En Shigatsé visitamos el Monasterio de Tashilumpo, otra
maravilla del Tibet. Era inmenso, fue construido en 1447 y tenía calles y
plazoletas. En su tiempo vivieron unos 6000 monjes, ahora unos 600. Además era
el único monasterio donde los monjes elaboraban
artesanalmente su propio calzado, una especie de botines de lana roja con
adornos negros.
Allí tuvimos
el privilegio de asistir a una ceremonia festiva: en un patio unos cien monjes
amasaban bolas de tsampa, la harina de
cebada tostada que constituye la base de la alimentación tradicional tibetana.
Formaban una gran bola de 1kg. aproximadamente, acabada en forma de pico.
Luego
otros monjes teñían de un líquido rojo
la punta y las colocaban en bandejas. Los monjes más jóvenes eran los
encargados de llevarlas a la sala principal, entre bromas y risas, para el banquete festivo que se celebraría
posteriormente. Otros monjes preparaban té
tibetano con mantequilla en grandes calderos, batiéndolo constantemente.
Por la
noche en un pequeño y acogedor restaurante pedimos tsampa en la cena. En otro
viaje por Sikkim habíamos probado tsampa en forma de gachas espesas. Esta vez
la sirvieron amasada en forma de croquetas, lo que creo fue una concesión al
gusto del turista occidental, y me pareció muy harinosa y seca. Durante la cena
recordamos todo lo que habíamos presenciado en el Monasterio. Fue una ceremonia hipnótica, un espectáculo que
nos transportó a otros tiempos.
© Copyright 2010 Nuria Millet Gallego