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lunes, 26 de noviembre de 2007

NAVEGANDO POR LOS CANALES CHILENOS

 

Desde Punta Arenas embarcamos en el Evangelistas, de la naviera Navimag, un barco de carga que transportaba ganado y pasajeros. Embarcamos a la una de la madrugada y nos pusimos a dormir. Pasamos por el Estrecho de Magallanes y a las siete nos despertó la megafonía informando de que pasábamos por La Angostura, el paso más estrecho de todo el trayectoSalimos a cubierta y disfrutamos de un paisaje espectacular con montañas nevadas, reflejándose en la superficie del agua.


La tripulación nos informó de que íbamos a recorrer 1.500km en los tres días de travesía por los Canales Chilenos en el Océano Pacífico. Pasamos por el Golfo del Almirante Montt y a lo largo del día por los canales de Santa María, el estrecho Collingwood y el canal Sarmiento. El mar estaba muy tranquilo, al pasar entre canales, pero ya nos avisaron que después sería movido. 


Nos dejaron entrar en el Puente de Mando a curiosear. Vimos los instrumentos de navegación y pantallas de monitores que indicaban la profundidad del fondo marino. La tripulación nos enseñó un compás magnético, los cronómetros que medían la velocidad del viento y otros instrumentos que indicaban la posición y la dirección del barco. En el cuaderno de bitácora indicaban las horas en que finalizó la carga y la hora de zarpe de madrugada. Había dos pilotos y el capitán. Uno de los pilotos manejaba el compás sobre una carta marítima. Aunque tuvieran tantos instrumentos y GPS, el cálculo manual seguía siendo imprescindible.


Vimos el Glaciar Amalia, la lengua de hielo bajaba de la montaña. Las crestas del glaciar estaban manchadas de barro por la morrena. En el frente del glaciar se apreciaban los tonos azules y también las grietas. 

La tripulación nos ofreció interesantes charlas a bordo sobre los indios Kawesqar, sobre Puerto Montt y el archipiélago Chiloé y sobre los modismos chilenos. También proyectaron películas y tuvimos numerosas tertulias con otros viajeros, confraternizando con ellos y con los tripulantes en el transcurso de los días. 


Desembarcamos en Puerto Edén. Como no había un puerto grande vinieron a buscarnos embarcaciones pequeñas. El día estaba brumoso y lloviznó. Puerto Edén era una pequeña población de pescadores con una comunidad de indios Kawesqar. El día anterior nos dieron una charla interesante sobre estos indígenas, que no habían podido adaptarse al llamado “progreso”. 


El pueblo tenía unas pasarelas de madera como calle principal, y las construcciones eran de chapa y madera, muy modestas. Las mejores casas eran la escuela y la Oficina de Correos. Había un par de tiendas tipo colmado. Subimos al mirador para contemplar el entorno verde rodeado de mar. Las condiciones de vida de Puerto Edén nos parecieron bastante duras, en aquel aislamiento. Solo estaban comunicados a través del barco, un par de veces por semana. Total, que Puerto Edén ni tenía puerto, ni era el paraíso.



Pasamos por la Angostura Inglesa de unos 180m de anchura, y por el Canal Messier, que era el más profundo con unos 1300m. Allí estaba el Bajo Cotopaxi donde naufragó el barco inglés que le dio nombre. Posteriormente naufragó otro barco en 1970, el griego Capitán Leónidas, pero no se había hundido. Su casco oxidado y con musgo en la cubierta permanecía a flote en la superficie del mar, como un fantasma. La Armada Chilena había colocado un faro. Pasamos junto al pecio y lo vimos con los prismáticos desde el Puente de Mando. Lo vimos en el radar convertido en una raya amarilla. El radar también captaba las olas como pequeñas rayas.

Después pasamos por el Golfo de Penas, en mar abierto, donde el Océano Pacífico mostraba la falsedad de su nombreEra la zona austral de Chile, conocida por sus temporales y fuertes vientos y corrientes  marinas . El barco empezó a bascular, meciéndose de un lado a otro. Nos situamos en la cubierta exterior de popa, más protegida del viento. Con un grupo de pasajeros jugamos a mantener las piernas abiertas y perdía el que primero dejara el punto de apoyo. Al superar el Golfo de Penas la tripulación nos informó de que las condiciones de la travesía fueron favorables, con vientos de 30km y olas de 5m de altura, pero podían llegar a 12m o más. Evitamos el mareo tomando las pastillas, pero no fue el caso de otros pasajeros. Así que tuvimos mucha suerte. 

El último día navegamos por la Bahía Anna Pink, por el Canal Pulluche, el Canal Moraleda (uno de los más anchos, con 4km) y por el Golfo de Corcovado. Al despertar llegamos a Puerto Montt, el final de trayecto. Fue un crucero poco convencional y fantástico, donde disfrutamos de paisajes únicos y maravillosos.



miércoles, 20 de octubre de 2004

PORT DOUGLAS Y CAP TRIBULATION

Desde Yulara cogimos un avión hasta Cairns, en la costa este de Australia. En el mismo aeropuerto cogimos un autobús a Port Douglas. 

La playa de Port Douglas estaba rodeada por altas montañas y la vegetación llegaba muy cerca de la orilla. La bordeaban grandes palmerales y casuarinas. Recorrimos 6km caminando por la franja de arena hasta que los manglares nos cerraron el paso. Había oleaje, pero el Océano Pacífico estaba bastante tranquilo. Íbamos totalmente solos y la playa tenía un cierto aire salvaje.






Vimos un par de carteles que advertían del peligro de cocodrilos y medusas, y aconsejaban no nadar ni lavar pescado en el agua. La zona segura para el baño estaba marcada por banderolas.

Paseamos por el Puerto, donde estaba la Iglesia San Mary by the sea, del s.XIX. Fue destruida por un ciclón, reconstruida y trasladada a su lugar actual. Era una iglesia con encanto, como las de las antiguas misiones. El interior era sencillo, con algunas vidrieras de colores, y tenía un altar precioso, con una gran ventana abierta al mar. Eso la hacía especial. 

Frente a la Iglesia estaba el Court House Hotel, un hotel colonial de principios del s. XIX. Era de madera blanca con porches con vistas al mar, suelos de madera oscura y ventiladores girando permanentemente. Había algunos otros edificios coloniales con porches.



Otro día fuimos a Cap Tribulation en bus y cruzamos el río Dantree en ferry. En la otra orilla el paisaje se volvió más exuberante. La carretera avanzaba entre un bosque tropical con altas paredes de árboles y vegetación. Pasamos por Mossan, la playa de Noah y Myall.

 

Estuvimos un par de días en Cap tribulation, alojados en el bungalow de una granja entre jardines. El río estaba lleno de cocodrilos. La playa de Cap Tribulation era de arena blanca y con mucha vegetación de árboles y palmeras. Por detrás de la playa se veían imponentes montañas. Era un lugar especialmente bonito. Lo disfrutamos desde el mirador, caminando y bañándonos en distintas zonas de la playa. Una delicia.








miércoles, 6 de octubre de 2004

LOS DOCE APÓSTOLES AUSTRALIANOS


 

Caminamos al borde de los impresionantes acantilados verticales de piedra caliza, de colores ocre y amarillo. Junto a ellos, en el mar, había gigantescos pináculos o agujas marinas que llamaban los Doce Apóstoles. Estábamos en el Parque Nacional de Port Campbell, próximo a Melbourne. Sólo quedaban ocho apóstoles y decían que debido a la erosión marina acabarían por desaparecer. Leímos que cada catorce segundos la piedra recibía el impacto de una ola. Esa erosión formaba cuevas y agujeros arqueados en las rocas. El mar tenía fuerza en aquella zona y una franja de espuma blanca festoneaba los acantilados.


Vimos la ensenada donde naufragó un barco que viajaba de Londres a Sidney en 1878, tras tres meses de travesía. Estaba a punto de llegar y haciendo los preparativos de una fiesta para celebrarlo, cuando naufragó. Sólo sobrevivieron dos personas. El lugar se bautizó Loch Ard Gorge en recuerdo del barco. A pesar de lo dramático de los sucesivos naufragios en aquellas costas, las playas eran bellísimas.




Junto a la ensenada, una roca formaba un puente natural sobre el mar. La llamaban London Bridge. Los apóstoles se erguían imponentes resistiendo los embates de las olas, cuyo impacto podíamos oír. Una muestra más del perfecto arquitecto que puede ser la erosión en la naturaleza.