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martes, 20 de octubre de 1998

LAS IGLESIAS CIRCULARES DEL LAGO TANA

El Lago Tana era el mayor de Etiopía. Lo vimos desde Bahir Dar, una ciudad bonita con una larga avenida con palmeras y casas de colores de planta baja. Curioseamos su mercado, con puestos de telas estampadas. Y allí probamos los zumos naturales de aguacate, muy ricos. 

En el lago había 30 islas, y 19 de ellas tenían iglesias y monasterios ortodoxos de los s.XIV-XVII, a los que solo se podía acceder en barco. Quedamos con un barquero para que nos llevara. Tardamos una hora en llegar a una isla cubierta de vegetación. No se veía ningún embarcadero, y entre la vegetación encontramos un pequeño hueco con piedras para bajar a la isla. 


 

El sendero era pedregoso y bonito, entre vegetación, higueras y otros árboles. Llegamos al Monasterio Ura Kidane Mehret, uno de los dos que permitían la entrada a mujeres. Era una gran estructura circular, con tejadillo cónico de cañizo, coronado por una cruz ortodoxa. A simple vista no parecía un monasterio ni una iglesia. Nos recibió con una sonrisa un monje envuelto en ropajes amarillos, con un casquete del mismo color, y con un báculo largo. 

Abrió el monasterio con unas grandes llaves de hierro y vimos su interior. Había un pasillo circular y luego otra estructura concéntrica, con grandes portones de madera. El suelo estaba alfombrado con esteras. Había que descalzarse para entrar. Leímos en la guía de la Lonely Planet que era necesario vigilar las picadas de las pulgas. Pero tuvimos suerte, ni las notamos ni nos picaron. En un rincón había grandes tambores y otros instrumentos para los rituales religiosos.



Las paredes del interior tenían coloridas pinturas murales de tema religioso, con santos etíopes, y estilo naïf. Había hombres montados a caballo, o una barca con los apóstoles de la que asomaban todas las cabecitas amontonadas simétricamente. Eran como viñetas de diferentes historias. Hasta había una representación de San Jorge sobre un caballo, luchando con el dragón. Algunas pinturas estaban cubiertas con largas telas que colgaban del techo, y que los monjes recogían como cortinas.




En otra isla visitamos la Iglesia Debre Mariam. También tenía en su interior pinturas murales, representando angelotes y grandes tambores para los rituales religiosos. Otro monje, también vestido de amarillo, nos mostró las reliquias, un manto y un libro sagrado. Fueron varias horas de excursión y nos encantó navegar el lago Tana y visitar aquellas iglesias peculiares.