El Templo de Karnak era el Gran Santuario de Amón, el gran dios del Imperio Nuevo. Fue el principal lugar de culto de Egipto. Nos sorprendieron sus dimensiones. Era inmenso, un conjunto de santuarios, quioscos, pilares y obeliscos dedicados a los dioses tebanos y la gloria de los faraones. El conjunto estaba declarado Patrimonio de la Humanidad.
Pasamos por la Avenida
de las Esfinges, que en el pasado unía los templos de Karnak y Luxor, a lo
largo de 3km. Las esfinges tenían cabezas de carnero y estaban sentadas
sobre pedestales, eran guardianas y protectoras. Seguían otras avenidas con estatuas gigantescas de faraones con los brazos en cruz.
Traspasamos las estructuras de entrada en forma
de trapecio, que llamaban pilones. La estructura principal era el Templo de
Amón, el mayor edificio religioso del mundo. Fue el lugar de culto más
importante de Egipto y durante más de mil quinientos años. Llegamos a la gran
sala hipóstila, un espectacular bosque con 134 columnas de piedra
con forma de papiro enrollado. Los antiguos egipcios asociaban la planta del
papiro al origen de la vida.
Las columnas tenían capiteles y estaban grabadas
con relieves de figuras y jeroglíficos. Los muros estaban decorados con escenas
de la vida del faraón haciendo ofrendas a los dioses. En algunas zonas conservaban
restos de pintura polícroma: azules, ocres y granates. Vimos pájaros azules,
ojos, la cruz llamada Ank y otros símbolos egipcios. Fue la sala que más nos
gustó. Paseamos entre las columnas y nos sentamos a la sombra disfrutando del
lugar. Una niña de unos cinco años jugaba al escondite con su padre,
ocultándose tras las columnas gigantes.
Después vimos un
alto obelisco, enormes estatuas de Amón y otros dioses, patios, el recinto de
la gran sala de fiestas y finalmente el lago sagrado, con el templo de
fondo y rodeado de palmeras. El lago debió servir como escenario de las
ceremonias religiosas. En la superficie flotaban plantas verdes.
Junto al lago
sagrado había un escarabeo gigante y la punta de un obelisco labrado. Estuvimos
horas visitando con calma el templo de Karnak. Una maravilla histórica.
Por la noche vimos
el espectáculo de luz y sonido. Fue un poco naïf pero valía la pena ver
la iluminación nocturna del templo. Lo que más nos gustó fue la Avenida de las
Esfinges iluminada, la sala hipóstila de las columnas y el Lago Sagrado. Íbamos
avanzando por zonas, escuchando el ruido de los picapedreros antiguos, y nos
explicaban lo que construyó cada faraón. Nos sentamos en unas gradas en el lago
y se iluminaron las palmeras y la superficie del agua.