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martes, 2 de marzo de 2021

EL NILO Y EL DESIERTO



Partimos de Jartum hacia el norte de Sudán, en ruta hacia Old Dongola. Atravesamos el Desierto Bayuda, el nombre que recibe el Sáhara en territorio sudanés. Al principio el paisaje tenía un extraño contraste entre sus montañas negras y las dunas doradas; era un desierto con algunos arbustos y matorrales, con grupos de camellos y cabras. Los camellos mordisqueaban las ramas de los arbustos. Luego pasó a ser totalmente arenoso con dunas onduladas. En las paradas confraternizamos con otros conductores sudaneses.



La carretera asfaltada era una larga cinta gris entre dunas, totalmente recta y sin apenas tráfico. Estaba en buen estado, nos dijeron que la habían construido los chinos hacía unos diez años. Pero la fuerza invasora del desierto se dejaba notar, y en algunos tramos la arena invadía el asfalto, tapando un carril completo. Más adelante vimos excavadoras que, a modo de quitanieves, se ocupan de retirar la arena. Si no fuera por las excavadoras el desierto acabaría engullendo la carretera.


Sabíamos de la proximidad del Nilo por las grandes franjas de verdor, vegetación y palmeras que avisaban de la presencia del río. Eran como oasis fértiles con cultivos de habas, cacahuetes, mijo y palmeras datileras.

Vimos la Tercera Catarata del Nilo, en realidad rápidos que impedían la navegación. Subimos a un montículo rocoso para contemplar las vistas. Se veían remolinos en la corriente de agua, transparente verdosa. Bajaban algunas barcas, y otras estaban varadas en una lengua de arena. Más adelante cogimos un Ferry para cruzar el Nilo y una barcaza azul para ir a la isla de Sai, donde nos esperaban otras ruinas nubias.













lunes, 1 de marzo de 2021

LAS CASAS NUBIAS Y LAS TINAJAS


























Las casas nubias tradicionales están hechas de adobe. Son construcciones bajas con puertas y ventanas arqueadas, y algún dibujo geométrico ornamental. En la región nubia de Egipto suelen estar más decoradas. La puerta de entrada es metálica, pintada de colores, y sobre ella tenía una mandíbula de ganado. Son alojamientos sencillos con el baño exterior. Aunque no hay carencia de agua, por la proximidad del río Nilo, en las casas que fuimos no había ducha, sino un baño tipo “mandi”, de cacitos. Así nos quitamos el polvo del camino.



Esta que muestro se llamaba Masansharti, que significa el idioma sudanés, según nos dijeron, y estaba junto al Templo Soleb. Mohamed fue nuestro anfitrión, vivía con su familia compuesta por su mujer, su hija, marido y nietos. Las dos mujeres se encargaron de la cocina y debo decir que comimos estupendamente, especialmente las berenjenas con tahina (pasta de semillas de sésamo), la sopa de lentejas amarillas y el pollo guisado acompañado de pan de pita. También probamos el ful (habas negras). carne estofada, para acabar con un delicioso café con genjibre. En el patio tenían varias vasijas con el grano almacenado, y dátiles secos. 












A lo largo de la ruta hicimos fotos de varias de las puertas metálicas de las casas. Y nos hospedamos en otros alojamientos más turísticos. En la entrada de los pueblos y de muchas casas había tinajas con agua para beber o lavarse las manos, en señal de hospitalidad. El agua es el bien más preciado y es la manera de decir al huésped que es bienvenido. En el porche sombreado de la casa hicimos tertulia, y con mi amiga Merche escribimos en nuestros diarios las impresiones del viaje. Había mucho que escribir sobre el viaje por Sudán.




LOS TEMPLOS SOLEB Y TIYA



El Templo Soleb era el mejor templo egipcio en territorio sudanés. La región de Nubia en Sudán estuvo bajo el dominio anglo-egipcio desde 1896 hasta su independencia en 1956 y los egipcios dejaron su huella histórica. Era un templo de piedra arenisca, rodeado de palmeras próximas al río Nilo. Altas columnas doradas con capiteles truncados se recortaban en el cielo azul. Contamos nueve columnas. Fue construido por el Faraón Amenhotep III en el 1300 a.C.  Dedicado al dios Amon-Ra, el dios solar, con una planta copia de la de Luxor.

Se distinguían muy bien los pictogramas y jeroglíficos grabados en la piedra, como la cruz de Ankh, que representaba la vida, el dios Horus representado como un halcón o un hombre con cabeza de halcón. Horus era el dios de la realeza en el cielo, la guerra y la caza. Había figuras de faraones con sus altas coronas oblongas del Alto Egipto, propias del sur,  inscripciones… Otras figuras que debían ser esclavos tenían los brazos atados. Era el sueño de un arqueólogo. 




Nos alojamos en una casa nubia tradicional, cercana al templo. Al atardecer fuimos caminando hasta las ruinas y allí contemplamos la puesta de sol totalmente solos. El sol se ocultó entre las columnas en una geometría perfecta, que seguro haría sonreir al dios Amon-Ra.

Cerca estaba el Templo dedicado a la Reina Tiya Sadinga, la esposa de Amenhotep III. Apenas una columna se mantenía en pie, entre multitud de grandes piedras. Lo interesante era la necrópolis descubierta entre 2009 y 2012, que tuvo unas 80 pequeñas pirámides de las que quedaban ruinas de ladrillos de adobe. Leímos que tenían miles de cámaras funerarias con ofrendas, que databan de la época del Reino de Kush meroítico. La sorpresa fue encontrar unas enormes caras de piedra sonrientes, con nariz y labios gruesos. Con esa sonrisa nos despedimos de los templos milenarios.











domingo, 28 de febrero de 2021

NECRÓPOLIS SUDANESAS





En la ruta hacia el norte visitamos un Cementerio Sufí, con unas enormes tumbas en forma de cúpula llamadas Qubbas. El Sufismo podría decirse que es la parte espiritual del Islam, que se convirtió en la religión Nubia en Sudán. Se caracterizaba por su ascetismo y tuvo un papel importante en la formación de sociedades musulmanas a través de sus actividades misioneras y educativas.

El cementerio era del s. XVII, de época post-medieval. Las Qubbas estaban dispersas y la luz del atardecer bañaba su piedra arenisca en una luz dorada. Entramos en el interior de una de ellas y nos recibió un intenso olor a excremento, estaban llenas de murciélagos. Oímos sus chillidos al perturbar su paz y salimos en seguida. En el terreno de alrededor había otros sepulcros cubiertos de piedras blancas y negras. 


Otra tumba que nos impresionó fue Al-Kurru, en la necrópolis real de Napata, de casi 3000 años de antigüedad. Era la tumba subterránea del Faraón Negro Tanutamani, sucesor de Taharqa. La entrada era un tubo alargado, custodiado por dos hombres de túnicas blancas. Uno de ellos la abrió y descendimos las escaleras en semioscuridad, estaba a bastante profundidad. La cámara funeraria tenía una entrada en arco con pinturas milenarias muy bien conservadas. Nos sorprendió el colorido de las pinturas: rojos, negros, amarillos y ocres. Los pigmentos habían resistido el paso del tiempo. Nos dijeron que eran las pinturas originales, no restauradas.


En el centro de la cámara funeraria había un sol rojo y a los lados unos monos que lo adoraban. En las paredes laterales había jeroglíficos, un gran escarabajo y muchas figuras de egipcios de perfil. En el exterior de la necrópolis había un templo semienterrado con 22 columnas, protegido por un tejadillo y una pirámide semiderruida. Los egipcios dominaron el territorio sudanés durante siglos y dejaron su huella. Otras necrópolis tenían tumbas bajo pirámides, como las de Nuri y Meroe, que veríamos más adelante. Leímos que cuando descubrieron la tumba de Al-Kurru y entraron en el túnel, este se derrumbó y mató a varios arqueólogos. Y es que Sudán con sus templos, tumbas y ruinas históricas, era el sueño de cualquier arqueólogo, y también de cualquier viajero.