
Lahic es un pueblo medieval del Cáucaso, en una región bastante aislada. Es conocido por su artesanos textiles y herreros. Nos alojamos en una casa del pueblo.
Los autobuses no llegan a Lahic. Desde Sheki cogimos una furgoneta colectiva hasta Ismaili, un trayecto de 124km, que recorrimos en dos horas. En Ismaili pactamos un taxi hasta Lahic, la única manera de llegar.
Las casas tienen balcones de madera y las calles están empedradas. La calle principal es Hüseynov, con tiendas de artesanía con portones de madera a ambos lados, exhibiendo las mercancías colgadas.
Las mujeres tejen y elaboran alfombras y calcetines, hechos de lana de oveja. Una de las tejedoras me sonrió y mostró todos sus dientes de oro.
Nos gustaron especialmente las tiendas-taller de los herreros, con su yunque y martillo preparados. Un herrero joven labraba un caldero con sus herramientas. Fabricaban samovares para el té, platos labrados, vasijas, lámparas, braseros etc. Un batiburrillo de objetos amontonados. En una tienda vimos las típicas lámparas de Aladino, de latón dorado.
Otros artesanos fabrican gorros de piel de oveja para el frío, tipo rusos. Y también zamarras de piel de vaca, forradas de borreguito para los crudos inviernos.
Hay varias tiendas que ofrecen especias, hierbas y flores secas de colores para hacer infusiones y tés aromáticos. Huelen muy bien y tienen mucha variedad. Están agrupadas en sacos con sus carteles. Utilizamos el traductor de Google Lens para averiguar algunos nombres. Hay melisa, romero, tomillo, manzanilla y otras plantas locales sin traducción. También botes de conservas.
Visitamos el Museo de Historia de Lahic. Tiene una colección de hallazgos históricos, aperos de labranza y objetos domésticos. En el centro de la habitación hay un gran fuelle hecho de piel de búfalo y madera. Entre el mobiliario hay espejos, baúles, braseros, etc. Y otros objetos como balanzas, calderos, samovares, trajes y gorros. También se exhiben espadas antiguas, lanzas y hasta un revolver.
El pueblo tiene siete mezquitas y vimos algunas con sus bonitos minaretes. Al atardecer escuchamos el canto del muecín.
Paseando nos saludaban los lugareños, alguno preguntaba de que país éramos. Vimos un grupo de mujeres sentadas en un banco tomando la fresca como buenas vecinas, y nos permitieron fotografiarlas. Nos llevamos un buen recuerdo de Lahic.