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viernes, 25 de junio de 2021

LA ISLA DE NAXOS

La isla de Naxos era la más grande de las Islas Cícladas, en el mar Egeo. Tenía la singularidad de tener un istmo central, en realidad un muelle, que parecía el camino que llevaba al pueblo blanco. Su capital era Hora (o Chora).

En una colina junto al istmo estaba el Templo de Apolo. Lo que quedaba de él era el dintel de una puerta de piedra que se abría al mar y una estatua femenina de mármol descabezada.



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El muelle formaba una tranquila laguna circular y tenía escalerillas para bajar al agua. Allí nos bañamos. Algo más frescos recorrimos las calles del pueblo. El barrio de Kastro tenía casas encaladas y contraventanas azul marinero, adornadas con buganvillas y otras flores. El pavimento de piedra ribeteado de blanco, como un mosaico, era parecido al de la isla Mykonos.

Había pasadizos con arcos, con tiendas de joyas y artesanía, y tabernas con encanto. Vimos una Iglesia encalada, de un blanco deslumbrante y llegamos hasta el Castillo Veneciano en la parte alta, junto a un Museo, que estaba cerrado.          





           

El ambiente era muy tranquilo, con poca gente por las calles. En una terraza del Paseo Marítimo tomamos hojaldres de espinacas y queso feta, y contemplamos las vistas del mar Egeo. Al atardecer fuimos a la playa San George, larga y popular.

El segundo día en Naxos fuimos a las playas del suroeste. Pasamos por las playas Prokopios, Agia Ana y Plaka, entre otras. Se veían bonitas, largas franjas arenosas con un mar azul intenso.

En Alyko buscamos la playa Hawai, una auténtica joyita. Era una playa de arena dorada, con una ermita blanca con dos cúpulas azules en un extremo junto al agua. Y estábamos totalmente solos, un auténtico lujo. Luego llegaron en goteo ocho o diez personas que se dispersaron en la franja de arena. El agua verde azul del mar Egeo estaba muy transparente. Nos instalamos con el pareo en el extremo de la ermita y nos dimos unos baños gloriosos. La tranquila Naxos nos gustó mucho, como todas las islas griegas.

martes, 15 de junio de 2021

LOS MOLINOS GRIEGOS




Las islas griegas están salpicadas de blancos molinos de viento que adornan su paisaje. En la Isla Mykonos se agrupaban los Molinos Kato Milli, siete molinos construidos por los venecianos en el s. XVI para moler el trigo. Eran molinos de planta redonda, con aspas de madera granates. Estaban alineados sobre una colina y rodeados de mar, con vistas de la población de Chora (u Hora), la capital de Mykonos.

Ante los molinos contemplamos la llamada Pequeña Venecia, una hilera de casas blancas con balcones azules y granates, asomados al mar Egeo. Los comerciantes crearon el barrio en el s. XVIII para que sus casas tuvieran acceso al mar. Las Islas Jónicas fueron una posesión de ultramar de la República de Venecia desde el s. XIV hasta s. XVIII, por lo que la influencia veneciana se extendió también a las Islas Egeas.

El Molino Boni estaba en la zona más alta de Chora, formaba parte del Museo de Agricultura y podía verse como funcionaba antiguamente.

Estos molinos fueron muy importantes en la economía local por ser una de las principales paradas en la ruta comercial entre Venecia y Asia. Los barcos descargaban el trigo en el puerto y los molinos convertían el cereal en harina para alimentar con pan a las tripulaciones. Las islas exportaban pasas, aceite de oliva y vino.

En la Isla Santorini también se conservaba algún molino aislado, de blancura luminosa y erguido frente al mar Egeo, un vestigio de su pasado.