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viernes, 31 de agosto de 2012
sábado, 25 de agosto de 2012
DETALLES DE MONGOLIA
Un supermercado
asiático puede ser un sitio tan bueno como cualquier otro para encontrar
curiosidades que nos hablen de los hábitos de los habitantes del país. En las estanterías
había abundante oferta de diferentes marcas de Vodka como la llamada Chinggis,
en honor del mítico héroe nacional Genghis Khan. El alcoholismo, aunque ha
disminuido, continúa siendo un problema entre la población de Mongolia, del
mismo modo que en la vecina Rusia, de donde es originaria esta bebida de alta
graduación.
El complemento del
atuendo tradicional, tanto en hombres como en mujeres, son unas botas altas de
cuero repujado con adornos coloridos. Eran bonitas y elegantes, y daban
singularidad a sus portadores.
La religión mayoritaria
es el Budismo. Los fieles se arrodillan y tocan el suelo con la frente en señal
de devoción y respeto. Para facilitar la postura y no ensuciarse, en los
templos hay plataformas de madera en la que los fieles rezan, del mismo modo
que los peregrinos tibetanos.
Las puertas rojas de
los monasterios tienen como picaportes a leones de bronce dorado, guardianes de
los templos. De sus bocas cuelga un aro con un pañuelo azul, el color
tradicional del país, que representa el color del cielo y está presente en la
bandera nacional. El azul también es símbolo de eternidad y lealtad.
Un águila con las alas
desplegadas puede medir dos metros de longitud. Esta la encontramos en
Karakorum, en los alrededores del templo Erdene Zuu. Desde tiempos
inmemoriales, en Mongolia las adiestran y las utilizan para la caza de aves. Un
espectáculo digno de verse.
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miércoles, 22 de agosto de 2012
EN CAMELLO POR EL GOBI
En
Mongolia los ríos son femeninos, se nombran como madre. Y el desierto,
el gran Desierto de Gobi, es
masculino. Habíamos volado hasta Dalanzadgad en un trayecto de hora y
media, para ahorrarnos doce horas de carreteras y pistas mongolas.
Alli contratamos un jeep para recorrer el desierto, con dos australianos de Melbourne. Nos alojamos en un pequeño campamento de gers frente a las dunas de Khorgoryn Els.
Alli contratamos un jeep para recorrer el desierto, con dos australianos de Melbourne. Nos alojamos en un pequeño campamento de gers frente a las dunas de Khorgoryn Els.
Al atardecer dimos un
paseo en camello. Eran camellos bactrianos,
de dos gibas, a diferencia de los dromedarios que sólo tienen una giba. No
costaba imaginarlos en el pasado
formando las caravanas que comerciaban
en la Ruta de la Seda, los llamaban “barcos del desierto”. Antes de
subir mi camello me saludó con un excremento verde pastoso en la bota, y
durante todo el trayecto no paró de girar la cabeza para sonarse los mocos o
rascarse. Leímos que podían pasar dos
semanas sin beber y un mes sin comer, y que cuando estaban sedientos podian
beber 250 litros de una sola vez! Además, con el pelo de los camellos hacían
cuerdas y con sus excrementos se encendía el fuego de las cocinas, así que
resultaban unos animales muy útiles.
Las dunas
de Khorgoryn Els
se extendían a lo largo de 12km. Las llamaban dunas cantarinas por el ruido que hacían cuando la arena se movía con el viento. La más alta
tenía trescientos metros de altura y costaba un montón subir porque la arena se
derrumbaba. En la cresta la recompensa era contemplar el mar de dunas del gran
desierto. Lo divertido fue bajar como si estuviésemos esquiando.
El desierto también era un paisaje a tramos sorprendentemente verde con matojos de flores lilas y colinas verdes. Lo imaginábamos todo más seco. Vimos muchas manadas
de caballos libres y rebaños infinitos. Recorrimos dos cañones, el de Yoly Am una estrecha garganta llena de pequeños roedores que nos salían al paso correteando, y el de Bayanzag, de rocas rojizas.
de caballos libres y rebaños infinitos. Recorrimos dos cañones, el de Yoly Am una estrecha garganta llena de pequeños roedores que nos salían al paso correteando, y el de Bayanzag, de rocas rojizas.
Cenamos a la luz de las velas y mientras contemplábamos un cielo repleto de estrellas imaginamos las caravanas de camellos cargados con ricas mercancías que habrían recorrido aquel desierto mítico.
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martes, 21 de agosto de 2012
EL FESTIVAL NADAAM
Los
tres deportes nacionales de Mongolia son las carreras de caballos, la lucha y
el tiro al arco. Una oportunidad para verlos es
coincidir con el Nadaam, la
festividad anual que se celebra el 11 y 12 de julio, coincidiendo con el Día de la Independencia de Mongolia.
Cada pueblo y ciudad tienen su propio Nadaam que a veces se celebra unos días
antes. Leímos que los Nadaam en los pueblos más pequeños son los más
pintorescos e interesantes.
En las afueras de Karakorum tuvimos la sorpresa de
encontrar, fuera de temporada, una de estas celebraciones. En la estepa habían
montado cuatro tiendas azules sobre la hierba verde formando un espacio
circular. Dentro del gran círculo luchaban
dos gigantes. Iban vestidos con unos calzones azul cielo con dibujos
blancos y botas altas. También llevaban un sombrero que me recordaba el cuello
de una botella de champán. Eran altos y fuertes, parecían gladiadores.
Los espectadores lucían
sus mejores galas: iban vestidos con sombreros variados y con el deel
tradicional, una especie de túnica de seda de colores ceñida con una faja o un
cinturón con hebilla de plata labrada, y botas de cuero con adornos. También
había algunos monjes budistas con sus túnicas granates. Todos estaban muy
atentos al espectáculo.
Los luchadores saludaron
al público con estiramientos de brazos, el “saludo
del águila” lo llamaban. Flexionaron las piernas, se agacharon apoyando las
manos en sus poderosos muslos, y luego iniciaron la lucha. Un juez, vestido con
un deel de seda amarilla, vigilaba y
arbitraba el encuentro. Se enzarzaron cuerpo a cuerpo hasta que uno venció al
otro, volteándolo y tumbándolo en el suelo. Todos estallaron en aplausos
entusiastas.
Al atardecer llegó el
momento de la entrega de premios. Los niños miraban con admiración a aquellos
fornidos hombretones. Al ganador le ofrecieron un cuenco para beber un líquido
blanco. A nosotros también nos ofrecieron otros cuencos, era airag,
la leche de yegua fermentada, que
probamos en honor de los luchadores.
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viernes, 17 de agosto de 2012
KARAKORUM, LA CAPITAL DE GENGHIS KHAN
Todo imperio tiene su decadencia. Genghis Khan tuvo un sueño, un Gran Imperio. Y lo cumplió, aunque
fuera a costa de muchas vidas. El gran Imperio
Mongol tuvo su capital en Karakorum.
Fue el centro de las caravanas que
hacían la Ruta de la Seda. De
aquellos tiempos de esplendor apenas quedan algunas ruinas. Para los buscadores de lugares míticos Karakorum
se ha transformado en una ciudad típica de Mongolia sin encanto, casas de
planta baja cercadas por vallas, alternando con gers tradicionales.
Pero hay otro motivo
para viajar hasta Karakorum: el Monasterio
Erdene Zuu. El nombre significa “cientos de tesoros”, y no decepciona. Es
un monasterio budista, construido en 1586 y considerado Patrimonio de la Humanidad. Fue destruido y reconstruido en 1872, y
posteriormente también fue destruido por las purgas de Stalin en 1937, cuando
más de 10.000 monjes fueron asesinados o enviados a los gulags siberianos.
Después de la caída del comunismo se devolvió el monasterio a los lamas y en
1990 volvió a ser lugar de culto.
Desde lejos
impresionaba el gran recinto. Estaba rodeado por un inmenso muro con 108 estupas (el 108 es un número sagrado para los
budistas). En el interior había tres templos dedicados a las tres etapas de
Buda, su infancia, adolescencia y edad adulta. Había pinturas murales, figuras
y grandes estatuas de Buda. Me fijé especialmente en el Buda del pasado y el
Buda del futuro.
El verdadero tesoro del monasterio es una Biblioteca de libros rectangulares de
tapas de madera envueltos en telas. La voz del pasado estaba escrita en
aquellas páginas amarillentas y caracteres mongoles.
En el Templo Lavin, de estilo tibetano, vimos
la ceremonia de oración. Entramos en
una sala con corbatas de colores
colgantes y asientos con cojines granates para los monjes. Un grupo de lamas de
túnicas granates, entre ellos algunos de la orden de los Gorros Amarillos, se sentaron en filas frente a frente.
Repartieron una hoja alargada con los rezos e iniciaron su cantinela de voces
graves. Nos quedamos allí sentados observándolos, como estatuas inmóviles. Al
acabar les ofrecieron té con mantequilla en cuencos. Ahora que hemos regresado
al ajetreo de nuestra vida cotidiana, a veces cierro los ojos y los escucho. Y
sueño.
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sábado, 11 de agosto de 2012
LOS CABALLOS MONGOLES
Viajando por Mongolia
pueden encontrarse manadas de caballos libres, galopando o pastando en las
extensas estepas. Los mongoles están orgullosos de sus caballos, no son muy
grandes y tienen las extremidades cortas, pero son fuertes y bellísimos. Son
los caballos que han utilizado los pastores nómadas tradicionalmente, y los que
montaron los ejércitos mongoles para conquistar su imperio.
En el Festival Nadaam
que presenciamos los jinetes de la carrera de caballos tenían entre cinco y diez
años y montaban ponis. Nosotros estábamos en uno de los lados de la meta,
marcada con un alto mástil con la bandera mongola, roja y azul. Se oyó un rumor
de expectación y a lo lejos, en el horizonte de montañas vimos una nube de
polvo y unos puntos diminutos. Se fueron aproximando, mientras crecía la
animación de la gente. Cuando el primer pequeño jinete alcanzó la meta hubo una
ovación y aplausos. Luego fueron llegando el resto, entre ellos una niña, y
tuvieron un caluroso recibimiento.
Al acabar todos nos
dispersamos y admiramos los caballos y las monturas con adornos de plata o
bronce y tejidos de colores. Los caballos llevaban cintas de colores atadas a
su cola y tenían las crines recortadas de forma estética. Los jinetes llevaban
trajes amarillos y vistosos, y descabalgados parecían más pequeños.
Llegó el momento de la
entrega de premios a los jinetes ganadores. Los padres llevaban de las riendas
a los caballos montados por los pequeños. Les entregaron un diploma y una bolsa
con otros regalos. Los niños estaban serios, era un momento solemne y la
atención se centraba en ellos. Pero se les veía orgullosos y satisfechos.
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jueves, 9 de agosto de 2012
LAS GERS Y LAS ESTRELLAS
En Mongolia dormimos
varias noches en las gers, las tiendas nómadas tradicionales. Una de ellas en
el desierto de Gobi, frente a las dunas. Nuestra ger tenía una puerta de madera
naranja con dibujos geométricos tradicionales y cuatro camas con edredones,
imprescindibles para el frío nocturno. La abuela, la madre y dos hijos nos
recibieron en su propia tienda. El padre se fue a dar una vuelta en moto. La
abuela tenía la piel tostada y curtida, completamente surcada por arrugas. La
madre nos sirvió airag, la leche de yegua fermentada, que habíamos probado en
Festival Naadam. También nos ofreció un bol grande con dulces, queso blanco y
grumos amarillos de requesón endurecidos. Probé un poquito de todo, para
agradecer su hospitalidad. Los niños nos miraban, sonreían y observaban
atentamente nuestros gestos.
Lo interesante era
estar en la tienda en la que vivían y ver todos los detalles del interior. El
mobiliario era mínimo, una mesa central, junto a la estufa, y tan sólo una
silla para la abuela. El suelo estaba cubierto por piezas diferentes de hules y
alguna alfombra. Alrededor, en pequeñas estanterías se acumulaban objetos de
cocina cotidianos: cacerolas, tazas, teteras, platos y termos de plástico de fabricación china.
Decían que se tardaba
dos horas en montar o desmontar una tienda, pero parecía complicado trasladar
todos aquellos enseres. Según la costumbre los hombres se sentaron a la
izquierda y las mujeres nos situamos a la derecha. En la parte central mirando
hacia la puerta estaba el lugar de honor y el altar.
La estufa de leña
estaba encendida, tenían abierto el orificio del techo de la tienda y entraban
los rayos de sol calentando la estancia. Por ese mismo orificio por la noche
pudimos ver las estrellas del firmamento. Nunca habíamos dormido en un hotel
con más estrellas.
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martes, 7 de agosto de 2012
BUENOS DÍAS, LAGO KHOVSGOL
El lago Khovsgol nos dio los buenos días. Habíamos llegado después de diecisiete
horas de viaje en furgoneta colectiva desde Ulan Bator hasta Moron, más otro
tramo de dos horas y media hasta Khatgal,
la población a orillas del lago. En Mongolia cuando se acababa el asfalto las
carreteras eran pistas de tierra en mal estado, y el trayecto se convertía en
una batidora de huesos.
Nos alojamos en una
coqueta y sencilla cabaña de madera con estufa de carbón, que encendimos, y
dormimos doce horas seguidas. El baño estaba en otra cabaña exterior y era
ecológico, a falta de cisterna había que echar una pala de serrín
Lo llamaban la Perla
Azul de Mongolia, y estaba considerado el hermano
menor del lago Baikal, con sus 23
millones de años de antigüedad. Estaba rodeado de altas montañas y sus
aguas eran profundas y claras. Además era el
segundo lago de Mongolia, con 2.760 km2 y estaba repleto de
peces como el esturión, que vendían
en salazón.
Decidimos coger un
barco tipo ferry atracado en el muelle, que llegaba a Khank a 20km. de la
frontera rusa. Subimos a bordo con varias familias de mongoles, algunos nos
pidieron que posáramos con ellos para sus fotos, les resultábamos exóticos.
Entre la tripulación estaba una señora gordita madura, uniformada con gorra de
plato, a quien bautizamos “la Capitana”. Más tarde, la Capitana hizo de
animadora del trayecto, y micrófono en mano animó a los pasajeros a cantar. Uno
de esos momentos naïfs de los viajes.
El barco navegó hacia
el norte del lago y contemplamos en las orillas los campamentos de blancas gers, las tiendas tradicionales de los
nómadas. El paisaje era verde y casi alpino, montañas y colinas salpicadas de
bosques de abetos. Por algo llamaban a la región de Khovsgol la Suiza de Mongolia. El agua azul
brillaba con los rayos de sol intermitente. Cerca del lago pastaban rebaños de
ovejas y enormes yaks de pelo largo,
como en el Tibet. En Mongolia, con una superficie equivalente a casi tres veces
la superficie de España y una población de menos de tres millones de habitantes,
había más animales que personas. Un territorio solitario y misterioso.
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