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miércoles, 28 de mayo de 2025

FESTIVAL EN EL VALLE DE ZANSKAR

El mítico Valle de Zanskar, en Ladakh, es un valle del Himalaya indio, a 4000m de altura. Una región remota que permaneció aislada durante siglos. Antaño sólo podían comunicarse en enero y febrero, cuando el río Zanskar se congelaba, y la gente podía caminar sobre el hielo. Hoy en día se han construido carreteras y el Túnel de Atal, que horada la roca de la montaña, y permite ahorrar tiempo. Aún así, tardamos nueve horas de trayecto desde Manali a Padum, la capital de Zanskar.

 

En los alrededores encontramos una celebración tipo festival. En medio de la pradera se sentaba un grupo numeroso de unas cincuenta mujeres. Tenían mesas bajas ante ellas, con termos, cuencos y platos de comida preparada: chapati y vegetales. 

Vestían ropajes de estilo tibetano, parduzcos o granate oscuro, con mantones coloridos a la espalda y portaban rosarios de cuentas de madera. Llevaban gorros de lana y de fieltro naranja con pompones. La mayoría de los zanskaris son de origen mixto tibetano e indoeuropeo y el 95% de los habitantes practica el budismo tibetano. Al llegar nos recibieron ofreciéndonos té, un cuenco con yogur espeso y galletas. 



Luego llegaron en camiones un grupo de unos veinte hombres y se sumaron a la celebración. Las mujeres los recibieron colocándoles los pañuelos blancos de seda, llamados khata, al cuello, a modo de bufanda. Era una tradición tibetana recibir al invitado con esos pañuelos ceremoniales en señal de bienvenida, y expresar gratitud y deseos de felicidad o prosperidad. También eran símbolo de pureza y compasión y se utilizaban en Mongolia, Nepal. Se sentaron ante mesas bajas de madera decorada y hojearon unos libros de tablillas, mientras tomaban té. 



Los hombres llevaban un gorro de copa alta con bordados y los extremos del ala hacia arriba. Otros llevaban bombín o casquete. Uno de los hombres debía ser el honorífico porque le colocaron decenas de pañuelos al cuello, aumentado su envergadura. Permaneció sentado impasible observando a la gente, que se levantaba a comer, cada vez más animados, y caminaban alrededor en la pradera.




Entonces llegaron con acordes de música otro grupo de mujeres con ropajes más sofisticados. Portaban tocados con adornos de piedras turquesas, que les caían como una lengüeta sobre la frente y también caían por la espalda, muy peculiares. Sobre los vestidos parduzcos llevaban grandes capas. También les colocaron los thaka de seda blanca al cuello y les ofrecieron cuencos de té.

Todos pertenecían a un grupo étnico ladakhí de religión budista y cultura similar al Tibet y Asia Central.



Leímos que el tocado se llamaba Perak, y era típico de la aristocracia de la región himalaya de Ladakh. Un símbolo de estatus y también protector. Eran largas tiras de cuero con orejeras negras, cubiertas con las piedras preciosas, lapislazuli y turquesas. En la espalda se podía apreciar la cantidad de filas de piedras. Debía pesar bastante. Nos dijeron que se utilizaban en bodas y otras celebraciones.



Los tocados azul turquesa se complementaban con largos colgantes plateados y pompones. Además, las mujeres se adornaban con collares de gruesas piedras y otras joyas de gran tamaño, siguiendo la tradición tibetana.

Sonó la música y empezaron a cantar y bailar con movimientos suaves. Luego bailaron los hombres. Fue una celebración espectacular. Los dejamos a todos sentados en la pradera. Una escena ancestral.




Continuamos visitando monasterios en el Valle de Zanskar. El Monasterio Zongkhul se adosaba a una pared vertical de roca, aprovechando la cavidad de dos cavernas. El edificio principal tenía cinco pisos de altura y fachada blanca con ventanas de madera con cortinillas amarillas. Un monje nos abrió el templo de la caverna más pequeña. La roca de forma irregular era el techado, y el recinto era bastante reducido. Estaba repleto de estatuillas con telas coloridas y con algunas estatuas de mantequilla. 




El Monasterio Sani, uno de los más antiguos, era de planta rectangular con una gran sala con todos los elementos tibetanos: las thankas de colores colgantes, pinturas murales, columnas, asientos en alfombras rojas para los monjes, cuencos para el té, estatuas, timbales y trompetas tibetanas. Había una Biblioteca con los libros envueltos en telas. En la entrada esperaban sentadas al sol un grupo de cinco ancianas, rezando con sus rosarios. Les pregunté que edad tenían y todas contaban alrededor de 84 años. Su rostro estaba surcado de arrugas y sonreían. Portaban collares tibetanos y anillos con piedras turquesas en ambas manos.





El Monasterio Karsha era el más grande, en la escarpada ladera de una montaña. También tenía una sala con las telas de colores colgantes, pinturas murales, asientos para los monjes y una Biblioteca. Nos dijeron que en él vivían hasta 120 monjes, y más en las celebraciones de las pujas en los meses de verano. En invierno aquellos monasterios se quedaban aislados por la nieve durante un mes o más. 





El último que visitamos fue el Monasterio Stongdey, sobre una montaña. Allí vivían 12 monjes. Tuvimos que esperar que un monje fuera a buscar las llaves y nos abriera la sala principal. Mientras nos sentamos en el patio y otro monje nos ofreció té. Tenía magníficas vistas del Valle, con el mosaico de campos cultivados y las montañas nevadas. 




viernes, 1 de septiembre de 2023

MONASTERIOS ORTODOXOS SERBIOS

EL Monasterio Sopocani estaba considerado uno de los más importantes de Serbia. Fue construido en el s. XIII, aunque los Otomanos lo incendiaron en 1689 y la comunidad de monjes que lo habitaba huyó a Kosovo. Durante más de 200 años permaneció abandonado, hasta que en 1926 el gobierno decidió reconstruirlo. Era Patrimonio de la Humanidad. 

Era de planta alargada, de dos pisos y con un torreón redondo, con otra torre campanario. En el interior tenía cuatro capillas laterales y bonitos frescos. Representaban escenas de la Biblia como la “Dormición de la Virgen”, santos y miembros de la monarquía Serbia o la Iglesia Ortodoxa. 



                     



Continuamos visitando el Monasterio Djurdevin Stupovi, también Patrimonio de la Humanidad. Fue construido en 1170, durante el reinado de Stefan Nemanja, y estaba dedicado a San Jorge. Estaba sobre una colina, a 5km de la ciudad Novi Pazar. Durante la invasión Otomana el templo acabó en ruinas y durante más de 300 años estuvo abandonado. Hasta que en 2002 se reconstruyó. Seguían reparándolo, encontramos un andamio en el interior, con gente trabajando.




Otra parada fue la Iglesia de San Pedro, del s. IX, la más antigua de Serbia, sin modificaciones significativas en su estructura. Allí fue rebautizado y contrajo matrimonio Stefan Nemanja, se celebraban importantes reuniones de estado y se ubicó la sede de la Iglesia Ortodoxa en sus inicios. Durante la ocupación Otomana sufrió daños y hasta se utilizó como arsenal, pero consiguió sobrevivir a todo. Era otro Patrimonio de la Humanidad.






jueves, 31 de agosto de 2023

EL MONASTERIO CRNA REKA

 


           

Desde Novi Pazar fuimos al Monasterio Crna Reka, a 30km. El Monasterio Crna Reka era del s. XIII, ortodoxo serbio. Estaba ubicado en la gargante del río Crna y adosado a la alta pared de roca. Se accedía por un puente de madera con tejadillo. En el exterior se veían ventanucos abiertos en la roca y varios balcones de madera techados, sobresaliendo de la pared vertical. Alrededor había otros edificios de los monjes.


Atravesamos el puente y entramos en la Iglesia rupestre del monasterio, construida en una cueva del acantilado, y dedicada al Arcángel Miguel. Estábamos totalmente solos. En las paredes de roca había frescos del s. XVI, algunos cuadros, atriles de madera, velas y reliquias. La Capilla con su iconostasio era la parte más bonita, pero había otros recovecos en la roca. 

          



Subimos al piso superior con vigas de madera, y varias literas para unos 20 monjes. También salimos a la galería exterior. En el jardín tenían una buena provisión de leña cortada y apilada, para soportar los fríos del invierno. En el s. XVI los ataques de los otomanos obligaron a los monjes del Monasterio de Sopocani a huir a este apartado monasterio. Aunque no era Patrimonio de la Humanidad como otros monasterios serbios, fue uno de los que más nos gustaron. Era un lugar misterioso y muy especial.