Cerca encontramos otro grupo de hombres con sus turbantes y túnicas azules, sentados en círculo en la arena. Jugaban al manqala, las damas africanas. El tablero era la arena, donde habían excavado los hoyos, y las piezas eran semillas secas. Un juego ancestral.
miércoles, 21 de febrero de 2024
LA CIUDAD VIEJA DE OUADANE
martes, 21 de febrero de 2023
LAS ISLAS FARASAN
Las Islas Farasan
eran un archipiélago de 36 islas coralinas en el Mar Rojo, a 40km de la
costa de Arabia Saudí. Solo dos de las islas estaban habitadas. Formaban parte
de un Santuario Marino y destacaban por su biodiversidad. Las aguas ricas
en plancton albergaban una rica vida marina con rayas, delfines, tiburones
ballena, varias especies amenazadas de tortuga y muchas especies de peces,
incluido el pez loro, objeto de un festival de primavera, entre abril y mayo,
en la playa.
En el pasado
tuvieron una gran importancia estratégica, al encontrarse en la ruta comercial
que conectaba el Mediterráneo con Yemen y la India. Y en el s. I los romanos
construyeron un puente en la isla principal, que llamaron Portus Ferresanus,
nombre que con el tiempo derivó en Farasan.
El Ferry de
Jizán a las Islas Farasán era gratuito. En la Terminal de Ferrys había salas
de espera separadas para hombres y mujeres, se pasaban controles de arcos de seguridad y nos cachearon. Aproveché para conversar con las mujeres árabes,
aunque nos entendíamos por gestos pues no hablaban inglés. Algunas se acercaron
y curiosearon mi diario de viajes. Una mujer mayor tenía las manos con
dibujos pintados con henna y bonitos anillos de oro. Le dije que eran unas manos bonitas y
me dejó fotografiarlas.
Las casas
estaban hechas de piedra coralina y decoradas con relieves de estuco con
motivos geométricos y florales. La mansión más espectacular era la Rifai
House, cerca de nuestro hotel. Era una auténtica obra de arte con
una puerta y fachada con elaborados relieves. En una habitación grande
encontramos una especie de biblioteca con estantes en la pared y techo con vigas
de madera pintado de azul. Había otras casas bonitas con relieves, aunque la
mayoría estaban en estado ruinoso. Iluminadas las fachadas y relieves por la
luz dorada del atardecer no costaba imaginar los tiempos de esplendor del
barrio y de las islas. Las calles estaban tranquilas, nos cruzamos con pocas
personas, alguna mujer, gente en bicicleta y niños. Por la noche vimos más ambiente.
Cerca estaba la Mezquita
Najdi, pintada de blanco, con cúpulas y exterior decorado con relieves. Era
una mezquita histórica, pero de aspecto bastante sencillo. Casi nos gustó más
otra mezquita del pueblo pintada de un color anaranjado.
Al día siguiente pactamos
con un taxista un recorrido por la Isla Farasan y la Isla Sajid. No hablaba
nada de inglés y utilizamos el traductor de Google. Primero fuimos al Meade
Bridge, el puente que unía Isla Farasan con Isla Sajid. El Mar Rojo a ambos lados
estaba translúcido, de un azul verdoso, dejando transparentar las algas del fondo.
Había una luz preciosa.
Pasamos por el
pueblo y seguimos hacia Playa Kothub. Nos pareció una maravilla, una
media luna grande de arena blanca con mar verde transparente, con tonalidades
de azul, y rocas doradas. Y estaba totalmente desierta, solos Javier y yo. La
recorrimos de extremo a extremo.
Otra parada fue la Playa Ras Al Qarn, muy alargada y con algas en la arena. El mar tenía un bonito color. La Playa Alhsas tenía grandes formaciones coralinas y dunas con vegetación. En la arena tenía grandes caracolas blancas semienterradas
jueves, 16 de febrero de 2023
AL ULA, ELEPHANT ROCK Y MARAYA
El pueblo de Al
Ula, al norte de Arabia Saudí, estaba asentado en un gran y espectacular
valle desértico con palmeras. Se extendía hacia el centro de un wadi,
con imponentes acantilados de arenisca roja y dorada. El paisaje con montañas
rocosas de formas caprichosas bordeando la carretera fue precioso. A tramos el
verde de las palmeras de los oasis contrastaba con las piedras rojizas y
doradas.
Jabal Alfil era conocida como Elephant Rock. Cuando llegamos nos impactó. Tenía realmente la forma de un elefante, con la abertura que separaba la trompa. La luz del sol del atardecer la iluminaba y tenía un intenso color dorado. Alrededor había decenas de grandes rocas bonitas. Era un paisaje de fantasía, casi daliniano. Una maravilla.
Maraya era
un gran edificio con 10.000 paneles de vidrio que reflejaban las montañas
circundantes. En el interior había un restaurante y sala de conciertos,
donde se había celebrado el Winter Festival, unos pocos días antes de nuestra
llegada. Los cristales actuaban como espejo del paisaje, ideal para jugar con
la cámara. Era un curioso edificio en medio del desierto, en un entorno espectacular.
Las ruinas de la Old
Town nos sorprendieron. Estaban restaurándolas. Recorrimos el laberinto de
callejones cubiertos por techumbres de vigas, con casas de adobe y piedra. El Castillo
se elevaba sobre una gran roca de formas redondeadas. La calle principal parecía
de un pueblo del oeste, con cafetería y terrazas, rodeados por los macizos
rocosos. Al día siguiente Al Ula nos reservaba otras sorpresas.
lunes, 12 de septiembre de 2022
BUTUCENI Y ORHEIUL VECHI
Orheiul Vechi estaba a 50km de Chisinau. Era un museo al aire libre con ruinas de fortificaciones, casas, termas, cuevas, un Monasterio Ortodoxo, una capilla, una cruz antigua y otros restos arqueológicos que databan desde el Paleolítico a la Edad de Hierro y la Edad Media. Estaban ubicados en una pared rocosa junto al río Raut.
El acantilado de
piedra caliza seguía el recorrido de los meandros del río. Era una reserva
natural y cultural, Patrimonio de la Humanidad. Pertenecía al único
Parque Nacional de toda Moldavia, con valor arqueológico, histórico y
religioso.
Primero fuimos al pueblo de Butuceni y subimos la colina hasta el Monasterio rupestre, tallado en la roca del despeñadero. Bajamos unas estrechas escaleras y apareció la sala de la Capilla con una bóveda de pura roca. La cueva había sido excavada por monjes ortodoxos en el s. XIII. Un monje celebraba una ceremonia frente al iconostasio, con una familia. Otro monje barbado estaba junto a los iconos.
La gruta se abría al acantilado, con vistas del serpenteante río a sus pies y el mosaico de verdes campos cultivados. Sobre la pared había otro Monasterio más grande. Lo visitamos y vimos a un monje barbado con una escalera por el jardín y otros dos en sus tareas.
Luego paseamos por el
pequeño pueblo de Butuceni, con solo 235 habitantes, de ambiente
tranquilo. Estaba dentro de la comuna de Trebujeni, en el distrito de Orhei.
Las casas bajas de piedra estaban pintadas de azul, y tenían fachadas
con columnas. Las verjas metálicas también las pintadas de azul o verde,
con ornamentos de dibujos geométricos. Bonitos pozos estaban repartidos
por el pueblo.
Comimos en el restaurante Butuceni, el único abierto. Decorado con mazorcas de maíz, textiles, porche con flores y jardín. Estaba repleto de potes de vidrio con confituras y conservas de pimientos, coliflor y otras verduras, hierbas y nueces. Tenía una chimenea en la preciosa cocina, con calabazas secas. Y en el comedor tenían un gran panel con billetes de todas las procedencias. Tenía mucho encanto y se comía muy bien. Comimos sopa de habas y placinta, la pasta hojaldrada rellena de queso. Un lugar especial y acogedor para acabar la excursión a Orheiul Vechi.