Los Ryokan son los hoteles
tradicionales japoneses. Suelen ser pequeños y disponer sólo de cinco
o diez habitaciones. Al entrar en ellos hay que descalzarse y ponerse unas
zapatillas. En la habitación hay un yukata para
el cliente, es el kimono de verano de algodón, con diferentes estampados. Las
camas son tatamis colchonetas sobre esterillas en el
suelo, con edredones.
Las habitaciones tienen paneles de madera corredizos y ventanas con papel aceitado, que dejan filtrar una luz blanquecina. Hay ryokan de todas las categorías, sencillos, medianos y de lujo. Los que os muestro eran de Kyoto, de Hiroshima y de Nagano, y ninguno era de lujo. Los mejores son casonas antiguas y están en plena naturaleza entre bosques, un lujo para los sentidos.
Las habitaciones tienen paneles de madera corredizos y ventanas con papel aceitado, que dejan filtrar una luz blanquecina. Hay ryokan de todas las categorías, sencillos, medianos y de lujo. Los que os muestro eran de Kyoto, de Hiroshima y de Nagano, y ninguno era de lujo. Los mejores son casonas antiguas y están en plena naturaleza entre bosques, un lujo para los sentidos.
En los más económicos el tatami se
recoge durante el día para tener más espacio. Todos ofrecen un té caliente,
ideal para relajarse al final del día. Nosotros comprábamos bombones o alguna
chocolatina en las tiendas, y después del baño en el onsen nos
vestíamos con el yukata y estábamos un rato leyendo o escribiendo, antes de ir
a disfrutar de la cena.
Los llamados onsen
son los baños termales, separados para hombres y mujeres.
Estaban envueltos entre vapores pues el agua caliente manaba continuamente. La
temperatura del agua estaba entre 40º y 45º. Cuando sales tienes
la piel sonrosada como un bebé. Había otros onsen colectivos, con varias piscinas
grandes y jacuzzis, pero la fotografía no estaba permitida. En todos los onsen
de los hoteles estuvimos totalmente solos relajándonos y disfrutando de la
calidez del agua después de un día de ajetreo y de curiosear por los rincones
de Japón. El reposo del guerrero.
Pero el lugar más curioso donde dormimos en Japón fue en un templo budista en Takayama, en tatamis frente al altar. Los Budas protegieron nuestros sueños y dormimos como dioses.
Pero el lugar más curioso donde dormimos en Japón fue en un templo budista en Takayama, en tatamis frente al altar. Los Budas protegieron nuestros sueños y dormimos como dioses.
© Copyright 2010Nuria Millet Gallego