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viernes, 17 de febrero de 2023

LAS TUMBAS DE MADAIN SALEH

Madain Saleh, la antigua Hegra, era conocida como la Petra de Arabia Saudí, incluso más impresionante que la famosa ciudad de Jordania. Ambas fueron importantes ciudades comerciales en las antiguas rutas comerciales nabateas. La formaban 131 tumbas nabateas talladas en la roca, con elementos de arquitectura grecorromana combinados con imaginería nabatea y babilónica. Estaban consideradas Patrimonio Mundial.

Nos apuntamos al recorrido del Tour Hegra, que compramos por la web  El recorrido se hacía en un autobús que partía del Winter Park Visitor Center. La primera parada fue la Tumba de Hinat, hija de Wahbu. La gran roca dorada nos impresionó. Tenía varias puertas grandes de entrada en la parte frontal, con otras cavidades. Las puertas tenían adornos triangulares en la parte superior, y algún rosetón. Miramos en el interior y se veían los nichos. Al rodearla todavía nos gustó más. Tenía dos grandes puertas juntas, con frontispicios adornados con ánforas y águilas decapitadas y con las alas extendidas. El paisaje de alrededor con formaciones rocosas rojizas y doradas, y formas caprichosas.


Allí se encontró el cuerpo completo de un difunto, que enseñaba el proceso de entierro de los nabateos. Primero colocaban una capa de algodón, luego otras dos de lino y la última de cuero. La joyería nabatea que se encontró en la tumba incluía un collar hecho de dátiles, que simbolizan salud y fertilidad. 

La segunda parada fue la Tumba de Lihyan, hijo de Kuza (Qsar AlFarid). Estaba tallada en una gran piedra aislada. Se diferenciaba por tener cuatro columnas en la fachada, en vez de las dos habituales. El frontispicio de la puerta tenía el águila, que simbolizaba el dios sol, con la cabeza cortada. La forma en que tallaban las tumbas era sin usar andamios, desde arriba hacia abajo, utilizando cinceles, martillos y picos. Una tarea trabajosa. Decían que la parte baja de la tumba estaba inacabada, que hubiera sido la fachada más grande.




La tercera parada fue Qsar Al Bint o Palacio de la Hija. Una gran roca alargada, con numerosas oquedades negras en la fachada. Reunía todos los elementos característicos de la arquitectura nabatea: columnas con capiteles, relieves de animales (águilas, serpientes, esfinges), inscripciones con símbolos curiosos. Creo que había unas 30 tumbas; nos dijeron que 20 tumbas eran de mujeres, con alguna cara tallada en la entrada. También tenían ánforas y rosetones. En una de ellas había una medusa, tal vez para que nadie se aproximara a la tumba y si lo hacía, que se convirtiera en piedra, como decía la mitología romana. 


LAS 

La cuarta parada fue Jabal Ithlib, una montaña con piedras sagradas. En el recinto llamado Al Diwan los nabateos llevaron a cabo ceremonias sagradas, fiestas o discusiones políticas. Diwan significaba “salón” en la cultura árabe. Era un gran templo con bancos de piedra donde se podían sentar, reclinar, beber o escuchar música. Tenía los techos muy altos para que hubiese eco y se escuchara bien a los que hablaban. Estaba protegido del viento entre dos montañas. Un estrecho desfiladero Siq de unos 40m de largo entre dos paredes de roca bordeado de altares pequeños con inscripciones.

En las paradas nos obsequiaron con higos, frutas confitadas y zumos de naranja, granada o agua gratuitos, en zonas de chill-out con divanes. Allí descansamos y por la tarde hicimos el Tour Dadan, de dos horas de duración. Dadan fue el antiguo reino de las civilizaciones Lihyanita y Dadanita

Nos explicaron su relevancia histórica y nos llevaron en un carrito de golf hasta la montaña Jabal Ikmah. Tenía unas tumbas excavadas en la pared de la roca rojiza, que se veían como cuadrados negros en la distancia. Los miramos con prismáticos. También fuimos a un cañón con inscripciones y petroglifos de animales, como un buey con cuernos, y manos grabadas en la piedra. Fue un día interesante y muy completo.




viernes, 16 de mayo de 2008

MÁS TESOROS DE PETRA

 


Seguimos caminando por la calle de las Fachadas, donde las montañas estaban horadadas. Eran tumbas y casas de los nabateos, los antiguos pobladores. Llegamos al Teatro de forma semicircular, que tenía más de mil años. Leímos que tenía capacidad para 3000 personas, en hileras de 45 asientos.

Exploramos todas las tumbas reales: la de la Urna, la de la Seda, la corintia y la del Palacio. Subimos y bajamos escaleras y entramos en los recintos interiores, donde se agradecía la sombra fresca. En el centro de Petra había una antigua calzada nabatea con columnas, las ruinas del Palacio Real, del Gran Templo y del Templo de los leones alados. No dejaban de sorprendernos las tonalidades rosadas de las rocas y sus coloridas vetas.



















Por la tarde emprendimos la ascensión al Monasterio. El sendero excavado en la roca tenía más de 800 escalones. El Monasterio era inmenso, de 50m de ancho por 45m de altura. Era casi más impresionante que El Tesoro. Tenía dos niveles, y en el superior una gran urna flanqueada por dos medios frontones. Se utilizó como iglesia en el periodo bizantino. Disfrutamos de las vistas desde los dos miradores cercanos, que ofrecían una panorámica de las montañas rocosas y nos despedimos de la histórica Petra. 







miércoles, 14 de mayo de 2008

EL TESORO DE PETRA



En el desierto jordano nos esperaba la magnífica Petra, la antigua capital del reino nabateo. Fue un paso importante en la Ruta de la Seda o la Ruta de las Especies, que conectaba Egipto, Siria, Arabia, Roma, Grecia, China o la India. Dedicamos dos días a recorrer el Wadi Musa con formaciones rocosas de arenisca amarillenta. Entramos en el desfiladero, que llaman siq, y allí la piedra de las paredes era rosada con vetas grises, blancas, negras y amarillas por el óxido. Las vetas formaban preciosos dibujos ondulados en las paredes de roca. El cañón era una gran grieta abierta por las fuerzas tectónicas. Tenía 1,2km de largo y una anchura de 5m a 2m en las partes más estrechas.

Las paredes del desfiladero de 80 metros de altura se elevaban sobre nosotros, dejando una estrecha franja con el cielo azul. La luz en el angosto paso era especial, de tonalidades rosadas y ocres. Y al final del cañón aparecía bruscamente el famoso templo El Tesoro (Al-Khazneh). Allí llegaba Indiana Jones, después de recorrer el desfiladero a caballo. Unos cuantos camellos con bonitas y coloridas sillas descansaban en la entrada.


El Tesoro tenía una fachada helenística con seis columnas. Tenía 43 metros de altura y 30 metros de ancho. En la parte superior el frontón estaba partido en dos mitades y tenía una gran urna en medio. Según la leyenda, un faraón egipcio escondió su tesoro, mientras perseguía a los israelitas. La urna tenía 3,5m de altura y se veían impactos de proyectiles de rifles, por los intentos de los beduinos de saquearla. El interior del templo era una estancia vacía. Lo construyó probablemente un rey nabateo en el s.I a.C.







Descansamos y tomamos té en una jaima en un verde oasis, un contraste entre tanta piedra arenisca. Luego subimos al Altar de los Sacrificios por las escaleras talladas en la piedra. Desde arriba había buenas vistas de las montañas. Fuimos hasta la Tumba del Palacio, subimos otras escaleras y bordeamos la pared rocosa. Desde el final del camino vimos El Tesoro desde arriba, desde el acantilado de enfrente. Estuvimos sentados al borde del precipicio, contemplando los siglos de historia.





jueves, 8 de mayo de 2008

PALMIRA, LA CIUDAD DE LA REINA ZENOBIA









Palmira fue fundada por los nabateos y fue la ciudad de la reina Zenobia. Estaba en medio de un oasis. Más allá, el desierto. Decían que era uno de los lugares más espléndidos del mundo, y no defraudó nuestras expectativas.


Zenobia, reina por el asesinato de su marido, fue una mujer culta, amante de las artes y audaz. Bajo su reinado el reino de Palmira se sublevó e intentó crear su propio imperio. Emprendió campañas militares y llegó a tomar Egipto, Pero el emperador Aureliano la derrotó.  La ciudad de Palmira recibió el perdón pero, ante un intento de rebelión de sus habitantes, fue destruida. Pero las ruinas que vimos conservaban parte de su belleza y evocaban la majestuosidad de la antigua ciudad.




Era más extensa de lo que imaginábamos. Entramos por el Arco de Séptimo Severo, y empezamos viendo el Templo de Bel. Luego continuamos viendo el Agora, la vía Columnata con sus 200 columnas, el Teatro, el Tetrapylon, el antiguo Senado y las tumbas. El Castillo en una pequeña colina dominaba las ruinas.


En las horas de más calor descansamos en los jardines de un pequeño restaurante. Tenían una piscina, casi una pileta, con agua sulfurosa. Nos refrescamos en el agua azul. Después nos tumbamos en los cojines y colchones árabes del suelo y tomamos té, dátiles y un huevo duro. Estuvimos dormitando a la sombra del cañizo totalmente solos.


Contemplamos la puesta de sol entre las ruinas, viendo como la piedra dorada adquiría tonalidades más cálidas.

Acabamos el día cenando en un restaurante de especialidades beduinas y probamos el farouj, pollo a la parrilla con especias. Durante la cena, bajo el cielo estrellado de Palmira, recordamos a la audaz reina Zenobia, una de las mujeres que hizo historia.




© Copyright 2008 Nuria Millet Gallego