Luego fuimos al Monasterio Ioannis Lambandistis,
un conjunto de tres iglesias de los s.XI,
XII y XV, cubiertas con un mismo tejado grande. Tuvimos que esperar que viniera un monje a
abrirlo, porque desde el s.XIX no vivían monjes allí. Era un monje ortodoxo
moderno, con larga túnica negra y barba canosa, y llegó en coche desde otro
monasterio donde vivía. Los coloridos frescos estaban bastante conservados, y
destacaba un Pantocrator con los doce apóstoles. Todas las paredes y techos en
cúpula estaban llenos de frescos. El monasterio tenía un bonito patio repleto
de plantas y flores rojas. Nos gustó mucho. Nos despedimos del monje, que
estaba consultando su móvil.
La tercera fue la Iglesia Panagia, del
s.XIII, de planta rectangular con tejadillo triangular. Estaba totalmente a
oscuras. Dejamos la puerta abierta para ver los frescos y los iluminamos con la
linterna donde no llegaba la luz. Tenía abundantes frescos, desconchados en
algunas zonas.
El último que vimos fue el Monasterio de Kykkos, del s. XI, reconstruido después de varios incendios. Decían que era el más grande, imponente y rico de todos los monasterios de Chipre. Situado entre montañas y bosques, lejos del mundanal ruido. Su tesoro más preciado era un icono de la Virgen de la Misericordia, se aseguraba que lo pintó San Lucas y se le atribuía el poder de atraer lluvias. En uno de los patios tenía un pozo. El interior era espectacular, decorado con oro, pinturas murales y mosaicos. Además, era un laberinto de pasillos y galerías con balcones. Fue una ruta interesante y con encanto por las iglesias y monasterios bizantinos.