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viernes, 14 de febrero de 2025

SAFARI EN EL P.N. MURCHINSON



En el Parque Nacional Murchinson Falls nos alojamos en el Red Chilli Hideaway, cerca del río Nilo Victoria. El campamento ofrecía bungalows, llamados bandas, tiendas con camas y tiendas clasicas. Pasamos una noche en bungalow con baño interior, y otra en tienda con camas.  





Allí contratamos un safari (game drive). Partimos a las seis de la mañana en un jeep abierto. Recorrimos los dos tipos de sabana del parque: la sabana húmeda y la sabana seca, con hierba alta dorada. 

Primero encontramos una jirafa aislada y luego grupos de jirafas. Eran de la especie jirafa reticulada, una bonita piel. Se movían lenta y elegantemente, comiendo de las ramas altas.

Después encontramos manadas de 10 a 15 búfalos con grandes cuernos. Sobre el lomo transportaban aves que los desparasitaban. Era un beneficio mutuo entre búfalos y aves, una simbiosis natural. Nos miraban vigilantes, resultaban imponentes.


Por la pista de tierra roja cruzaban de vez en cuando antílopes y elefantes. Los antílopes, de piel marrón anaranjada, eran los más abundantes. Había antílopes de diferentes tipos: impalas, elands, ciervos, gacelas o waterbucks.




Los elefantes eran muy bellos, con grandes orejas y colmillos blancos. Vimos una familia con su pequeña cría. Comían hierbas con la trompa y se daban aire moviendo sus orejas. Había manadas de elefantes entre los árboles.


Lo más impresionante fue encontrar a un grupo de ocho a diez leones, descansando a la sombra de un árbol. El gran león nos miraba impertérrito,  con su melena. Cerca descansaban varis leonas y sus crías, alguna dormitando estirada. Nuestro jeep abierto estaba muy cerca, y ni se movieron. Pudimos observarlos bien. Era un espectáculo de la naturaleza.




viernes, 1 de abril de 2016

BARACOA Y EL P.N. HUMBOLDT

Baracoa era una región del sureste de Cuba, fuera de los circuitos turísticos habituales. Quisimos conocer la zona y pasamos tres días allí.

El plan del día era visitar el Parque Nacional Humboldt, llamado así en honor del naturalista y explorador alemán, que visitó el lugar por primera vez en 1801. Era Patrimonio Mundial. Una furgoneta amarilla nos llevó a través de pistas de gravilla. Atravesamos el río Toa y vimos el mar Caribe entre cocoteros. 

 

Tardamos una hora y media en llegar al Balcón de Iberia, el punto de partida de la excursión, una caminata de 7km por senderos, ascendiendo unos 400m. El tramo inicial fue el más costoso por la subida y el calor. Pero íbamos con el guía del parque e hicimos paradas para que Pedro nos explicase la flora y la fauna. Vimos orquídeas, bromelias y plantas que vivían en simbiosis con sus parásitos.

Había lianas y árboles de raíces extendidas entre la hojarasca. Era un bosque húmedo tropical. Pedro comentó que Baracoa era la zona de Cuba con más lluvias, y que en aquel bosque en algún momento u otro llovía casi cada día.

Encontramos un alacrán grande, varios lagartos verdosos camuflados entre las hojas, una oruga tipo ciempiés gorda como una salchicha, una rana diminuta de 8mm y varios tipos de aves: halcones o gavilanes y colibrís inquietos que no se dejaban fotografiar.

       
 
       

Nos refrescamos con un baño delicioso en el río Santa María, entre la verde vegetación. Caminamos por el lecho pedregoso hasta una pequeña cascada. En el río hicimos picnic y tomamos sándwiches de jamón, queso y atún, con plátano frito.

Luego nos bañamos en el mar, en la magnífica y tranquila Playa Maguana. Era preciosa, con cocoteros y el agua con franjas verde azuladas transparentes. Nos instalamos con el pareo bajo la sombra de una palmera y fuimos dándonos baños hasta que llegó la hora de irse. Regresamos contentos y muy satisfechos con la excursión al Parque Humboldt. Era una zona de Cuba que pocos turistas frecuentaban, pero que merecía mucho la pena.




viernes, 7 de agosto de 2015

LA VIDA SALVAJE DEL PARQUE NACIONAL DE CHOBE

Recorriendo el Parque Nacional de Chobe en Bostwana, nos metimos por un sendero boscoso. No parecía haber animales, y de repente a un lado de la pista, sobre la rama baja de un árbol encontramos a un leopardo. Paramos en seco y retrocedimos un poco. El leopardo bajo del árbol, pero no debimos parecerle una amenaza por se sentó en el suelo. Era un precioso leopardo moteado, con los ojos claros verdosos. Y nos miraba desafiante.


La zona de la ribera del rio Chobe era verde, dorada y húmeda. Cerca del río había múltiples lagunas donde iban los animales a beber. Vimos grupos numerosos de impalas y elefantes jirafas, cebras, fagoceros, chacales, hipopótamos, cocodrilos, gallinas de guinea, búfalos, kudus y leones.

Las jirafas se movían elegantemente con su parsimonia. Leímos que tenían un corazón de 9kg para poder bombear sangre hasta su cerebro. De ahí sus movimiento como en cámara lenta. Podían medir 6m de altura.






Vimos a los elefantes comiendo hojas de las ramas y hierba que cogían del suelo. Primero arrancaban las raíces de la tierra golpeando con sus patas. Bebían curvando la trompa y a veces se echaban tierra por encima para refrescarse. El polvo y el barro les protegían la piel del sol y de los insectos y parásitos. Movían las orejas, que tenían un sistema de irrigación propio dado su gran perímetro, para refrescarse. Varias hembras estaban embarazadas. La gestación duraba 22 meses.






Encontramos un grupo de cuatro hembras con varios leones jóvenes y sus cachorros. Iban caminando en hilera hacia el agua. Los seguimos desde muy cerca con el jeep, viendo su piel dorada al sol. Nos ofrecieron el trasero como despedida y ni se inmutaron por nuestra presencia. El atardecer lo tiño todo de una luz dorada y en las extensiones de hierba verde y amarilla, entre lagunas, se esparcían auténticas manadas de animales. Cientos de antílopes con jirafas, cebras y elefantes eran los más abundantes.


Vimos babuinos que se sentaban ante los excrementos secos de los elefantes y deshacían las bolas para conseguir la semilla que defecaban entera. Encontramos grupos de babuinos caminando a cuatro patas y cargando sus crías bajo el vientre o sobre el lomo. Unos jugaban saltando por las ramas de los árboles y otros se sacaban parásitos del pelaje.



Los bisontes lucían su montera característica con los cuernos. Eran un grupo numeroso, sentados a la sombra de un árbol y rumiando la hierba que comían.


Pasamos tres días recorriendo el parque, y uno de ellos cogimos una barca por el rio Chobe. El paisaje era espectacular, lenguas de tierra verdes y amarillas, y el azul de agua brillando. En la orilla se veían cocodrilos y en tierra manadas de antílopes y elefantes. Algunos grupos eran de cien ejemplares. Una abundancia de animales extraordinaria.




Por las noches, en el silencio del campamento, oímos los rugidos de un león y la estampida de una manada de cebras, que pasó por detrás de la tienda. Nos despedimos del Parque Nacional de Chobe con un montón de imágenes en la cabeza, emocionados y admirados de su belleza y abundancia de animales.