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domingo, 4 de noviembre de 2007

PINGÜINOS DE PATAGONIA



El pingüino me miraba fijamente y emitió un ruido parecido a un rebuzno. Era un día soleado y frío de noviembre y allí estábamos el pingüino y yo mirándonos mutuamente con interés, en una playa del otro lado del Atlántico. Después él decidió ignorarme, una sabia decisión dado que mi comportamiento era más estático y aburrido, y se dedicó a incubar sus huevos.

Estábamos en la Reserva Natural de Punta Tombo, a unos 100km. de Trelew, en la Patagonia Argentina. Leímos que era la mayor área de anidamiento de pingüinos de la América Sur Continental. Tenía una colonia de más de medio millón de pingüinos de Magallanes. Cada hembra ponía dos huevos en un nido en la arena, entre ramas, y necesitaban cuarenta días de incubación. A veces se levantaban, recolocaban los huevos cuidadosamente con ayuda de las patas y volvían a cubrirlos con su orondo cuerpo. El pingüino de Magallanes mide unos cuarenta y cinco centímetros y pesa entre 4 y 5kg. 



Tenían la barriga blanca, y unas rayas negras verticales diferentes en cada uno, que resultaban muy elegantes. Unos agitaban las aletas laterales, abriéndolas, y otros se limpiaban con el pico el plumaje, arqueando el cuello. Todos mudaban el plumaje una vez al año.

La puesta de huevos era a principios de octubre, y decían que en diciembre cuando nacían las crías, el griterío que producían pidiendo comida era tremendo. Los pingüinos eran muy tranquilos y pacíficos, no se asustaban de la proximidad de los humanos, y cruzaban con pasos torpes ante nosotros. Algunos procedentes del mar, parecían desorientados. Decían que cada año volvían al mismo nido que ocupaban el año anterior.



Mientras los veía pensé en que lo que había leído sobre que los pingüinos son los únicos animales monógamos, tienen una sola pareja toda su vida. Todo lo contrario que las promiscuas ballenas patagonas, cuyas hembras copulaban con tres machos. La naturaleza nunca deja de sorprenderme.


© Copyright 2015 Nuria Millet Gallego

lunes, 11 de octubre de 2004

KOALAS Y KANGUROS AUSTRALIANOS

Desde Port Douglas en las costa este australiana fuimos al Parque Nacional de Daintre, donde encontramos los primeros koalas en libertad. También los vimos cerca de Melbourne. Estos curiosos animales son mamíferos y arborícolas. Estaban reposando en las ramas, algunos dormitando y otros moviendo la cabeza perezosamente. Se sentaban en las ramas altas para comer los brotes tiernos. Pero tuvimos a uno de ellos al alcance de la mano. Estaba con su cría en una rama baja, mordisqueando hojas. Tenía una cara simpática, con un hocico negro y plano, y ojos y orejas redondas. 

Dos de ellos dormían juntos, uno sobre otro en la misma rama, convertidos en dos bolas peludas. Leí que los koalas duermen veinte horas al día. Podría decirse que llevan una vida relajada. No sé si advirtieron nuestra silenciosa observación, pero me llevé sus imágenes en la memoria.

 

Otro animal curioso y típico de Australia era el wombat, una mezcla de oso y cerdito, con fuerte pelo negro. Era un mamífero con fuertes garras, muy gordito, parecía una bola. Pesaba unos 35kg. También eran perezosos y dormilones, como los koalas. Nos dejaron cogerlo en brazos y se quedaba quietecito y tranquilo, dejándose acariciar. Vivían en entornos boscosos, en túneles que excavaban en la tierra.



En la excursión al Parque Nacional Port Campbell pasamos junto a un campo de golf donde se había instalado una comunidad de Kanguros. Eran herbívoros y se alimentaban de pasto y raíces. Vivían poco, unos 18 años.

Nos cruzamos con algunos en la carretera; vimos que los coches australianos llevaban unas barras protectoras en la parte delantera por si chocaban con algún kanguro. Y volvimos a verlos en los alrededores de Melbourne, en una explanada verde esmeralda. 



Los kanguros eran marsupiales grandes, de orejas puntiagudas, cola larga y pelo rubio rojizo. Sus patas traseras eran grandes, con largos pies, en contraste con las pequeñas patas delanteras. Los de menor tamaño se llamaban ualabis. Nos acercamos a ellos y se dejaron acariciar y comieron de nuestra mano. Eran nocturnos y de día estaban bastante estáticos, comiendo en grupos. Vimos dos hembras llevando a sus crías en la bolsa delantera. Cuando se cansaban de andar a cuatro patas, se erguían y marchaban dando saltos. Nos parecieron unos animales simpáticos y curiosos.