viernes, 1 de mayo de 2009

EL VALLE DE LOS REYES

 

Desde Luxor fuimos a visitar el Valle de los Reyes, en la orilla occidental del Nilo. Era una Necrópolis Tebana con tumbas de faraones, de nobles y algunos templos. También habían enterrado reinas, príncipes y princesas y hasta algunas mascotas como perros, monos y aves. Formaba parte del conjunto llamado Antigua Tebas, declarado Patrimonio de la Humanidad. 

El paisaje era totalmente desértico y seco. Un pequeño tren nos acercó a la entrada para evitar cansarse antes del recorrido. Había que pagar la entrada principal y el acceso a cada tumba adicionalmente.

La primera que visitamos fue la nº 62, la Tumba de Tutankhamón, el rey niño de la dinastía XVIII. Aunque la guía de Lonely Planet avisaba de que no era la más grande ni la más espectacular, estaba claro que era la más mítica. Habíamos leído con interés el libro de Howard Carter sobre el descubrimiento de la tumba, financiado por Lord Carnavan. Cuando Carter estaba a punto de abandonar, descubrió la entrada y le envió un telegrama a Lord Carnavan. Y el resto era historia. El primer escalón se descubrió el 4 de noviembre de 1922. 

Fue el hallazgo arqueológico más importante del s. XIX. Se encontraron cuatro cámaras con un auténtico tesoro, repletas de joyas, muebles, estatuas, carros, instrumentos musicales, armas, cajas, jarrones. Gran parte de todo ello había sido trasladado al Museo de Arqueología de El Cairo, que visitamos. La momia de Tuthankamon se exhibía en una vitrina precintada. Era una momia delgada, pequeña y negruzca, con los pies bastante carcomidos.

Visitamos la Tumba de Ramsés IX con una amplia entrada con un largo pasillo en cuesta. Decorada con dibujos de animales, serpientes y demonios, y dos grandes figuras de sacerdote vestido con túnica de piel de pantera. 

La Tumba de Tutmosis III, estaba oculta entre altos precipicios de piedra caliza y accesible solo por una empinada escalera. Tutmosis III estaba considerado “el Napoleón del Antiguo Egipto”, y fue uno de los primeros en construir su tumba en el valle. Las paredes estaban adornadas por cientos de dioses y semidioses. 

La Tumba de Tutmosis IV era una de las más grandes y profundas. Fue la primera sobre la que se aplicó el fondo amarillo. La recordaré por los vestidos adornados con cuentas de colores de la diosa Hator..


Ascendimos por colinas para ver la panorámica del Valle de los Reyes, totalmente árido en contraste con las orillas del Nilo con campos verdes cultivados que se distinguían a lo lejos. Las tumbas de Amenhotep II y Horembeb, que recomendaban, estaban cerradas por trabajos de arqueología.

El Templo de Deir el-Bahri era impresionante, erigido bajo una montaña de roca arenisca. Era el templo de la reina Hatshepsut de la dinastía XVIII, el más monumental del valle, con una construcción porticada con columnas, de tres niveles. Se accedía por una rampa central con escalinatas. Tenía hileras con figuras gigantes de faraones coronados con los brazos en cruz.







Luego visitamos las Tumbas de los Nobles, la de Mona y Nakht, y otras cuyo nombre no recuerdo. Los nobles eran escribas y los encargados de recaudar o contar los impuestos. Estaban dispersas por una colina bastante abandonada. Algunas de las tumbas de los nobles no tenían nada que envidiar a las de los faraones. Recuerdo una en particular, con una gran sala con columnas, mucho más grande que la tumba de Tutankhamon. 



En otro lugar encontramos los dos Colosos de Memnón, dos grandes estatuas de piedra del faraón Amenhotep III, sentadas y mirando en dirección al río Nilo.

Las tumbas del Valle de los Reyes permanecieron abiertas desde la antigüedad. fueron visitadas por turistas griegos y romanos. Con la conquista de los musulmanes el valle se sumió en el silencio y el olvido. Muy pocos viajeros europeos harían aparición en el Valle hasta la llegada de la expedición francesa de Napoleón en 1799, cuyo grupo de historiadores exploró y cartografió el lugar por primera vez e incluso identificó algunas tumbas que permanecían olvidadas, como la de Amenhotep III. 

Después llegaron otros arqueólogos como Champollion, Lepsius, Maspero y Carter, entre muchos otros. Y decían que el Valle de los Reyes tal vez escondía más tesoros desconocidos. Un lugar lleno de historia y misterio.



jueves, 30 de abril de 2009

EL TEMPLO DE LUXOR

 

El Templo de Luxor estaba a orillas del río Nilo, en Luxor, la antigua Tebas. Declarado Patrimonio de la Humanidad. Era de dimensiones más reducidas que el de Karnak, pero también impresionante. Vimos el inicio de la Avenida de las Esfinges con cabezas de carnero, que en el pasado unía los templos de Karnak y Luxor, a lo largo de 3km. 

El templo estaba consagrado al dios Amón-Ra. Ra era considerado el dios del cielo, dios del Sol y del origen de la vida en la mitología egipcia. Los sucesivos faraones fueron añadiendo elementos al conjunto. Las partes más antiguas remontan a Amenhotep III y a Ramsés II. Conservaba numerosas estructuras, patios y una columnata.


Las columnas tenían forma de manojos de papiros, capiteles con forma de capullo de flor de loto, y estaban grabadas con relieves de figuras y jeroglíficos. Los muros estaban decorados con jeroglíficos y grabados en piedra, con escenas de la vida del faraón haciendo ofrendas a los dioses. 






Casi al final estaba el Santuario del Barco de Amón, reconstruido por Alejandro Magno. La barca sagrada se empleaba en los desplazamientos en el Antiguo Egipto. Salía del templo dos veces al año en festividades religiosas, con 60 remeros. Era una barca lujosa, construida en madera con adornos de oro y plata, y con una cabeza de carnero coronado en la proa, símbolo del dios.

Vimos una gran estatua de Horus, la deidad mitológica egipcia, en forma de halcón coronado, y otras veces representado en la figura de un hombre con cabeza de halcón. Por la noche vimos el Templo de Luxor iluminado.









miércoles, 29 de abril de 2009

EL TEMPLO DE KARNAK

El Templo de Karnak era el Gran Santuario de Amón, el gran dios del Imperio Nuevo. Fue el principal lugar de culto de Egipto. Nos sorprendieron sus dimensiones. Era inmenso, un conjunto de santuarios, quioscos, pilares y obeliscos dedicados a los dioses tebanos y la gloria de los faraones. El conjunto estaba declarado Patrimonio de la Humanidad.

Pasamos por la Avenida de las Esfinges, que en el pasado unía los templos de Karnak y Luxor, a lo largo de 3km. Las esfinges tenían cabezas de carnero y estaban sentadas sobre pedestales, eran guardianas y protectoras. Seguían otras avenidas con estatuas gigantescas de faraones con los brazos en cruz.



Traspasamos las estructuras de entrada en forma de trapecio, que llamaban pilones. La estructura principal era el Templo de Amón, el mayor edificio religioso del mundo. Fue el lugar de culto más importante de Egipto y durante más de mil quinientos años. Llegamos a la gran sala hipóstila, un espectacular bosque con 134 columnas de piedra con forma de papiro enrollado. Los antiguos egipcios asociaban la planta del papiro al origen de la vida.


Las columnas tenían capiteles y estaban grabadas con relieves de figuras y jeroglíficos. Los muros estaban decorados con escenas de la vida del faraón haciendo ofrendas a los dioses. En algunas zonas conservaban restos de pintura polícroma: azules, ocres y granates. Vimos pájaros azules, ojos, la cruz llamada Ank y otros símbolos egipcios. Fue la sala que más nos gustó. Paseamos entre las columnas y nos sentamos a la sombra disfrutando del lugar. Una niña de unos cinco años jugaba al escondite con su padre, ocultándose tras las columnas gigantes.











Después vimos un alto obelisco, enormes estatuas de Amón y otros dioses, patios, el recinto de la gran sala de fiestas y finalmente el lago sagrado, con el templo de fondo y rodeado de palmeras. El lago debió servir como escenario de las ceremonias religiosas. En la superficie flotaban plantas verdes. 

Junto al lago sagrado había un escarabeo gigante y la punta de un obelisco labrado. Estuvimos horas visitando con calma el templo de Karnak. Una maravilla histórica.


Por la noche vimos el espectáculo de luz y sonido. Fue un poco naïf pero valía la pena ver la iluminación nocturna del templo. Lo que más nos gustó fue la Avenida de las Esfinges iluminada, la sala hipóstila de las columnas y el Lago Sagrado. Íbamos avanzando por zonas, escuchando el ruido de los picapedreros antiguos, y nos explicaban lo que construyó cada faraón. Nos sentamos en unas gradas en el lago y se iluminaron las palmeras y la superficie del agua.