jueves, 15 de septiembre de 2022

NAVEGANDO POR EL DELTA DEL DANUBIO

 

Desde Tulcea cogimos un barco por el río Danubio, hasta Sulina, en el corazón del Delta. Fue un trayecto de cuatro horas, y nuestro primer contacto con el río de aguas verdosas. Las orillas tenían vegetación, pero también tramos donde habían talado los árboles. Nos cruzamos con grandes barcos cargueros, uno de Panamá, que hacían sonar la bocina. También bajaban pequeñas embarcaciones. Sulina era una población aletargada, sin turistas. Tenía una bonita iglesia en las orillas del río y muchos sauces llorones. 


En Sulina contratamos una excursión en barco por el Delta del Danubio, con el Luciano, el Capitán Nemo, todo un personaje. El Delta del Danubio era el más grande y mejor conservado de Europa. Formado por marismas, pantanos, islotes de juncos y bancos de arena. Albergaba más de 300 especies de aves y 160 especies de peces. Estaba declarado Patrimonio de la Humanidad y Reserva de la Biosfera. 

El capitán nos mostró la Torre del Agua y la antigua fábrica de pescado del pueblo, abandonada. Había tenido una producción importante para exportar a varios países. También había barcos abandonados en las orillas, llenos de herrumbe.


Nos adentramos por un canal más estrecho y empezamos a ver los primeros nenúfares de flores blancas y amarillas. La vegetación de las orillas era una mezcla de juncos, hierbas altas y árboles que se reflejaban en la superficie verde del agua. Vimos varias aves: garzas blancas, cisnes, cormoranes, gaviotas y pelícanos con el pico naranja. Los cisnes revoloteaban y se posaban en el agua formando un reflejo perfecto con su cuello largo.



La proa del barco rompía la superficie lisa del agua, formando una estela. Plantas flotantes asomaban sus hojas verdes y amarillentas. Era un espectáculo cromático. Lucía el sol y hacía muy buen día, llegamos a los 28º. Los canales se abrían a grandes lagos: el Lago Rosso, Lago Mare y algún otro que no recuerdo. Grandes extensiones de agua que formaban un todo con el cielo con nubecillas blancas. Vimos algunas orquídeas lilas en las orillas, Luciano me regaló una. Fue un trayecto de tres horas, tranquilo y muy placentero.


Regresamos al pueblo y fuimos a la playa Sfantu Gheorghe, en el Mar Negro junto a la desembocadura del Danubio. Tenía arena blanca y parasoles de cañizo dispuestos con simetría. 

Por la tarde hicimos otra excursión en barco en dirección al mar, hacia la desembocadura del Danubio. Vimos una alta torre militar de telecomunicaciones y el Faro de Sulina. Pasamos junto a un barco naufragado, lleno de óxido. Nos adentramos en el Golfo de Musara, que parecía un gran lago de aguas tranquilas como un espejo. Sobrevolaban muchas gaviotas y algunos pelícanos. En un tramo del canal fuimos paralelos al Mar Negro. 

Vimos la puesta de sol en el Golfo de Musara. En el horizonte aparecían franjas anaranjadas entre jirones de nubes. El paisaje era especial con aquella quietud, las aguas plateadas y las aves revoloteando. Nos despedimos del Danubio y del Capitán Nemo. Al día siguiente partimos hacia la bella Bucarest.







martes, 13 de septiembre de 2022

LAS BODEGAS MOLDAVAS

 

La Bodega Cricova era la más conocida de Moldavia. Estaba a 50km de Chisinau, la capital. Su reino vinícola se contaba entre los mayores de Europa. Estaba instalada en una mina de roca caliza con 200km de túneles. De los 120 túneles de la bodega, unos 60km estaban jalonados de botellas. Eran cientos de túneles subterráneos con dos millones de botellas de vino, entró en el Libro Guiness de los Records. Personajes como Angela Merkel, John Kerry o Vladimir Putin tenían sus colecciones particulares de vino.


Entramos en los túneles con un tren eléctrico. Íbamos con una guía y el chofer para el tour en inglés, solo nosotros. Se notaba el frío, la temperatura era de 12º. Nos habían avisado e íbamos abrigados con forro polar y anorak. Bajamos a 15m de profundidad, aunque la bodega llegaba a 100m de profundidad.


Proyectaron una película con información y propaganda de las bodegas, equiparando el vino a néctar de dioses. Fue interesante. Después nos mostraron la Sala de Degustación, un derroche de fantasía con vidrieras de colores en paredes y techos de madera tallada con motivos alegóricos al vino (ánforas, prensas…) Una sala tenía una mesa con 50 sillas para recibir a grandes mandatarios. 


La sala que nos gustó más fue la Sala Submarina, con una gran vidriera de colores en el techo y varias peceras como ojos de buey, repartidas en las paredes de la sala circular. Allí hicimos nuestra degustación de tres tipos de vino, blanco, rosado y tinto.




Salimos tan contentos y satisfechos que decidimos visitar otra bodega. El día estaba gris y frío, y apetecía. Fuimos a la Bodega Milestii Mici. Era mayor todavía, pero menos turística. En la entrada había una fuente peculiar de la que brotaba vino, a través de los caños que eran botellas. También tenía 200km de túneles subterráneos del s. XV y 2 millones de botellas de vino en su colección, lo que la había hecho entrar en el Libro Guiness de los Records.





La recorrimos con un coche eléctrico y un guía de habla inglesa. Hacía más frío que en la otra bodega y nos dieron una manta. El cochecito circulaba por las calles de los túneles a bastante velocidad. Vimos los grandes toneles con capacidad de más de 200 litros y las calles con nichos de botellas almacenadas. El tour finalizó en la Sala de Degustación. El recorrido por las bodegas moldavas fue interesante y ameno.



lunes, 12 de septiembre de 2022

BUTUCENI Y ORHEIUL VECHI

Orheiul Vechi estaba a 50km de Chisinau. Era un museo al aire libre con ruinas de fortificaciones, casas, termas, cuevas, un Monasterio Ortodoxo, una capilla, una cruz antigua y otros restos arqueológicos que databan desde el Paleolítico a la Edad de Hierro y la Edad Media. Estaban ubicados en una pared rocosa junto al río Raut. 

El acantilado de piedra caliza seguía el recorrido de los meandros del río. Era una reserva natural y cultural, Patrimonio de la Humanidad. Pertenecía al único Parque Nacional de toda Moldavia, con valor arqueológico, histórico y religioso


Primero fuimos al pueblo de Butuceni y subimos la colina hasta el Monasterio rupestre, tallado en la roca del despeñadero. Bajamos unas estrechas escaleras y apareció la sala de la Capilla con una bóveda de pura roca. La cueva había sido excavada por monjes ortodoxos en el s. XIII. Un monje celebraba una ceremonia frente al iconostasio, con una familia. Otro monje barbado estaba junto a los iconos.



La gruta se abría al acantilado, con vistas del serpenteante río a sus pies y el mosaico de verdes campos cultivados. Sobre la pared había otro Monasterio más grande. Lo visitamos y vimos a un monje barbado con una escalera por el jardín y otros dos en sus tareas.




Luego paseamos por el pequeño pueblo de Butuceni, con solo 235 habitantes, de ambiente tranquilo. Estaba dentro de la comuna de Trebujeni, en el distrito de Orhei. Las casas bajas de piedra estaban pintadas de azul, y tenían fachadas con columnas. Las verjas metálicas también las pintadas de azul o verde, con ornamentos de dibujos geométricos. Bonitos pozos estaban repartidos por el pueblo.









Comimos en el restaurante Butuceni, el único abierto. Decorado con mazorcas de maíz, textiles, porche con flores y jardín. Estaba repleto de potes de vidrio con confituras y conservas de pimientos, coliflor y otras verduras, hierbas y nueces. Tenía una chimenea en la preciosa cocina, con calabazas secas. Y en el comedor tenían un gran panel con billetes de todas las procedencias. Tenía mucho encanto y se comía muy bien. Comimos sopa de habas y placinta, la pasta hojaldrada rellena de queso. Un lugar especial y acogedor para acabar la excursión a Orheiul Vechi.