Desde Suceava
fuimos a visitar los Monasterios de Bucovina, en la parte oriental de
los Cárpatos. Los monasterios tenían frescos exteriores e interiores y
estaban declarados Patrimonio de la Humanidad. La mayoría fueron construidos
por orden del Príncipe Esteban el Grande (Stefan cel Mare), que
posteriormente fue canonizado. Eran de la época en que la Moldavia ortodoxa
luchaba por sobrevivir frent3e al Imperio Otomano, los s.XV y XVI. Cada
monasterio tenía un color predominante en sus frescos, que se correspondía con
un simbolismo.
El Monasterio de
Voronet era el único que había dado nombre a un color, el azul Voronet,
predominante en sus frescos, y creado a partir del lapislázuli y otros
ingredientes. Tenía un gran fresco de El Juicio Final que ocupaba todo el
lateral exterior. En el interior se veía el río rojo del infierno y el río del
cielo. Se le consideraba el más maravilloso de Bucovina y fue el que más nos
gustó de los cinco que vimos.
En todos los
monasterios había una monja encargada de vender las entradas a 5 leis, y
vigilar que no se hicieran fotos con flash. Llevaban tocados negros en la
cabeza y vendían también iconos y objetos religiosos ortodoxos.
El Monasterio
de Humor estaba rodeado por murallas y con una torre atalaya anexa de
ladrillo y madera, con tres plantas. En los frescos predominaban los tonos
rojos y marrones, que simbolizaban el infierno y la sangre. Destacaban los
frescos de La Anunciación y La vida de San Nicolás. Entramos en el interior,
con tres naves sucesivas hasta el iconostasio, bastante recargado. Y subimos a
la torre.
Nuestro guía Andrei
había sido profesor de historia y había escrito algunos libros. Nos explicó
detalles interesantes de los frescos, que representaban motivos bíblicos,
geométricos, zoomorfos y fitológicos. El círculo simbolizaba el infinito. El
cuadrado simbolizaba el límite. El rombo simbolizaba la conexión entre el cielo
y la tierra.
El tercero fue el Monasterio
de Moldovitja, en un recinto fortificado con puertas, una torre y zonas de
césped. También era muy bonito. Su color predominante era el amarillo, que
simbolizaba la espiritualidad y la fe. Tenía una construcción anexa en
forma de castillo, con un Museo con iconos, telas sagradas, libros, cruces y
otros objetos.
Luego seguimos una
serpenteante carretera de montaña, con un bonito paisaje de bosques de abetos.
Era el Puerto de Ciumarna de 1.100m de altura, apodado La Palma por una
gran estatua de una mano que lo coronaba. Paramos allí para comer y probamos
los boletus, que vendían por la carretera, con polenta. Estaban muy sabrosos.
Por la tarde
visitamos dos monasterios. El cuarto fue el Monasterio de Sucevitja. Era
el más grande y también uno de los mejores por su fresco exterior La Escalera
de las Virtudes con 32 escalones que llevaban al cielo. Era divertido porque los ángeles alados miraban caer al vacío las figuritas de los pecadores.
El último que
visitamos fue el Monasterio de Arbore, fundado por el noble local Lucas
Arbore en el s. XVI. Era el de tamaño más reducido, con tres salas y frescos
exteriores de pasajes del libro del Génesis. Aunque algunos estaban bastante borrados. Su
color predominante era el verde, símbolo de vida.
A las cinco de la
tarde regresamos contentos al hotel de Suceava, tras un recorrido de 231km en
ocho horas. Todos los monasterios eran interesantes y bonitos, pero Javier y yo
coincidimos en que Voronet era nuestro favorito.