El tema de la seguridad en Haití es
controvertido. El país es muy inestable políticamente, pobre y hay descontento social. Además, los desastres
naturales como el terremoto de 2010, han sido devastadores. Por toda la información
que teníamos, el sur, la zona de la capital Puerto Príncipe, era más problemática
para viajar. Por eso decidimos visitar el norte, que no había sido afectado por
el terremoto. Desde la ciudad de Santiago en República Dominicana a Cabo Haitiano,
los autobuses de la compañía Caribe Tours hacían el trayecto en cuatro horas,
más otra hora de trámites de aduana. La ciudad era la base para visitar dos Patrimonios
de la Humanidad: la Ciudadela Laferrière y el Palacio Sans Souci.
Cap
Haitien fue durante la época colonial francesa la ciudad más rica del Caribe,
conocida como la “París de las Antillas”. La riqueza fue por sus
plantaciones de azúcar, café, algodón, índigo y el comercio de esclavos. La
entrada fue impactante, con toneladas de basura y plásticos que llenaban las
playas de la Bahía y los arcenes de la carretera. Sin embargo, nos sorprendió
el buen estado del barrio colonial, con casas de dos plantas con balcones y
altos portones en forma de arco pintados de colores intensos: rojos, verdes,
amarillos, azules, naranjas…Estaban llenas de gente y bullicio, con ambiente
caribeño. Había comercios de todo tipo: quincallerías, loterías, colmados,
barberías, farmacias, zapaterías, almacenes…La Catedral pintada de blanco y
amarillo estaba cerrada.
El mercado
tenía una estructura de hierro oxidado, aunque se extendía por todas las calles
de alrededor. Estaba repleto de gente y de puestos, hasta el punto que nos
costaba pasar por en medio. No querían fotos y lo respetamos tomando unas pocas
panorámicas que con la luz escasa no reflejaban la realidad. Había puestos de
plátanos verdes, de vegetales, pescados
secos, cosmética, pañuelos y textiles. Dimos varias vueltas y salimos
del tumulto. Las calles de la ciudad nos parecieron tranquilas en comparación
con el bullicio del gran mercado.
Era fácil orientarse en la ciudad porque
las calles estaban ordenadas por numeración. Y no había ningún turista. Los
haitianos eran amables si te dirigías a ellos, pero si no, no te molestaban ni interpelaban.
Paseamos solos, sin dinero ni objetos de valor, y nos sentimos seguros. Vimos
la salida de un colegio. Vestían
uniforme con falda o pantalón azul marino y camisa blanca. Las niñas llevaban
peinados con moñetes afros adornados con lazos blancos o azules. Eran el futuro
de Haití. Cap Haitien nos pareció una ciudad de arquitectura colonial, bonita e interesante.
Nuestra estancia fue breve y nos quedamos con ganas de conocer más del país. Nos
fuimos con el deseo de que lleguen tiempos mejores para el país y para los
haitianos.
© Copyright 2020 Nuria Millet Gallego