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martes, 20 de abril de 2010

LOS MONOS DE JIGOKUDANI (地獄谷野猿公苑)




 
Japón es un país volcánico, por lo que tiene numerosos baños termales. Son baños tradicionales que reciben el nombre de onsen. Me resultó curioso comprobar que hasta los monos tenían su propio onsen natural. Desde Nagano cogimos un tren hasta Yudanaka, un trayecto de una hora. Y en Yudanaka un autobús nos llevó en diez minutos al área del Parque de Jigokudani. Caminamos envueltos en niebla a través de un sendero en el bosque, durante dos kilómetros. Las brumas le daban un aire fantasmagórico. Al rato salió algún mono a recibirnos.
La poza termal era una piscina de agua caliente rodeada de piedras, junto a un río. Del agua emanaba un vapor blanquecino que se confundía con la niebla. Cuando llegamos había cinco monos en la poza, ocupados en comer unas pequeñas semillas que recogían del fondo con sus negras manos. Tenían el pelo rubio blanquinoso, la cara muy roja y los ojos brillantes. Nos miraban fijamente pero luego giraban la cara y seguían ocupados en sus quehaceres. Si te interponías en su camino, se volvían agresivos, gruñían y enseñaban los dientes, por lo que les cedíamos el paso amablemente.


 
De cerca se veía que la nariz estaba aplanada, casi no tenían cartílago. Se veían muchos por los alrededores, bajaban de la montaña y se movían constantemente. Los vimos grandes y pequeños, madres amamantando y transportando a sus crías, parejas acurrucadas, machos grandes y solitarios. Su mirada era casi humana.
 Leímos que era una colonia de doscientos macacos, de una especie de los más inteligentes. Eran conocidos como los “monos de nieve” porque durante cuatro meses vivían rodeados de nieve. El río bajaba con fuerza, con chorros de espuma blanca, y sus aguas estaban heladas. Los monos preferían las aguas calientes de la poza, que les ayudaban a soportar la dureza del invierno japonés. Pensé que no había mejor muestra de inteligencia y de adaptación al medio que esa.
 
© Copyright 2010 Nuria Millet Gallego

miércoles, 14 de abril de 2010

LOS RYOKAN Y LOS ONSEN







Los Ryokan son los hoteles tradicionales japoneses. Suelen ser pequeños y disponer sólo de cinco o diez habitaciones. Al entrar en ellos hay que descalzarse y ponerse unas zapatillas. En la habitación hay un yukata para el cliente, es el kimono de verano de algodón, con diferentes estampados. Las camas son tatamis colchonetas sobre esterillas en el suelo, con edredones.

Las habitaciones tienen paneles de madera corredizos y ventanas con papel aceitado, que dejan filtrar una luz blanquecina. Hay ryokan de todas las categorías, sencillos, medianos y de lujo. Los que os muestro eran de Kyoto, de Hiroshima y de Nagano, y ninguno era de lujo. Los mejores son casonas antiguas y están en plena naturaleza entre bosques, un lujo para los sentidos.
En los más económicos el tatami se recoge durante el día para tener más espacio. Todos ofrecen un té caliente, ideal para relajarse al final del día. Nosotros comprábamos bombones o alguna chocolatina en las tiendas, y después del baño en el onsen nos vestíamos con el yukata y estábamos un rato leyendo o escribiendo, antes de ir a disfrutar de la cena.





Los llamados onsen son los baños termales, separados para hombres y mujeres. Estaban envueltos entre vapores pues el agua caliente manaba continuamente. La temperatura del agua estaba entre 40º y 45º. Cuando sales tienes la piel sonrosada como un bebé. Había otros onsen colectivos, con varias piscinas grandes y jacuzzis, pero la fotografía no estaba permitida. En todos los onsen de los hoteles estuvimos totalmente solos relajándonos y disfrutando de la calidez del agua después de un día de ajetreo y de curiosear por los rincones de Japón. El reposo del guerrero.

Pero el lugar más curioso donde dormimos en Japón fue en un templo budista en Takayama, en tatamis frente al altar. Los Budas protegieron nuestros sueños y dormimos como dioses.

 

 
 
© Copyright 2010Nuria Millet Gallego