jueves, 9 de noviembre de 1995

LA ISLA DE LAMU

En noviembre de 1995 viajamos a Kenya y la Isla de Lamu. Pertenecía al Archipiélago de Lamu formado por las islas Lamu, Manda, Pate, Kiwayu, Kiunga y Lama. Pasamos varios días en Lamu, la isla principal. No tenía aeropuerto, así que desde Malindi volamos a la isla Manda con un pequeño avión de la compañía Eagle. Fue un trayecto corto de 35 minutos y vimos las islas en el Océano Indico.

En Manda cogimos una barca para cruzar hasta Lamu. En el Puerto se veían los dhowns, las embarcaciones árabes tradicionales, de velas blancas.



Las callejuelas de su casco antiguo eran estrechas y laberínticas. Era Patrimonio de la Humanidad. El ambiente era el de una población musulmana, con mezquitas y sus minaretes asomando entre los tejadillos de las casas.

Las casas estaban hechas de piedra coralina y madera de mangle. Las fachadas estaban pintadas de blanco y algunas con la mitad inferior de color azul o verde manzana. Algunas puertas eran de madera labrada con adornos de latón, como las de isla de Zanzíbar.


Las mujeres vestían el caftán negro, con más o menos rigor, algunas se adornaban con un pañuelo discreto en la cabeza y otras solo mostraban la ranura de los ojos. Solo las niñas llevaban vestidos y velos de colores. Las vimos saliendo del colegio.

Los hombres iban más variados: vestían el caftán blanco largo con el casquete musulmán, o el pañuelo que llaman kanga a modo de falda larga, y encima una camisa o camiseta.


Las calles estaban llenas de burros que campaban a sus anchas sin ser molestados, como las vacas en la India. También comía los restos y desperdicios que encontraban. En la isla había un orfanato y un hospital de burros. Los burros jóvenes prestaban servicio como animales de carga, ya que en toda la isla no había vehículos. Paseando de vez en cuando nos sorprendía algún rebuzno.




El Fuerte de Lamu fue construido por los árabes en el s.XIX. Tenía muros almenados y varios cañones en el patio. Visitamos el Museo que exhibía las joyas y ropajes antiguos que llevaban los habitantes de Lamu, fotos de otros tiempos y maquetas de barcos árabes. Reproducían habitaciones amuebladas como antaño, con influencias de la cultura swahili, árabe o hindú. Muebles de madera labrada, mesitas bajas con teteras y tazas para el té, esterillas en el suelo, camas con dosel, cojines y divanes para reclinarse.



Dimos un paseo hasta la Playa de Shela, bordeando el mar. Tardamos unos cuarenta minutos. Encontramos unas playas inmensas y desiertas, de arena blanca y con un gran palmeral. Eran 15km de playas. Había más oleaje porque aquel recodo se abría al Océano Índico, y rugía con fuerza. Frente a Lamu el mar estaba mas calmado porque se formaba un canal entre las islas y el continente. Nos bañamos totalmente solos. 




El pequeño poblado de Shela tenía casas blancas también hechas de piedra coralina, con muros almenados. Su mezquita tenía el minarete con forma redondeada.


Otro día fuimos en dhown a la isla de Manda, para pescar, hacer un poco de submarinismo y visitar las ruinas de Takwa. Las orillas estaban llenas de manglares con su maraña de raíces aéreas, hundidas en una zona pantanosa. En las raíces se veía ostras pequeñas que se adherían con fuerza a ellas. Nos adentramos en un canal que nos llevó hasta las ruinas de Takwa flanqueado por manglares. Takwa fue una ciudad swahili que prosperó en los s.XV-XVII y llegó a tener 2500 habitantes. Tenía un centenar de casas de piedra caliza y coral, y una mezquita, rodeadas por una muralla que derribaron los elefantes cuando la ciudad fue abandonada. Una historia fantástica. Entre las ruinas había enormes baobabs, con sus ramas retorcidas y troncos de varios metros de diámetro. Uno de ellos tenía 800 años de antigüedad. Probamos su fruto que tenía textura de corcho.

Hicimos buceo con tubo en los arrecifes Manda Toto. Tuvimos al alcance de la mano peces, corales, conchas y caracolas gigantescas. Había peces azul eléctrico con una cresta amarilla, anaranjados, con rayas a lo cebra. Una fantasía submarina.

Al día siguiente cogimos otro dhown a la Isla Paté. Su población se mantenía como hacía siglos, sin agua corriente ni electricidad. Se veía mucho más antigua que Lamu. Todas las casas estaban hechas de coral y con tejadillos de caña. Estaba repleta de niños que nos perseguían con sus saludos y sus risas. Por todas partes oíamos un coro de “Jambo, jambo!” (hola en swahili). Los viejecitos nos sonreían y saludaban con el “Karibuni” (bienvenidos). Comimos en la playa un guiso de pescado con patatas, verduras y arroz. Y de postre jugosas papayas, bananas y naranjas. Luego regresamos a la la isla de Lamu con el dhown y el viento a favor. Fueron unos días estupendos en el archipiélago, imposibles de olvidar.




(* Fotos hechas en papel en 1995)