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viernes, 1 de agosto de 2025

PUEBLOS CÁUCASICOS: LAHIC


Lahic es un pueblo medieval del Cáucaso, en una región bastante aislada. Es conocido por su artesanos textiles y herreros. Nos alojamos en una casa del pueblo.

Los autobuses no llegan a Lahic. Desde Sheki cogimos una furgoneta colectiva hasta Ismaili, un trayecto de 124km, que recorrimos en dos horas.  En Ismaili pactamos un taxi hasta Lahic, la única manera de llegar.


Las casas tienen balcones de madera y las calles están empedradas. La calle principal es Hüseynov, con tiendas de artesanía con portones de madera a ambos lados, exhibiendo las mercancías colgadas. 

Las mujeres tejen y elaboran alfombras y calcetines, hechos de lana de oveja. Una de las tejedoras me sonrió y mostró todos sus dientes de oro. 


Nos gustaron especialmente las tiendas-taller de los herreros, con su yunque y martillo preparados. Un herrero joven labraba un caldero con sus herramientas. Fabricaban samovares para el té, platos labrados, vasijas, lámparas, braseros etc. Un batiburrillo de objetos amontonados. En una tienda vimos las típicas lámparas de Aladino, de latón dorado.





Otros artesanos fabrican gorros de piel de oveja para el frío, tipo rusos. Y también zamarras de piel de vaca, forradas de borreguito para los crudos inviernos.




Hay varias tiendas que ofrecen especias, hierbas y flores secas de colores para hacer infusiones y tés aromáticos. Huelen muy bien y tienen mucha variedad. Están agrupadas en sacos con sus carteles. Utilizamos el traductor de Google Lens para averiguar algunos nombres. Hay melisa, romero, tomillo, manzanilla y otras plantas locales sin traducción. También botes de conservas. 





Visitamos el Museo de Historia de Lahic. Tiene una colección de hallazgos históricos, aperos de labranza y objetos domésticos. En el centro de la habitación hay un gran fuelle  hecho de piel de búfalo y madera. Entre el mobiliario hay espejos, baúles, braseros, etc. Y otros objetos  como balanzas, calderos, samovares, trajes y gorros. También se exhiben espadas antiguas, lanzas y hasta un revolver. 


El pueblo tiene siete mezquitas y vimos algunas con sus bonitos minaretes. Al atardecer escuchamos el canto del muecín.


Paseando nos saludaban los lugareños, alguno preguntaba de que país éramos. Vimos un grupo de mujeres sentadas en un banco tomando la fresca como buenas vecinas, y nos permitieron fotografiarlas. Nos llevamos un buen recuerdo de Lahic.


viernes, 25 de febrero de 2022

SAN MIGUEL DE ALLENDE

 


San Miguel de Allende nos cautivó desde el primer momento. Era Patrimonio de la Humanidad por su preciosa arquitectura colonial, calles empedradas y peculiares iglesias. 

Subimos por la calle del Canal, donde estaba nuestro hotel. Al lado había un convento de fachada rojo terracota, transformado en la Posada de las Monjas. Llegamos a la Plaza Principal, arbolada, con algún limpiabotas, y rodeada de edificios con porches

En la Plaza Principal destacaban varias casas nobles, como la Casa del Mayorazgo de los Condes de la Canal, de color rojo terracota. Tomamos jugos frente a la casa, bajo los porches. Luego recorrimos la calle Mesones llena de edificios históricos convertido en Posadas y hoteles con encanto.



Allí estaba la Parroquia San Miguel Arcángel, el icono más emblemático de la ciudad, con sus altas torres rosas de un particular estilo neogótico. Las torres puntiagudas rosadas se veían desde varias calles. Según leímos, su diseño se basó en un pastel belga. Vimos otras iglesias y capillas, como la capilla de San Francisco o la Parroquia de la Saludasomando sus torres entre las calles estrechas.

El Oratorio de San Felipe Neri tenía fachada rematada en forma de concha de piedra en la parte superior, con muros rosas y amarillos.




Las calles coloniales eran muy coloridas, con casas rojo terracota, naranja, amarillo ocre, rosa, algún toque de azul o verde. Bajamos por la calle Barranca hasta el Parque Benito Juárez, muy agradable y sombreado. Los locales leían en los bancos y paseaban a sus perros. Subimos por la calle del Chorro hacia el Mirador y contemplamos la ciudad. Cerca estaban los antiguos lavaderos, pintados de color rojo intenso, rodeados de cactus y jardines.









Cualquier rincón era colorido y fotogénico. Pasaban vendedores de sombreros, con montones de ellos superpuestos sobre sus cabezas, como torres andantes. También había mujeres vendiendo bolsas y textiles. En las esquinas había puestos de jugos de frutas y licuados, y algunos de helados.



Las calles coloniales eran muy coloridas, con casas rojo terracota, naranja, amarillo ocre, rosa, algún toque de azul o verde. Bajamos por la calle Barranca hasta el Parque Benito Juárez, muy agradable y sombreado. Los locales leían en los bancos y paseaban a sus perros. Subimos por la calle del Chorro hacia el Mirador y contemplamos la ciudad. Cerca estaban los antiguos lavaderos, pintados de color rojo intenso, rodeados de cactus y jardines. 





La Plaza de Toros era una curiosidad de otro tiempo. Sólo vimos la puerta de entrada al recinto taurino, con una reja.



Luego fuimos al Mercado de Artesanía, con muchos textiles coloridos. Las casas de los alrededores eran muy bonitas, de dos plantas con balcones y plantas, con calles haciendo curva en algún tramo. Estuvimos un par de días paseando por sus calles. San Miguel de Allende fue una de las ciudades coloniales más bonitas que habíamos visto.



Por la noche había mucho ambiente, se reunían en la plaza varios grupos de mariachis. Vimos tocar una serenata dedicada a una chica asomada al balcón. Los mariachis vestían elegantemente, algunos con traje negro, con pantalones con adornos metálicos laterales, otros con trajes color crema y chaquetillas entalladas bordadas. Todos llevaban sombreros y alegraban el ambiente de la ciudad.