sagradas nos descalzábamos antes de entrar, y pisábamos las frescas losas. Las visitamos casi solos; de vez en cuando encontramos algún niño correteando y algún monje con su túnica granate. Subimos a la colina para contemplar las vistas de la ciudad y el laberinto de las blancas agujas de las pagodas.