jueves, 19 de mayo de 2022

IGLESIAS BIZANTINAS DE TROODOS

Nos alojamos en el pueblo de Troodos, en un hotel de montaña de madera y con salones cálidos y acogedores. Desde los ventanales teníamos vistas del Monte Olimpo, de 1952m de altura. Nuestro objetivo era visitar las iglesias bizantinas repartidas por la zona; diez de ellas eran Patrimonio de la Humanidad por su importancia histórica y sus frescos.

Alquilamos un taxi para hacer el recorrido. Empezamos por la Iglesia del Archangelos Michail del s. XI, en el pequeño pueblo de Pedoulas. La iglesia también era pequeña y tenía una fachada de entrada triangular, con uno de los tejadillos más largo, que casi llegaba al suelo. Eso le daba un aspecto peculiar. Tenía un pórtico de madera. Entre sus frescos destacaba un caballero con capa roja montado en un caballo blanco.
 





Luego fuimos al Monasterio Ioannis Lambandistis, un conjunto de tres iglesias  de los s.XI, XII y XV, cubiertas con un mismo tejado grande.  Tuvimos que esperar que viniera un monje a abrirlo, porque desde el s.XIX no vivían monjes allí. Era un monje ortodoxo moderno, con larga túnica negra y barba canosa, y llegó en coche desde otro monasterio donde vivía. Los coloridos frescos estaban bastante conservados, y destacaba un Pantocrator con los doce apóstoles. Todas las paredes y techos en cúpula estaban llenos de frescos. El monasterio tenía un bonito patio repleto de plantas y flores rojas. Nos gustó mucho. Nos despedimos del monje, que estaba consultando su móvil.






La tercera fue la Iglesia Panagia, del s.XIII, de planta rectangular con tejadillo triangular. Estaba totalmente a oscuras. Dejamos la puerta abierta para ver los frescos y los iluminamos con la linterna donde no llegaba la luz. Tenía abundantes frescos, desconchados en algunas zonas.



El último que vimos fue el Monasterio de Kykkos, del s. XI, reconstruido después de varios incendios. Decían que era el más grande, imponente y rico de todos los monasterios de Chipre. Situado entre montañas y bosques, lejos del mundanal ruido. Su tesoro más preciado era un icono de la Virgen de la Misericordia, se aseguraba que lo pintó San Lucas y se le atribuía el poder de atraer lluvias. En uno de los patios tenía un pozo. El interior era espectacular, decorado con oro, pinturas murales y mosaicos. Además, era un laberinto de pasillos y galerías con balcones. Fue una ruta interesante y con encanto por las iglesias y monasterios bizantinos.









 

MOSAICOS Y TUMBAS REALES




Empezamos el viaje por Chipre en la ciudad de Pafos, junto al Mediterráneo. Uno de sus lugares de interés eran las Tumbas de los Reyes, a solo 2km de la ciudad en un paseo por la playa. Era una necrópolis de gran valor histórico y arqueológico, influenciada por la tradición del antiguo Egipto. En realidad no eran tumbas de reyes, sino de aristócratas y altos cargos. El conjunto de tumbas subterráneas empezó a utilizarse en el s. IV a.C.

En el extenso recinto había siete tumbas excavadas, con nichos, columnas y estancia típicas de los periodos romano y helenístico. La más impresionante era la tumba nº5, con un atrio abierto bajo el nivel del suelo, rodeado de 12 columnas. Algunas nos recordaron las iglesias subterráneas de Lalibela en Etiopía. Estaban consideradas Patrimonio de la Humanidad. 



 


Otro de los tesoros arqueológicos más importantes de Chipre era el Arqueologycal Site of Nea Paphos. Considerado Patrimonio de la Humanidad. La ciudad antigua de Pafos databa del s. IV a.C. y los restos abarcaban 2000 años. Fueron desenterrados en 1962 por un agricultor mientras araba, y todavía quedaban partes por excavar. Era un gran recinto junto al mar.

Lo primero que vimos fueron los preciosos mosaicos de las casas romanas. La Casa Aion, tenía una entrada con mosaicos geométricos y 6 paneles representando a Casiopea y Dyonisos con sus ninfas. Aion era el dios del tiempo eterno.


La Casa Theseus era la mansión de un procónsul romano. Tenía escenas mitológicas de Teseo y el Minotauro, el nacimiento de Aquiles y su primer baño, con ánforas.

La Casa Orpheus tenía mosaicos de Hércules con el león Nemea y una amazona con su caballo. La joya de la corona era la Casa Dyonisos, la más grande y con más mosaicos. Representaban el Rapto de Ganimedes (el joven pastor copero de los dioses), por Zeus, transformado en águila. Otros mosaicos eran las Cuatro Estaciones con caras y representaciones antropomórficas, Scylla (el monstruo mitológico con parte de mujer, de pescado y perro, hecho con mosaicos redondos), Fedra e Hipólito con su perro, Narciso, un pavo real, escenas de caza con un tigre…




Los mosaicos formaban bonitas cenefas y dibujos geométricos con formas de triángulos, doble cruz, la estrella de Salomón, incluso una cruz gamada. Todos eran preciosos, muy elaborados y conservaban sus coloridos pigmentos pese al paso del tiempo.



En el mismo recinto arqueológico estaba el Anfiteatro Odeón del s.II a.C, con forma semicircular y muy cerca del Faro blanco de Pafos. Por último vimos la Fortaleza Saranta Kolones, en ruinas por un terremoto en 1922. Fue construida por los lusignanos en el s. XII. Quedaban algunos arcos entre las ruinas.

Tanto las Tumbas de los Reyes como el Sitio Arqueológico con los mosaicos nos gustaron mucho y superaron nuestras expectativas, eran merecidos Patrimonios.





viernes, 25 de febrero de 2022

SAN MIGUEL DE ALLENDE

 


San Miguel de Allende nos cautivó desde el primer momento. Era Patrimonio de la Humanidad por su preciosa arquitectura colonial, calles empedradas y peculiares iglesias. 

Subimos por la calle del Canal, donde estaba nuestro hotel. Al lado había un convento de fachada rojo terracota, transformado en la Posada de las Monjas. Llegamos a la Plaza Principal, arbolada, con algún limpiabotas, y rodeada de edificios con porches

En la Plaza Principal destacaban varias casas nobles, como la Casa del Mayorazgo de los Condes de la Canal, de color rojo terracota. Tomamos jugos frente a la casa, bajo los porches. Luego recorrimos la calle Mesones llena de edificios históricos convertido en Posadas y hoteles con encanto.



Allí estaba la Parroquia San Miguel Arcángel, el icono más emblemático de la ciudad, con sus altas torres rosas de un particular estilo neogótico. Las torres puntiagudas rosadas se veían desde varias calles. Según leímos, su diseño se basó en un pastel belga. Vimos otras iglesias y capillas, como la capilla de San Francisco o la Parroquia de la Saludasomando sus torres entre las calles estrechas.

El Oratorio de San Felipe Neri tenía fachada rematada en forma de concha de piedra en la parte superior, con muros rosas y amarillos.




Las calles coloniales eran muy coloridas, con casas rojo terracota, naranja, amarillo ocre, rosa, algún toque de azul o verde. Bajamos por la calle Barranca hasta el Parque Benito Juárez, muy agradable y sombreado. Los locales leían en los bancos y paseaban a sus perros. Subimos por la calle del Chorro hacia el Mirador y contemplamos la ciudad. Cerca estaban los antiguos lavaderos, pintados de color rojo intenso, rodeados de cactus y jardines.









Cualquier rincón era colorido y fotogénico. Pasaban vendedores de sombreros, con montones de ellos superpuestos sobre sus cabezas, como torres andantes. También había mujeres vendiendo bolsas y textiles. En las esquinas había puestos de jugos de frutas y licuados, y algunos de helados.



Las calles coloniales eran muy coloridas, con casas rojo terracota, naranja, amarillo ocre, rosa, algún toque de azul o verde. Bajamos por la calle Barranca hasta el Parque Benito Juárez, muy agradable y sombreado. Los locales leían en los bancos y paseaban a sus perros. Subimos por la calle del Chorro hacia el Mirador y contemplamos la ciudad. Cerca estaban los antiguos lavaderos, pintados de color rojo intenso, rodeados de cactus y jardines. 





La Plaza de Toros era una curiosidad de otro tiempo. Sólo vimos la puerta de entrada al recinto taurino, con una reja.



Luego fuimos al Mercado de Artesanía, con muchos textiles coloridos. Las casas de los alrededores eran muy bonitas, de dos plantas con balcones y plantas, con calles haciendo curva en algún tramo. Estuvimos un par de días paseando por sus calles. San Miguel de Allende fue una de las ciudades coloniales más bonitas que habíamos visto.



Por la noche había mucho ambiente, se reunían en la plaza varios grupos de mariachis. Vimos tocar una serenata dedicada a una chica asomada al balcón. Los mariachis vestían elegantemente, algunos con traje negro, con pantalones con adornos metálicos laterales, otros con trajes color crema y chaquetillas entalladas bordadas. Todos llevaban sombreros y alegraban el ambiente de la ciudad.