martes, 5 de noviembre de 2019

EL PARQUE NACIONAL CHITWAN

 

Sauraha era la población base para visitar el Parque Nacional Chitwan, a los pies del Himalaya y con clima tropical, una buena combinación. Era el primer parque nacional de Nepal, considerado Patrimonio de la Humanidad. En los dos días que estuvimos contratamos excursiones para hacer caminatas por la jungla, recorrido en jeep, paseo en elefante y canoa por el río.

Cruzamos el río en una canoa estrecha, hecha de un tronco vaciado. El barquero la manejaba con una pértiga, ya que el río no era muy profundo. Era temprano y había una neblina baja sobre la superficie del agua; luego las brumas se disiparon y salió el sol. Fue un trayecto plácido contemplando la vegetación de las orillas. Todo estaba tapizado de verde hojarasca, formando un muro vegetal. El agua estaba tranquila y reinaba el silencio, sólo roto por algunos trinos de aves. Vimos cocodrilos descansando en la orilla fangosa y en el agua, próximos a la canoa, dejando asomar sus ojos vigilantes.


Desembarcamos y caminamos por aquella jungla más densa. Fuimos con un guía, Khrisna, que nos mostró los termiteros gigantes. Rompió un trocito de un lateral y se veía el laberinto de las galerías y pequeñas termitas blancas correteando. También vimos algunos cervatillos huidizos, con sus manchas blancas en el lomo.


El suelo de la jungla estaba cubierto de hojarasca seca que crujía al andar. Había muchos insectos grandes, del tamaño del pulgar, de color rojo. Un jabalí grande nos salió al paso, buscando comida. Vimos varios grupos de unos veinte ciervos, tras el ramaje. Nos mostraron huellas de rinoceronte y de tigre. Y vimos excrementos de rinoceronte, muy abundantes, y de elefante. Sabíamos que no era probable encontrarse con un rino porque además dormían de día. También nos enseñaron plantas como la mimosa, que se encogía al tocarla, unas hojas que olían a limón y unos frutos redondos como ciruelas, que eran los favoritos de los rinocerontes. Fue una caminata de cuatro horas, entretenida e interesante.



Luego fuimos al Centro de Crianza de elefantes. En Nepal había disminuido mucho la población de elefantes, y decidieron traerlos de Indonesia. Además, los criaban allí, reproduciéndolos y entrenándolos desde pequeños. Los utilizaban para trabajar, para el turismo y para vigilancia del parque. Estaban al aire libre, en pabellones bajo techado. Los elefantes grandes estaban atados con una cadena en la pata, una lástima. Los pequeños estaban sueltos, junto a la madre. Salían a comer a la jungla con su adiestrador, y a bañarse en el río.



El baño de elefantes fue un espectáculo. Nada más montar el elefante me lanzó un buen chorro de agua con su trompa, a modo de bienvenida. Acabamos empapados, pero fue divertido. Al acabar nos columpiamos en un columpio hecho con bambúes y largas lianas. Los elefantes podían verse paseando por el pueblo de Sauraha, y una noche hasta vimos a un rinoceronte caminando tranquilamente por la calle. 



Paseo por la jungla con elefanteUn tuk-tuk nos llevó hasta el punto de partida. Los elefantes estaban adornados con dibujos en colores en la cabeza y en la trompa o en la cola. Llevaban una silla de montar de madera, para transportar cuatro pasajeros. Nos tocó con otra pareja de indios de Mumbai. El adiestrador iba sentado sobre la cabeza del elefante, a pelo.

Desde la altura pudimos contemplar mejor la jungla. El sendero era estrecho, a veces rozábamos las ramas de los árboles. El elefante iba lento y un poco bamboleante. Primero cruzamos el río por un paso poco profundo, el agua cubría las patas del animal llegando a la barriga. Luego nos adentramos en la jungla con lianas, helechos, todo tipo de plantas y hojarasca, y el silencio alrededor, sólo roto por el canto de las aves. 

Nos dijeron que un elefante pesa unos 800kg y que cada día come 150kg de hierba y bebe unos 100 litros diarios. Vimos algún ciervo, un mono y dos rinocerontes. De vez en cuando, nuestro elefante hacía sonar la trompa fuertemente, como resoplando. El adiestrador nos dijo que era una hembra, y estaba contenta porque estaba con otro elefante que nos seguía, que era amigo suyo.




domingo, 3 de noviembre de 2019

EL RECINTO SAGRADO DE LUMBINI


Lumbini era el lugar donde nació Buda. Habían erigido la columna Ashoka de 6m en conmemoración. El recinto sagrado era un complejo de templos y jardines. El templo Maya Devi y su estanque, era el corazón espiritual de Lumbini. Maya Devi era la reina que trajo al mundo a Siddharta Gautama, Buda, en el 563 a.C. En el interior tenía unas ruinas con más de 2200 años de antigüedad y una supuesta pisada de Buda. 



Lo mejor era el ambiente de los alrededores, con muchos peregrinos nepalís, hindúes y monjes budistas de túnica granate. Hablé con uno de los monjes que venía de Sri Lanka. Las mujeres llevaban saris de vivos colores y caminaban de forma elegante. También había estudiantes adolescentes, con ropa moderna. Algunos nos pedían hacerse una foto con nosotros.

 

Había un gran árbol de bo, de tronco nudoso y grueso, bajo cuya sombra se sentaban los monjes a orar o a descansar contemplativos. En el hueco de otro tronco habían montado un altar con flores, polvos de colores y un incensario. La gente rodeaba el tronco varias veces, ofrecían incienso y se santiguaban con el polvo de colores.




En un Templo Tibetano vimos una ceremonia. Estaba tan repleto de peregrinos y monjes, que en los jardines del exterior habían colocado colchonetas para que la gente se sentara y siguiera la ceremonia. Nosotros nos colocamos en el interior y conseguimos hacernos un hueco en las colchonetas. Había cien monjes o más, de túnica granate. Rezaban con micro, con su voz grave característica. En el templo había grandes tambores y caracolas blancas gigantes. Escuchamos un rato los rezos, observando el ambiente.





El recinto sagrado de Lumbini era un gran complejo de templos que habían construido otros países en homenaje a Buda. Era Patrimonio de la Humanidad. Había un canal por donde navegaban barcas. A ambos lados del canal estaban los templos de China, Vietnam, y Corea. Y al otro lado los templos de Thailandia, Myanmar, Sri Lanka y Camboya. El de China fue uno de los que más nos gustó, recordaba a la Ciudad Prohibida y tenía galerías laterales de madera con farolillos rojos. 





El conjunto era muy extenso, andamos 14km. Al final estaba la Gran Stupa de la Paz, de un blanco deslumbrante, y la más grande de Nepal. Tenía tres niveles concéntricos. Había rickshaws que se ofrecían a trasladar a los peregrinos de templo en templo. Nosotros fuimos todo el día a pie, descansamos en el templo coreano al mediodía y picamos algo. Al final, cogimos un rickshaws desde la Pagoda de la Paz hasta el Templo Thailandés. Nos gustó el ambiente y la espiritualidad de todo el recinto de templos.






viernes, 1 de noviembre de 2019

POKHARA Y EL LAGO


El lago Phewa era el segundo lago más grande de Nepal. Estaba rodeado de verdes montañas y por encima de ellos los picos nevados de la cordillera de los Annapurnas. Las montañas estaban cubiertas de vegetación, había pequeños miradores para sentarse a contemplar las vistas, y se oía el canto de los pájaros. Era un valle muy tranquilo.



Paseamos por las orillas del lago admirando el paisaje. Había muchas barcas azules, verdes y amarillas, algunas con un toldo rojo. Las barcas se reflejaban en la superficie del agua, parecían dibujos hechos con acuarelas.



Cogimos una de las barcas por el lago y nos pusimos chalecos salvavidas. Fuimos a remo, con el barquero y acompañados por unas guapas pasajeras indias y nepalís, con largas trenzas. 



Paramos en la Pagoda Varahi Mandir, situada en una isla en medio del lago. Era el templo hindú más famoso de Pokhara, dedicado a Visnú, en su encarnación como jabalí. El templo tenía dos alturas y la entrada estaba custodiada por dos leones dorados. Alrededor había lámparas encendidas y todo el perímetro estaba lleno de campanas de diferentes tamaños que tocaban los fieles. 

Era una isla muy pequeña, con árboles, campanas y algún puesto de artesanía. Había mucha gente, nepalís e hindúes, muchas mujeres con saris de colores. En una orilla de la isla se arremolinaban los peces y la gente se juntaba a mirarlos.






Al atardecer nos sentamos en una terraza a orillas del lago y tomamos lassi, los batidos de yogur, de papaya y de plátano, ricos y refrescantes. La gente paseaba de un lado a otro y había mucho ambiente. Contemplamos las vistas hasta que el sol se ocultó tras las montañas.


Otro día Javier quiso hacer Parapente sobre el lago. Yo preferí esperarlo en la esplanada donde aterrizaban, junto al lago. Desde la cima de la montaña Sarangkot se veían decenas de coloridos parapentes. Voló con un monitor y luego nos pasaron las fotos y los vídeos. Desde el aire pudo ver un paisaje de campos verdes con cultivos, el lago Phewa azul y plateado, y las montañas con nubecillas en las cumbres de los Annapurnas. Toda una fantástica experiencia.