Mostrando entradas con la etiqueta ruinas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta ruinas. Mostrar todas las entradas

jueves, 8 de mayo de 2008

PALMIRA, LA CIUDAD DE LA REINA ZENOBIA









Palmira fue fundada por los nabateos y fue la ciudad de la reina Zenobia. Estaba en medio de un oasis. Más allá, el desierto. Decían que era uno de los lugares más espléndidos del mundo, y no defraudó nuestras expectativas.


Zenobia, reina por el asesinato de su marido, fue una mujer culta, amante de las artes y audaz. Bajo su reinado el reino de Palmira se sublevó e intentó crear su propio imperio. Emprendió campañas militares y llegó a tomar Egipto, Pero el emperador Aureliano la derrotó.  La ciudad de Palmira recibió el perdón pero, ante un intento de rebelión de sus habitantes, fue destruida. Pero las ruinas que vimos conservaban parte de su belleza y evocaban la majestuosidad de la antigua ciudad.




Era más extensa de lo que imaginábamos. Entramos por el Arco de Séptimo Severo, y empezamos viendo el Templo de Bel. Luego continuamos viendo el Agora, la vía Columnata con sus 200 columnas, el Teatro, el Tetrapylon, el antiguo Senado y las tumbas. El Castillo en una pequeña colina dominaba las ruinas.


En las horas de más calor descansamos en los jardines de un pequeño restaurante. Tenían una piscina, casi una pileta, con agua sulfurosa. Nos refrescamos en el agua azul. Después nos tumbamos en los cojines y colchones árabes del suelo y tomamos té, dátiles y un huevo duro. Estuvimos dormitando a la sombra del cañizo totalmente solos.


Contemplamos la puesta de sol entre las ruinas, viendo como la piedra dorada adquiría tonalidades más cálidas.

Acabamos el día cenando en un restaurante de especialidades beduinas y probamos el farouj, pollo a la parrilla con especias. Durante la cena, bajo el cielo estrellado de Palmira, recordamos a la audaz reina Zenobia, una de las mujeres que hizo historia.




© Copyright 2008 Nuria Millet Gallego


martes, 16 de septiembre de 2003

LOS BUDAS DE POLONNARUWA

En Sri Lanka alquilamos bicicletas por unas cuantas rupias para visitar Polannaruwa. Las ruinas de la antigua ciudad se extendían a lo largo de unos doce kilómetros, según leímos. Fue la capital de los reyes cingaleses del s. XI al XII, y estaba considerada Patrimonio de la Humanidad. El sendero de tierra atravesaba un bosque con grandes árboles que ofrecían una sombra que agradecimos en un día muy caluroso.

El Palacio Real había tenido cincuenta habitaciones soportadas por treinta columnas, pero poco quedaba de eso. Junto a él permanecían los Baños Reales, el Hall e la Audiencia, y varios templos hindúes. Uno de los templos de estructura circular tenía acceso por escalerillas por los cuatro puntos cardinales, con una estatua de Buda sentado en cada lado, y figuras de apsaras grabadas en la piedra.


Lo que más ganas teníamos de ver eran los cuatro Budas de Gal Vihara. Los habían protegido de lluvias y soles con un tejadillo que los mantenía a la sombra. Cuando estuvimos había soldados vigilando por allí, empuñando sus metralletas. Estábamos próximos a la zona norte de la isla, la del conflicto separatista entre los Tigres Tamiles y los Nadires. Posteriormente la guerrilla tamil fue derrotada, después de 25 años de lucha.

Los cuatro Budas de Gal Vihara estaban tallados en una pared rocosa: el más imponente estaba de pie con sus 7m. de altura, el reclinado de 14m. de longitud descansaba su cabeza en un duro cojín de piedra, otro sentado en posición de meditación, y el cuarto en una pequeña cueva. Me hice una foto junto al Buda reclinado y al momento vino un soldado a decirnos que no estaba permitido.

Regresamos con las bicis a través del precioso bosque cuando ya oscurecía, vigilados por la atenta mirada de los Budas.