sábado, 24 de febrero de 2024
EL MERCADO DE CAMELLOS DE NUAKCHOT
sábado, 10 de febrero de 2024
LOS PELÍCANOS DE SENEGAL
jueves, 4 de marzo de 2021
LAS PIRÁMIDES DE LOS FARAONES NEGROS
Los llamados Faraones Negros
formaron un gran imperio en Nubia, la región al sur de Egipto y norte de
Sudán, y llegaron a dominar Egipto. Tenían rasgos negroafricanos, pelo rizado,
piel oscura y labios gruesos. Construyeron pirámides en las necrópolis de
Al-Kurru, Nuri, en Karima, junto a Jebel Barkal y en Meroe, y teníamos curiosidad por verlas.
La real necrópolis de Meroe era Patrimonio de la Humanidad. Tuvo más de 100 pirámides entre su necrópolis Norte, de la época 250 a.C y 320 d.C, y Sur. Muchas se destruyeron y otras tenían sus picos truncados. La leyenda negra la escribió el explorador italiano Giuseppe Ferlini, que dinamitó más de 40 pirámides para expoliar los tesoros. En una de ellas encontró amuletos de oro, anillos de sello, collares y un sarcófago. Intentó venderlos en Europa pero tuvo problemas porque creyeron que eran falsificaciones. Y la mala fama le perseguirá para siempre.
El interior de las pirámides podía visitarse. Un guardián era el encargado de abrir las puertas de madera. Entrabas en una pequeña cámara con grabados en las paredes de piedra. Había figuras, barcas, leones, jeroglíficos. En el exterior había una placa que indicaba el año de restauración y el autor. El Covid había interrumpido el trabajo de los arqueólogos, como tantas otras cosas, y había pirámides pendientes de restauración. En la parte delantera había otras pirámides más pequeñas con forma de prisma, con puertas ante ellas. Formaban un conjunto singular entre las dunas anaranjadas del desierto.
Las Pirámides de Nuri también eran Patrimonio de la Humanidad. Los bloques de piedra arenisca se superponían escalonados. Leímos que había unas 60 pirámides, pero muchas estaban medio derruidas. Nos preguntamos sobre los tesoros que debían albergar en su interior antes de que las saqueasen.
martes, 5 de noviembre de 2019
EL PARQUE NACIONAL CHITWAN
Sauraha era la población base para visitar el Parque Nacional Chitwan, a los pies del Himalaya y con clima tropical, una buena combinación. Era el primer parque nacional de Nepal, considerado Patrimonio de la Humanidad. En los dos días que estuvimos contratamos excursiones para hacer caminatas por la jungla, recorrido en jeep, paseo en elefante y canoa por el río.
Cruzamos el río en una canoa estrecha, hecha de un tronco vaciado. El barquero la manejaba con una pértiga, ya que el río no era muy profundo. Era temprano y había una neblina baja sobre la superficie del agua; luego las brumas se disiparon y salió el sol. Fue un trayecto plácido contemplando la vegetación de las orillas. Todo estaba tapizado de verde hojarasca, formando un muro vegetal. El agua estaba tranquila y reinaba el silencio, sólo roto por algunos trinos de aves. Vimos cocodrilos descansando en la orilla fangosa y en el agua, próximos a la canoa, dejando asomar sus ojos vigilantes.
Desembarcamos y caminamos
por aquella jungla más densa. Fuimos con un guía, Khrisna, que nos mostró
los termiteros gigantes. Rompió un trocito de un lateral y se veía el
laberinto de las galerías y pequeñas termitas blancas correteando. También
vimos algunos cervatillos huidizos, con sus manchas blancas en el lomo.
El baño de elefantes fue un espectáculo. Nada más montar el elefante me lanzó un buen chorro de agua con su trompa, a modo de bienvenida. Acabamos empapados, pero fue divertido. Al acabar nos columpiamos en un columpio hecho con bambúes y largas lianas. Los elefantes podían verse paseando por el pueblo de Sauraha, y una noche hasta vimos a un rinoceronte caminando tranquilamente por la calle.
Paseo por la jungla con elefante. Un tuk-tuk nos llevó hasta el punto de partida. Los elefantes estaban adornados con dibujos en colores en la cabeza y en la trompa o en la cola. Llevaban una silla de montar de madera, para transportar cuatro pasajeros. Nos tocó con otra pareja de indios de Mumbai. El adiestrador iba sentado sobre la cabeza del elefante, a pelo.
Desde la altura pudimos contemplar mejor la jungla. El sendero era estrecho, a veces rozábamos las ramas de los árboles. El elefante iba lento y un poco bamboleante. Primero cruzamos el río por un paso poco profundo, el agua cubría las patas del animal llegando a la barriga. Luego nos adentramos en la jungla con lianas, helechos, todo tipo de plantas y hojarasca, y el silencio alrededor, sólo roto por el canto de las aves.
Nos dijeron que un
elefante pesa unos 800kg y que cada día come 150kg de hierba y bebe unos 100
litros diarios. Vimos algún ciervo, un mono y dos rinocerontes. De vez en
cuando, nuestro elefante hacía sonar la trompa fuertemente, como resoplando. El
adiestrador nos dijo que era una hembra, y estaba contenta porque estaba con
otro elefante que nos seguía, que era amigo suyo.